Un paseo intramuros del recinto de los jardines del Real Sitio de San Ildefonso, La Granja.
Si, como comentamos en su día, circunvalar el perímetro exterior del recinto del palacio del Real Sitio de San Ildefonso era uno de los paseos que no debiéramos perder, realizar un viaje al pasado por el interior puede ser, incluso, más emocionante (Ver entrada: ‘Paseo extramuros del recinto del palacio de La Granja’).
El recorrido mencionado, siguiendo el perímetro de las tapias por el exterior, lo realizamos ‘acompañados’ por las citas de varios autores: el cronista segoviano Ildefonso Rodríguez, Silverio de Ochoa o Pascual Madoz.
Utilizando, cómo no, algunas notas de la famosa Guía y Descripción del Real Sitio de San Ildefonso, de Joaquín María de Castellarnau y Rafael Breñosa, editada en 1884.
En esta ocasión, pasearemos el interior de los jardines y el bosque en compañía de dicha guía, el interesante libro Tiempos de Recuerdos La Granja y Valsaín 1850-1950, y un texto publicado en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones, veinticinco años más tarde, en 1909.
Un recorrido real y ficticio, en el que antiguas imágenes (con algunos elementos ya desaparecidos) y nuestra imaginación, marcarán nuestro paseo.
Haremos caso omiso de fuentes ornamentales y naturales, su magnífico arbolado u otros componentes decorativos de los jardines, que bien pueden quedar para otras visitas.
Nos centraremos en algunos de los elementos vegetales que soportaban grandes estructuras con plataformas que servían de mirador.
Al paso, comentaremos otros elementos, menos aparatosos, desaparecidos o recuperados. Elementos que, según información de Patrimonio Nacional, “entre finales del siglo XIX y principios del XX proliferaron por el jardín…”.
Para ello hemos confeccionado un plano en el que marcamos la situación aproximada de los puntos de interés que visitaremos.
Nuestro particular recorrido visual de un pasado reciente.
Accedemos al recinto de palacio por la puerta principal del Jardín. Si en el recorrido exterior pudimos apreciar tras las tapias del recinto la frondosa vegetación de tilos, castaños, hayas, pinos y otras especies arbóreas, ahora nos internaremos en ella.
Garita del pino (plano, nº 1).
Esta garita de guardia, denominada ‘del pino’, se encontraba en la confluencia de la avenida de las Sirenas, con la calle Valsaín y la calle de la Medianería. Servía de refugio para los guardias civiles y de Patrimonio cuando el mal tiempo arreciaba.
La fototipia ‘Lacoste’, incluyó dicha garita en su interesante colección de tarjetas postales ilustradas dedicada a La Granja, a primeros del siglo XX.
Según ‘Tiempos de Recuerdos’, su interior era de un metro y quince centímetro y la circunferencia exterior, medida a un metro de altura, contaba cinco metros y diez centímetros.
Por una fotografía posterior, datada en 1956, propiedad de la colección ‘Fundación Rodera-Robles’, podemos afirmar que, al menos hasta ese año, estuvo en dicho lugar.
Ermita San Ildefonso (plano, nº 2).
Antes de seguir el paseo no podemos dejar al paso el punto de origen de tan magnífica residencia real.
En 1450 Enrique IV, aburrido en la casa del bosque, apelativo del antiguo palacio de los Trastámara en Valsaín, salió a dar una revolada por la falda de la montaña y por el lugar denominado Casar del Pollo, pensó hacer, e hizo, una casa-ermita en honor al arzobispo San Ildefonso. Unos dicen que por ser devoto del santo, otros que por salir victorioso de la lucha con un grande animal…
La cosa es que compra un terreno en dicho lugar y ahí está, actualmente muy restaurada a lo largo de los siglos. Los Reyes Católicos donan, en 1477, a los monjes jerónimos del Parral ermita y terrenos que, más tarde, al parecer, el Obispo Arias Dávila pasa a los bienes del Obispado; cosa que me suena.
En cuanto al palacio y el recinto de jardines y bosque que conocemos en la actualidad se lo debemos a Felipe V ‘el Animoso’ que, llegando a la pequeña ermita y propiedades que a aquella se han ido incorporando, decide hacer un palacio.
La primera piedra digamos que llega el 1 de abril de 1721, siendo extraordinaria la actividad constructiva en 1723.
El rey va adquiriendo terreno a la Ciudad de Segovia y a la Junta de Nobles Linajes, poco a poco, hasta regularizar el perímetro. Comprando en 1720, 1723 o 1735, cuando adquiere a la Ciudad de Segovia 186 fanegas por encima del Mar y otras 6 al mediodía para hacer el famoso parterre del ‘laberinto’.
Y ahí lo dejamos. La Guía indicada de Breñosa y Castellarnau, amén de otras muchas publicaciones, dan sentada información de la historia del Real Sitio.
Juego del Mallo (plano, nº 3).
El extenso espacio que ocupa la calle y el juego del ‘Mallo’, limita, por la parte baja, con la calle del parterre de La Fama.
Dice nuestra Guía que, en la calle del Mallo, “existía el juego del mismo nombre, situado en su extremidad, y del que aún se conservan restos…”.
Efectivamente, sólo que hoy, los restos, han sido restaurados con acierto. Así podemos recordar un popular juego que, en España, según las crónicas, se practicaba desde el siglo XIII.
