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La hipérbole rutinaria

El cantante Dani Martín ha hecho historia al completar el aforo para hacer ocho conciertos en el Wizink Center (antiguo Palacio de los Deportes) en otoño de 2025. El árbitro Gil Manzano cometió un error en el último segundo del partido entre el Valencia y el Real Madrid que quedará para la historia. Cinco planes inolvidables que no puedes perderte este verano. La serie de Netflix que te romperá todos los esquemas en 2024. Madrid hará historia al llevar la Fórmula 1 a la ciudad a partir de 2026…

Así podría seguir durante horas. Enmarañados en la necesidad de generar contenido y clics a cada hora, ya sea un medio de comunicación, una marca o una persona, vivimos en una exageración continua en la que parece que estamos jugando una final de algo todos los días, ganando o perdiendo según se dé la ocasión, convenciéndonos de que, si faltamos a un evento o no nos sumamos a la última tendencia, estamos desaprovechando una oportunidad que no se dará más.

Convertimos todo en «histórico» porque la digitalización de nuestra vida ha traído adosada como una bomba lapa la capacidad de olvidar y de no masticar la información con calma. Hay tanto que contar que, si de entrada no se exagera, nada tendrá su ‘merecido’ protagonismo. Todo llega y se va con la misma rapidez, y cuando queremos asimilar una vivencia, una serie o una noticia, ya han aparecido otras que aplastan lo anterior con las dos manos. En la política, sin ir más lejos, lo saben: sólo hay que aguantar la tormenta un par de semanas si lo has hecho mal, que ya vendrá otro a sustituirte y nadie te recordará. En una legislatura de cuatro años, los primeros tres casi ni cuentan a la hora de decidir el voto.

La sobreinformación, los contenidos compartidos en WhatsApp sin filtro, los mensajes que nos mandan las marcas avisando de que nuestra vida será mejor si las elegimos, las series en las plataformas que deglutimos del tirón en un fin de semana, las publicaciones de las amistades en Instagram recordándonos que todos nos lo pasamos maravillosamente… Nos somete a una permanente actividad de procesamiento de información que nos sobrepasa. Si algo no nos llama la atención en los primeros segundos ya no le damos una oportunidad, hay tanto que ver que no se puede perder el tiempo. En el cine nos pensamos si ver una película en una sala porque dura dos horas y media y es excesivo, en la literatura nos decantamos por libros que tienen capítulos cortos, en la música un disco ya apenas pasa de los cuarenta y cinco minutos, y grabar un doble CD es impensable, nadie te escuchará hasta el final.

La cultura de la brevedad es sinónimo de ignorancia y por extensión de facilidad para ser manipulados. Nos hemos quedado anclados en el titular espectacular, en lo superficial que se apoya en el entretenimiento por el entretenimiento, en la hipérbole que trata de engancharnos al segundo para generar una expectativa que probablemente no podamos ni cumplir, con la consecuente insatisfacción. No fuimos educados para ello cuando el universo entero empezó a caber dentro de un teléfono móvil: aprendimos a base de probar, de experimentar y de hacer lo mismo que el de al lado. Nadie nos guió.

Todos sabemos dónde está el problema, pero no cómo afrontar una solución que es mucho más compleja que una frase hecha relacionada con la educación desde los colegios, pero al menos si ponemos el tema encima de la mesa y no miramos a otro lado puede ser un buen comienzo.

Siento no haberles traído hoy ninguna anécdota como en semanas anteriores, queridos lectores/as. Aún no estoy preparado para contarles el «histórico» día que me comí un plato de cochinillo que era para el «inolvidable» Pedro Delgado.

Feliz domingo.


Author: Alberto Martín

Profesor universitario y escritor

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1 Comment

  1. Tan real que asusta. Vivimos sin vivir.

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