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Patrocinios deportivos

Este es un país en pelea permanente por el patrocinio deportivo. Un país en el que ni las condiciones y contextos normativos lo han facilitado ni la mentalidad de los empresarios les ha llevado a apostar por proyectos deportivos interesantes. En otros lares funcionan mucho mejor y a los hechos -rendimientos deportivos- me remito. Si hablamos de que en España la cosa está complicada (vean la situación de cualquier equipo, de cualquier liga y en cualquier deporte) qué decir de Segovia, donde el expolio de Caja Segovia, con la indecente forma en la que sus últimos gestores asfixiaron  la entidad, arrojó un panorama tal que en su derivada deportiva obligará a una peregrinación por el desierto de la que será difícil encontrar agua a corto plazo.

Partimos de un par de premisas básicas que obstaculizan enormemente la posibilidad de trenzar acuerdos de patrocinio deportivo.  Comenzando el análisis por la perspectiva del club que solicitad el apoyo, hay que reconocer que durante años casi todos vivían bien al cobijo de Caja Segovia, que cubría los mínimos, sin excesos, pero sin agobios y las franquicias deportivas no tuvieron que idear ambiciosos planes. Salvo excepciones, hubo una ausencia absoluta de proyectos coherentes, lógicos, plausibles, escalonados y bien planificados.

En Segovia, los clubes, acuden a las empresas a ‘pedir dinero por publicidad’ (vallas, calendarios, impresión en ropa…) esperando un acto altruista y bondadoso de la empresa. Casi nunca se ha hablado de proponer decididamente una idea que cuente con arranque, desarrollo y previsible llegada, identificando y cuantificando igualmente sus respectivas estaciones intermedias . Al patrocinador no se le suele plantear un auténtico escaparate, una verdadera posibilidad de negocio en esa inversión: motivos cuantitativos, prestigio de colocar su nombre en buenas prácticas, efecto de aparecer su nombre fuera de las fronteras segovianas… o cualquier otro foco interesante en lo económico o reputacional.

Y ahí aparece el otro lastre. Tenemos una clase empresarial que sigue observando la publicidad como un gasto, como algo que, si las cosas van bien, se pueden permitir en alguna medida, pero que en cuanto decaiga algo el panorama económico -y no digamos tal y como está en los últimos años- les parece un sacrilegio total la simple posibilidad de plantearse estas aportaciones, que entienden a fondo perdido y de difuso retorno. No hablo de una tienda pequeña, que realiza con esfuerzo una entrega de 60 ó 70 euros para un club amigo, esas me merecen un gran aplauso y no requieren una visión empresarial tan exhaustiva; sino de empresas fuertes, que en Segovia también las hay, que facturan mucho dinero, millones de euros y para los que vincularse a un club de su tierra, a una iniciativa deportiva o un evento concreto, tendría unos beneficios extraordinarios en casi todos los apartados que le afectan, como el arraigo en una localidad, el reconocimiento o la imagen pública, su vinculación a unos valores concretos… etc. Pero claro, esto es Segovia, una ciudad en la que, como me dijo una vez un colega y amigo, no debemos engañarnos, pues aquí todos militamos en Tercera División: en el fútbol, en el periodismo y en las empresas. Así nos va.

Author: Opinion

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