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Mártir del deporte

Con la salud alicaída, acudí al médico a principios de primavera… Me duele esto, me duele aquello. A mis (ejem) treintaypocos años, empezaba a parecerme a cierto colega segoviano al que le preguntas, ¿qué tal? e invariablemente te larga una clase sobre lo mal que está su duodeno, escabrosidades acerca de las entrañas maternas y si ese vértigo no será síntoma de tu-ya-sabes… El colega, excelente persona pero hipocondríaco a más no se puede, baja la cabeza pesaroso y concluye su cansina exposición con un pesimista “no me dicen lo que tengo, Luis”.

Running

Pero ahí sigue, más sano que un yogurth, en tanto yo mustio de esto, lo otro… “Cuídate, haz vida sana”, diagnostica el médico del seguro. Eso en abril. Y yo que decido hacerle caso y me prescribo unas tandas de bici y pádel. Cuando ya iba afinando con el pádel, trinco la bici y me lanzo por la cañada. Así, a lo valiente. En agosto me crují el culo. Salí volando con la rabadilla hecha un cisco… ¡Qué dolor! Un mes de anti-inflamatorios, sometido al perverso ciclo de Omeoprazol, calmante e Ibuprofeno, bromas del peor gusto y un humillante cojín de parturienta para asentar mis reales… En fin, lo propio.

Sintiéndome mejor, decido volver al pádel. Para lo cual me reclutan tres maromos que llevan cinco años arreando raquetazos (les falló el cuarto y estaban dispuestos a aceptar lo que sea). Por supuesto, me dieron de lo lindo. Tres días de agujetas. Lo mejor es que salí vivo de un pelotazo en las partes. Fue así. Besa que se va a la red, globo que no sale y el rival levanta la raqueta para empalmar el smash de su vida.

La pelota salió a 180 km por hora. Estoy vivo, pensé al sentir un agudo dolor a un centímetro por encima de las partes. Lo peor la cara de pavor que ponía el compañero… ¡La leche que lo he castrado! –exclamaban sus ojos, viéndose ya declarando en la Comandancia y sujeto a un pleito por mutilación. No compadre, si me lees, que sepas que todo va bien y no meo sangre (de momento).

Total que, reflexivo que es uno, me da por pensar si no nos habremos equivocado en algo. No sé si se han fijado en el auge del running. Ya sea mañana, tarde o noche, por las lindes trotan tropecientos maromos enfundados en licra. Son la pesadilla del médico. Según me fisuré el culo, el doctor me dijo que yo era el tercero del día, un leñazo de corredor, otro esguince por partido de solteros contra casados, y un servidor. Será el paro, o la dopamina que genera el esfuerzo, una suerte de droga endógena, inocua pero adictiva. El caso es que los cuarentones ahí andamos, todos ávidos de la dosis ni que sea expensas de machacarse las articulaciones, que es lo que va a pasar. Toda una quinta con reuma hasta en los ojos.

Hombre sabio y conocedor de los problemas modernos, Pablo Montalvo, cura del pueblo, organiza senderismo familiar cada mes. Un éxito, al evangelio por la cuesta. También triunfan los cicerones serranos, grandes aficionados a la montaña que guían a grupos en excursiones andariegas. Juan Pedro Aragoneses presenta nueva entrega de Paseos por la Sierra. No se extrañen si un servidor, ahora que la dieta Dukan anda en horas bajas, pego el pelotazo de la vida y me encumbro de escritor. Ahí es nada, salvaré la salud pública con el truco del almendruco. Ni genéricos, ni copagos ni recortes. De Castilla, para el mundo, el único método infalible de adelgazamiento y confort: la Dieta del Cucurucho.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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