Posted By Redacción on 19, Jul, 2016

El equipo de Gobierno está preocupado. Y no es para menos después de recibir confirmación —digo confirmación, que aquí, sorpresa, ninguna— de que el Ministerio de Industria no tiene, hace mucho, ninguna confianza en la capacidad de nuestros gestores, no ya para dar forma a aquel faraónico Cat lleno de edificios de última generación y ágoras rebosantes de nuevas sabidurías, sino de que siquiera el único edificio levantado tenga un futuro acaso parecido a la idea primitiva.

10 kilos del ala le tocará devolver al Ayuntamiento: lo que le prestaron en unas condiciones que ya las quisiera usted para su hipoteca y hasta lo que le regalaron en forma de subvención, 1,4 millones. Es lo que pasa cuando uno no cumple los convenios: la otra parte reclama la devolución y supongo que encima alertará a su entorno de tu falta de seriedad, dificultando así, a mayores, otros posibles acuerdos futuros. La vida misma.

“Otra herencia envenenada” se le oyó murmurar a Clara Luquero por los pasillos del Ayuntamiento después de exponer ante los periodistas el catálogo de culpas para terceros sin rastro de autocrítica: que si el Ministerio —mardito PP, que nos tiene manía— nos discrimina reclamando el dinero de un convenio incumplido, tal como refleja la Ley; que qué mala suerte la del Ayuntamiento porque si Volconsa no hubiera quebrado la construcción se habría terminado en tiempo y forma, obviando que la obra empezó sólo tres meses antes de expirar el plazo marcado para acabar la construcción tras mucho tiempo perdido en las Batuecas…

Oiga, que Luquero tiene parte de razón, que esto del Cat viene liado y bien embrollado por su antecesor, Pedro Arahuetes, y los sucesivos concejales que colocó al frente del asunto —acuérdese de Juan Aragoneses o de Javier Giráldez, por ejemplo— a los que la ciudad nunca podrá mostrar suficiente agradecimiento por su genial herencia, capaz de bloquear para muchos años buena parte de las inversiones que necesita la ciudad.

Pero también es cierto que la regidora actual y sus ediles pasados —nunca hizo un solo movimiento para revocar las delegaciones de Giráldez en el equipo que heredó de su antecesor pese a su evidente inoperancia en este asunto— o actuales, Alfonso Reguera y José Bayón, no han sido capaces de encontrar ninguna salida, ni negociada, ni en vía judicial —de momento, al menos— más beneficiosa para resolver el conflicto con el Ministerio, ante el que han tratado de hacer atropellado juego de triles a base de retorcer los números y el propio convenio buscando una devolución parcial del dinero que, claro, no ha colado y el departamento gubernamental ha acabado aplicando la ley.

Molesta enormemente el desdén de la alcaldesa cuando habla del pago de los diez millones en cuestión: tranquilos todos, que tenemos dinero de remanentes y esto se paga sin pestañear, vino a decir hablando de una cifra que, por hacer una comparación comprensible, representa ni más ni menos que el 13 por ciento del presupuesto total del Consistorio para este año. Para ser una sorpresa la reclamación de Industria el Ayuntamiento demuestra una intuición digna de seguimiento, que los remanentes esos suman once millones, según supimos el jueves.

Cabría suponer que con la devolución del crédito, aunque fuera a tan elevado precio, y la decisión municipal de asumir en solitario los costes del edificio, aunque fuera también a tan elevado precio, se darían por terminados los problemas del edificio del Cide, pero mucho me temo que no va a ser así, que el riesgo de acabar la obra (si se diera el caso) y no tener inquilino definido sigue presente.

Sí, si, estuve en la presentación aquella a la que vinieron los mandatarios de la Universidad Rey Juan Carlos a asegurar sonrientes su compromiso de trasladar a Segovia su Instituto de Danza y otros “proyectos tecnológicos”, pero lo cierto es que hasta ahora no he visto ese compromiso plasmado por escrito ni se conoce nada del estado de las negociaciones para rubricarlo algo que, teniendo en cuenta la política de comunicación de este Gobierno, hace sospechar directamente que no hay nada tangible a fecha de hoy.

Ojo, que la opción no es fácil. En el proceso intervienen muchos condicionantes, empezando, claro, por la voluntad de la Universidad madrileña con la que hay que alcanzar, ojo, un acuerdo satisfactorio, y de lo que hablo es de dinero, pero también necesita la colaboración firme de la UVa, al menos para no dificultar la llegada de la “competencia” y, lo subrayo siempre porque me parece importante, el beneplácito de la Comunidad de Madrid, dueña absoluta de los destinos del Instituto de Danza.

Bah, trate de no preocuparse demasiado. Piense que, una vez desvinculados del Ministerio y de sus exigencias, del corsé del Plan Avanza y quizá hasta del cumplimiento de las características concretas con las que se concibió el edificio del Cide pueden ampliarse sensiblemente las posibilidades de uso del inmueble y lo mismo ahí cabe, yo qué sé, es un suponer, un gran Instituto de la memoria histórica, tan necesario; o una sala de teatro contemporáneo experimental, con mucha tecnología y sensibilidad, claro; o alguna otra ocurrencia. Será por ideas.

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