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Los pequeños detalles

En el portal en el que vivo, el ascensor queda en línea recta a unos ocho o nueve metros de la entrada principal. Cuando alguien accede desde la calle, se ve enseguida si otra persona está esperando o accediendo ya al ascensor. Esta debe tomar una decisión en milésimas de segundo: esperar al vecino que se acerca y subir juntos o ser más rápido que Speedy Gonzales, hacer como que no ha visto a nadie, entrar y dar al botón de su piso con tanta vehemencia que se le despegue la huella dactilar del dedo. Ya dentro, en solitario si ha optado por la segunda, se apoyará en el espejo y resoplará victorioso pensando que se ha librado por poco de una conversación banal del calibre del tiempo que hace, o peor aún, de no decir nada mientras ambos ascienden y no saber dónde posar la mirada en ese estrecho espacio.

Un mendigo se sube a un autobús urbano en Madrid; hasta dentro de cinco minutos no comenzará el trayecto. Sólo estamos él y yo al principio. Se dirige a un asiento, pero descubre que está manchado de café y avisa al conductor. Este, con su vocación laboral más desgastada que un balón de fútbol en un colegio, no le hace ni caso; que lo limpie otro. El hombre no se conforma y se sienta en la primera fila para prevenir a los siguientes pasajeros de que no se pongan allí si no quieren mancharse. No le vale con avisar, su mirada recorre el trayecto de los viajeros para asegurarse de que lo han entendido y que nadie acaba con el culo lleno de café. Al principio todos piensan que el tipo va a pedirles algo, pero cuando ven el motivo de la conversación cambian la cara, por fin lo miran a los ojos y se lo agradecen.

Los grandes duelos a vida o muerte se producen en el Metro cuando queda un sitio libre. Por supuesto que cuando entra un anciano siempre va a haber alguien que le deje el asiento; eso se da por hecho. Pero la verdadera información de nuestro comportamiento, cuando estamos en grupo, nos la da el tiempo que tardamos en reaccionar y el que damos para que sea otro el que se inmole, haga el gesto solidario y se levante el primero. Ahí es cuando abundan las miradas de reojo a ver si hay otra persona mejor posicionada que nos evite tener que ser nosotros los que demos el primer paso y perdamos la comodidad de ir sentados. Siempre nos quedará la excusa de que íbamos mirando el móvil y no nos dimos cuenta.

Llevar los vasos vacíos de vuelta a la barra del bar, aunque pensemos que no es nuestro trabajo, dejar el espacio cubierto en la calle al que no lleva paraguas cuando llueve, no acelerar en un paso de cebra por si da tiempo a pasar antes de que se acerque el peatón, no creer que un dependiente de una tienda de ropa es un siervo que tiene que ir recogiendo del suelo y volviendo a doblar lo que dejamos tirado de cualquier manera, dar los buenos días a la azafata del tren que nos pasa el billete o al conductor del autobús, decir al menos un ‘no gracias’ si un vendedor ambulante se acerca y nos ofrece algo, o los casos que puse más arriba, son los gestos que hacen que el día a día como sociedad se vuelva más amable.

Ninguno de esos ejemplos por separado nos va a cambiar la vida y a su vez el esfuerzo que hay que dedicarles es nulo. Unas veces seremos nosotros los beneficiarios y otras los emisores, y a veces se nos escapará alguno porque no se puede estar siempre a todo y el que sea perfecto que tire la primera piedra, pero no van a ser ni nuestro postureo en las redes sociales ni los políticos prometiendo con una mano y dividiendo con otra, los que nos hagan el día a día más llevadero. Serán más bien los pequeños detalles, casi invisibles, que cada uno podamos aportar. Ahí está el secreto.

Espero que no se les esté haciendo muy larga la cuesta de enero, queridos lectores/as. Guarden fuerzas, que luego viene la de febrero. Abrazos.


Author: Alberto Martín

Profesor universitario y escritor

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14 Comments

  1. Muy necesario su artículo, Sr. Martín. Parece mentira que algo tan elemental como la educación haya que reclamarlo, pero es así. Hace mucho tiempo que se perdió y ya poco se enseña.
    Salud y buen día.

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    • Igualmente para usted, Frutos. Feliz domingo y gracias como siempre por pasarse por aquí.

      Saludos.

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  2. Hemos perdido la educación y ya no es solo achacable a los más jóvenes, las personas mayores también se han aficionado. Cuesta poco ser amable y respetuoso con los demás. Hace falta más educación en todos los aspectos de la vida.

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    • Era un poco la idea del artículo, que sobre todo cuesta muy poco y sirve para mucho, sí.

      Mil gracias por leerme y feliz domingo para usted, lector/a.

      Saludos.

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  3. Mis felicitaciones por su artículo .
    Educación, formación , compromiso y responsabilidad, son los gérmenes de una vida mejor, alejado del postureo como indica y de los personajes políticos que todo lo impregnan de escasa formación y nulo compromiso .

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    • Lo del decir que estás mirando el móvil ya no es excusa para nada, no se que sentido hemos desarrollado, pero puedes ir esquivando a la gente y las farolas sin apartar la mirada de el.

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      • Así es, Andrés, no es excusa de nada, es más bien una mala justificación que ya a estas alturas no cuela. ¡Gracias por la lectura!

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    • Esa era un poco la idea, Observador, que por mucho que nos digan que van a hacer esto o lo otro, esos detalles que no dejan de ser fruto de la educación los encontramos a la hora de salir a la calle, es ahí donde ‘nos la jugamos’.

      Saludos y gracias por leerme.

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  4. Gracias por este artículo y recordarnos el valor de los pequeños detalles. No solo por empatía sino por el poder que tienen.
    Compartir el ascensor con otra persona puede que te fuerce a esbozar esa sonrisa que tanto necesitabas ese día, la complicidad que se crea como agradecimiento por dejar tu asiento, dedicar un saludo o respetar al otro al caminar… puede cambiar por completo el ánimo del transcurso del día de ambos.
    El poder de los detalles fanfarrón.

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    • Muchas gracias por este artículo que nos recuerda algo obvio…

      Sin educación volvemos “a la selva”.

      Sin respeto a lo ajeno y sin valores , una sociedad retrocede a la barbarie de la que tantos siglos nos ha costado salir.

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      • Gracias a usted por leerlo y compartir aquí sus impresiones, Fred. Espero que no volvamos nunca a esa selva que comenta.

        Saludos.

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    • Muchas gracias a ti por compartir esos detalles que siempre ayudan a llevar mejor el día a día, Paula.

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  5. Sus artículos son estupendos. Enhorabuena.

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    • Gracias por sus palabras, Toño, y ojalá los siguientes artículos sean también de su interés.

      Feliz semana. Saludos.

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