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Feliz día de Reyes Magos

Todos tenemos un día que recordamos con nitidez como aquel en el que descubrimos que los Reyes Magos existen. Antes hay que pasar por incómodos trámites, como hacer creer que eres muy mayor y que ya te has enterado de que no es más que una tradición, o seguirle el juego en el colegio al típico niño resabiado que quiere dar por error la primicia de que sus majestades son los padres.

En mi caso descubrí que existían cuando tenía doce años, en 1994. Por aquella época, uno de los barrios donde siempre había que estar —porque podían pasar cosas divertidas— era el de san Millán, donde convivían dos salas de recreativos (Party y Láser 3) y un espacio en Fernández Ladreda (que me perdone la Ley de Memoria Histórica) de apenas cuatro metros cuadrados que nadie sabía si tenía otro nombre más concreto que no fuera ‘la patateria’, local regentado por una señora llamada Pepa a la que cedíamos gustosos nuestras propinas a cambio de patatas fritas y otras chucherías. Mi amigo Rafa y yo pasamos como cada día de Navidad a buscar nuestro botín habitual y Pepa nos dio una noticia que no debíamos compartir con nadie más, y que a esa hora debía saber toda la ciudad menos nosotros dos: estaban buscando chavales para acompañar a los Reyes Magos en la cabalgata y para colmo pagaban 3.000 pesetas.

Melchor, escoltado por dos de sus pajes.

En aquellos años no existían las agencias de verificación de noticias y las ‘fake news’ viralizaban boca a boca a su ritmo, sin prisa, no apresuradas detrás de una pantalla. ¿A quién le importaba comprobar la información? Pagaban tres mil pelas por salir en una cabalgata, me daba igual haberme enterado ya de que los Reyes eran los padres. Fuimos corriendo a apuntarnos y al llegar a la oficina una señora con cara de desear ferozmente que acabara la Navidad nos dio dos tortazos de realidad: sólo quedaba sitio para uno y nos podíamos olvidar de cobrar el dinero porque era un rumor. Quien quisiera formar parte de la cabalgata ya podía hacerlo por amor al arte. Rafa dijo que no salía y yo me quedé delante digiriendo la decepción: esas tres mil daban para muchas partidas, cromos y bolsas de guarrerías; ya contaba con ellas. En mi cabeza tenía previsto negarme y terminé diciendo que sí, que allá que iba yo. Avisé a mis padres de que debíamos comer pronto el cinco de enero porque nos habían citado a las tres de la tarde, no quería que la expedición partiera sin mí. Engullí la comida como un pato y a las tres —nunca fui tan puntual— me planté en el lugar indicado. Llegué casi el primero, pregunté por los Reyes y me dijeron que ahora venían, pero hasta las seis no los vi. Me disfrazaron con una túnica blanca que igual hubiera valido para ser monaguillo y me endosaron un mástil de madera con piruletas pegadas que debía llevar como si portara un cetme en el desfile militar del Día de la Hispanidad.

Saludé a los Reyes Magos. Baltasar me dio una palmada en el hombro, me guiñó un ojo y me dijo que les esperaba una noche muy larga. «Fanfarrón», pensé, tú a las doce estás durmiendo tan a gusto en tu casa con la familia. La ciudad nos esperaba, daba igual el frío. Una vez que nos pusimos en marcha tuve mi primera duda: «¿cómo iba a ser mentira algo que despertaba tanta ilusión?» Yo desfilaba mirando las caras de la gente y me costaba identificar si había más alegría en los pequeños o en los mayores. Todos saludaban a los Reyes con las manos bien arriba, señalándolos a su paso y recogiendo los caramelos que lanzaban. En ese momento me alegré de haber participado, hasta entonces siempre había estado en el otro lado y no me había fijado en la felicidad que envolvía las calles por las que pasaba la cabalgata. Al llegar al Acueducto, Melchor, Gaspar y Baltasar recibieron a algunos niños y sus acompañantes dimos por finalizada nuestra misión, pero antes de quitarme la túnica Baltasar me llamó, me acerqué y me deseo «Feliz noche de Reyes» con su sonrisa gigante.

