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Tiempo de falsos profetas

Lo descubrió San Mateo antes que la UCO: “los falsos profetas son engañadores que preparan el camino para el fin de los tiempos. Están disfrazados de nobles, pero son ladrones. Aparecen en la decadencia de las sociedades”.

Nadie es solo un ladrón si cuenta su propio robo. Y ahí es donde gana Aldama, explicando sus nobles motivos. Se planta en el plató muy puesto con su apellido compuesto y sus formas de Cónsul honorario de Georgia en Zamora (este año ya hay más niñas llamadas Georginas en Zamora que georgianos de nacimiento, 5-4) y hay que estar muy atento para pillarle sus carencias de informático pufero.

El tipo que conseguía un palco, una reserva o una reunión, el que nunca decía no a nada, que todo era sí si era para sí, se ha convertido en la principal arma contra el Gobierno. Lo cual habla mal de tres cosas: de los gañanes del Gobierno con los que se juntaba, que hacen que él parezca el puto Atticcus Flinch a su lado, de la desesperación de la oposición por acabar con Sánchez (el senador popular de la Comisión le ofreció, más ansioso que Vini Jr, un careo con el “tramista”), y de la avería de los ascensores sociales. El informe de Cáritas demuestra que la sociedad del bienestar está cambiando a la soledad del malestar y es en ese solar donde florecen los falsos profetas ocupando los huecos y los silencios políticos. Igual que hay industria del arte sin arte, premios de literatura sin literatura, también son tiempos de comunicación política sin política. De hecho, lo que queda de política es solo comunicación. A veces, poco más que un grupo de wasap.

Ahí está el tío con el lifting “cat eyes”, el pelo reforestado y un pin con una cruz, contando, con su morro “mazónico”, que cobrar comisiones millonarias por traer mascarillas mientras morían 500 personas al día, es un acto de patriotismo; que pagar a políticos corruptos es la única manera de poder trabajar con la Administración porque todos los contratos están amañados; ahí está diciendo que no pagar el IVA de los combustibles es una forma de no sufragar chiringuitos de asesores, que desviar capital a Venezuela es la única manera de poder generar valor y empleo sin caer en el chavismo. Y lo más alucinante es que hay periodistas que lo tratan como a una noble víctima, los mismos que reciben a Miss Asturias+30 como a una feminista. Será que se fue el espectáculo periodístico y se quedó solo el espectáculo. Luego se da una vuelta con unos youtubers que creen que los impuestos apestan tanto como la política y consuelan al pobre empresario en inferioridad de condiciones obligado a una especie de corrupción positiva, mala en origen, pero buena en su fin, porque desenmascara la verdadera corrupción. O lo dejas o lo manejas. ¿Quién en el PP tiene interés en que pensemos que lo de forrarse con las mascarillas no es para tanto? ¿Quién está blanqueando lo del dinero negro y la patriótica evasión fiscal? En los tiempos de las bárbaras naciones colgaban de las cruces los ladrones; pero hoy, en el siglo de las luces, del pecho del ladrón cuelgan las cruces. Lo dijo el veneciano Foscolo, esa fuente se puede revelar.

Después, nuestro amante bandido se coge un jet privado con su novia ex diputada de Vox (esa es la única política que no apesta) y su amigo de una empresa de desocupación (hay que remangarse con lo de la vivienda) y se van a Ibiza a hacer cosas de empresarios.

Y de vuelta, en medio de la izquierda desubicada, resentida, aparece el socialista alcalde de Nueva York, capital del mundo donde lo común, lo público, es la mierda, y dice que la izquierda se equivoca aspirando a que los pobres tengan coche en lugar de aspirar a que los ricos vayan en metro. En fin, que en algún profeta hay que creer mientras llega el fin, por muy falso que suene.


 

Author: Gonzalo Vázquez

Periodista

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1 Comment

  1. Cómo joden a los socialistas las verdades que dice Aldama.

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