Su denominación viene del latín: palla, bola y malleus, martillo. En Italia: Pallamaglio; en Francia: paille-maille; en Inglaterra: Pall-Mall y, en España: Mayo.
La revista Alrededor del Mundo, publicaba en 1917, un artículo (iluminado, entre otros, por un interesante grabado del juego del ‘Mallo’) titulado: La antigüedad de los deportes nuevos, cómo se divertían nuestros tatarabuelos.
Tras relatar algunos de esos juegos, fuera del guerrear, como el ‘tennis’, ‘el trinquete’, ‘football’ o balompié que en el XVI se jugaba en Italia como ‘pallone’… comenta:
“Uno de los juegos más populares hasta hace cosa de ciento cincuenta años, era el del mallo. Con alguna mayor complicación y con el nombre británico de ‘croquet’, el mismo juego es hoy practicado por nuestra juventud en playas veraniegas; pero es difícil que así modificado vuelva a gozar de tanto favor como en otros tiempos se le dispensó…”.
La Guía de Sancho y Aparicio, publicada por Patrimonio, dice que se practicaba a caballo y Felipe V era gran aficionado.
Apunta Aida Fernández Vázquez, en ‘Los placeres del primer rey Borbón‘, nota publicada en ‘Campus-UNED‘ que “el mallo de La Granja es también único en Europa. Se trata de la antesala del golf. Se jugaba con una maza y una bola que debía colarse por una poertilla metálica. Se jugaba a pie o a caballo, individualmente o por parejas, o en equipos. Se apostaba fuerte, mucho dinero. La Reina dejaba ganar a Felipe V porque tenía muy mal perder […]”
Nosotros de canto. El estudio de Pedro Heras Riesgo y Valentín Quevedo García, en la página electrónica de la Sociedad Castellarnau, contiene toda la información que podamos necesitar sobre este juego.
Dejamos de soslayo, a nuestra derecha, la puerta de Cosio y la monumental fuente de los Baños de Diana y nos dirigimos al quiebro que realiza el esquinazo del recinto del estanque del ‘Chato’, para enfilar el camino hacia la puerta de la Última Línea de Abajo (plano, nº 4).
Rastrillo de salida de aguas sobrantes (plano, nº 5).
Después de suministrar y repartir el líquido elemento por el recinto de palacio, las aguas sobrantes se precipitan fuera de las tapias por un imponente rastrillo.
Antaño bautizadas como arroyo Morete, engullido el arroyo Carneros, y en los mapas actuales como arroyo del Rastrillo. En el recorrido ‘extramuros’ (enlace arriba) podemos observar la caída de dicha salida.
Desde el rastrillo, una senda, paralela a la corriente aguas arriba, nos lleva hasta el camino de Circunvalación. Un puente salva el arroyo, encaminándonos hacia nuestro nuevo destino; siempre en suave ascenso.
Entrada cacera del arroyo ‘Peñalara’ (plano, nº 6).
Un bucólico paseo campero nos acerca a otro de los puntos que ayudan al suministro de aguas en el recinto del Bosque y jardines del Real Sitio: la acequia de la cacera del arroyo Peñalara, surte de agua el estanque de las Ranas.
El arroyo Peñalara toma vida en las pedreras del Risco de los Claveles en el macizo del pico Peñalara, cerca del refugio denominado ‘Chozo Aranguez’.
La cacera se desprende del arroyo Peñalara, al poco de nacer la torrentera.
Tras cruzar el arroyo de la Chorranca y el arroyo de los Neveros, bajo la atenta mirada del Moño de la Tía Andrea, donde se encentra la Silla del Rey, se cuela por las tapias de palacio.
Puerta del Cebo (plano, nº 7).
En la entrada ‘extramuros’ (enlace arriba) dimos cumplida información de esta salida; la única en la parte alta. Breñosa y Castellarnau, nos recuerdan que la puerta:
“[…] está situada á 1287 metros de altitud, 94 más alta que el Real Palacio… conduce á la casa del Cebo, pequeña casita con su jardín, que servía de cebo de jabalíes, situada al pié del cerro de la Silla del Rey… la Casa del Cebo no ofrece nada de particular, y si merece una visita, es solamente por sus bonitos alrededores […]”.
Rastrillo de entrada aguas de los arroyos Morete y Carneros (plano, nº 8).
Continuamos en busca de la senda que asciende a la parte más alta del perímetro de palacio.
Poco que decir del rastrillo (Ver enlace ‘extramuros’, arriba), salvo que es el principal abastecimiento de agua del recinto.
Su entrada se realiza por una boca bien protegida por poderosa reja de hierro.
Continúa en parte 2.
6 mayo, 2018
Esperamos que la parte 2 esté tan documentada como la 1 y que sea igual de interesante. Ya echábamos de menos tus entradas.
6 mayo, 2018
Gracias 😉 Saludos, JP
6 mayo, 2018
Juan Pedro: Gracias. Este reportaje me lleva a los años 1942 a 1952 en que el tiempo parado, no había ni prensa, ni radio ni tele. En mi caso. Esas fotos no tenía diferencia entre las que hubieran tomado cuando Felipe V con Isabel de Farnesio paseaban por los mismos sitios que yo corría, quizás acompañados por Faarinelli y Bocarini….
7 mayo, 2018
Gracias Antonio. Un saludo.JP