Ya de noche, sin el dinero en el bolsillo y contento con la experiencia, me quedé dormido muy pronto, pero sobre las cuatro me levanté a beber agua. Pasé por el salón y noté una corriente fría, la ventana estaba abierta y junto al árbol se distinguía por la luz que entraba de la calle la figura de un hombre vestido de forma extraña. No podía ser mi padre colocando los regalos. Al ir a encender la luz, Baltasar me dijo que no lo hiciera, que se perdería la magia y que a mí no me hacía falta verlo para creer en ellos, colocó varios paquetes más debajo del árbol y se despidió diciéndome que el año que viene nos veríamos de nuevo. Dos segundos después perdí el rastro de su silueta, ya no estaba en mi casa. Me asomé a la ventana y a lo lejos lo vi subido a su camello, levantó la mano despidiéndose sin girarse, sabía que lo observaba. Cerré la ventana y volví a la cama. Ya por la mañana, al grito de «¡que han venido los Reyes» me desperté, abrimos los hermanos los regalos rápidamente y comprobé que estaba todo. «Aquí hay un sobre con tu nombre» dijo mi madre. Me lo dio, pregunté si alguien de mi familia lo había dejado ahí y todos lo negaron. La letra era muy extraña, pero ponía mi nombre, Alberto. Lo abrí, dentro había tres mil pesetas en billetes nuevos. Daba igual la cifra, era lo de menos, sé que fue su manera de decirme que ahí estaba él, Baltasar, y que era real. Me sentí un privilegiado descubriendo la verdad, que los Reyes Magos existen, y no se lo conté ni a mis amigos, nadie me creería. Preferí dejar que cada uno se entere en su momento. Será mejor así…

Feliz noche de ilusión y de Reyes, queridos lectores.


Author: Alberto Martín

Profesor universitario y escritor

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14 Comments

  1. Feliz noche de Reyes. Su artículo es una maravilla para el lector.

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  2. Muchas gracias por leer el relato y sobre todo feliz noche de Reyes para usted también, Toño.

    Saludos.

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  3. Feliz noche de reyes “fanfarrón”
    Yo no recuerdo cuando lo descubrí aunque nunca he dejado de creer en la magia de estos días.
    Gracias por estos artículos.

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    • Jaja, me encanta esa palabra.

      Gracias a ti por pasarte por aquí y seguir creyendo en los reyes. Seguro que si haces memoria te terminar acordando. 😉

      Un abrazo.

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      • Qué relato más bonito! Hoy es una noche mágica!

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        • ¡Y que sea una noche estupenda para usted, Ana! 🙂 Muchas gracias por leer este artículo.

          Saludos.

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  4. Qué maravilla. Feliz noche de reyes.

    Nunca perdamos la ilusión.

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    • ¡Feliz noche de Reyes para usted también, Frutos!

      Encantado de tenerlo por aquí hoy.

      Saludos.

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  5. Feliz Noche de Reyes.

    Buen artículo. Enhorabuena.

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  6. Los reyes hacen magia con la ilusión, los pajes con los regalos y tú con las palabras. Precioso artículo. Gracias Alberto. Un abrazo.

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    • Otro abrazo grande para ti y que el 2024 sea un año lleno de buenas noticias que celebrar, Paola.

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  7. ¡Qué bonito, Alberto! No me lo esperaba… a mí también me pasó algo parecido y esa ilusión nunca se pierde. Además, 2X1 por ser mi cumpleaños un día tan especial como el 5 de enero

    ¡¡¡Felices Reyes a todos!!!

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    • ¡Muchas gracias, Guti! Un placer leer por aquí y con un día de retraso, muchas felicidades. Feliz Día de Reyes para ti también.

      Saludos.

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