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Cuento de Navidad

Querida hija, cuando tenía tu edad, no me contaban cuentos porque vivía en uno. Dormía en un armario abuhardillado con una ventana en el techo desde la que veía una montaña con forma de mujer. Me ponía una bolsa en el culo y me deslizaba por una cuesta de barro o nieve para ir a un colegio que había hecho mi padre. A los profesores les llamábamos Hermanos. En el recreo salía a un pinar con huellas de lobos y romanos. En una charca verde empezaba una tubería por la que gateabas hasta llegar a los muros de un castillo que Disney construyó 700 años antes de nacer. Después de clase, volvíamos por un camino que llamaban “de la muerte” y que acababa en una montaña con tres cruces de piedra junto a un olmo en cuyos huecos crecían las setas y los interviús. El mismo cordero del Belén estaba en el horno el día después. En verano estrenábamos los abrigos y en invierno nos bañábamos en los ríos. Cuando recibía una postal de Navidad, la ponía al lado de la ventana nevada con siluetas de campanarios y cigüeñas encima de los arcos de la sed petrificada. Ninguna ganaba la comparación. Iguálamelo tú, Harry Potter.

Una tarde de diciembre, un Hermano me pasó a su despacho y me preguntó si había recibido la llamada de Dios. Recuerdo la pregunta, pero no la respuesta. Recurrí a mi padre, que era menos que Dios, pero más que un Hermano, y me dijo que esa llamada ni se produjo ni se la esperaba. No se volvió a hablar más del tema.

No te he contado que en aquel cuento también teníamos grinches. Cuando Papá tenia tu edad, había señores que querían cargarse a los buenos con pistolas y bombas y tanques. Intolerantes que se creían mejores y querían acabar con los distintos. Los amigos del abuelo acabaron con los chulos del águila y los de Papá, con los asesinos de la serpiente. Los hijos de aquellos golpistas y terroristas hoy están en la política, hablando, sentados y, aunque Papá resopla y retira la mirada cuando les ve en la tele, por mucho que lo oigas, no van a volver a matar ni dar otro golpe de Estado. En este país lejano en el que vivimos, convivimos.

El abuelo y yo solo volvimos a hablar de Dios poco antes de que tú nacieras. Él estaba muy enfermo en un hospital y entró un cura para “visitarle”. “Pásese cuando esté mi mujer, que estas cosas las lleva ella”, le contestó.

Ahora que has empezado a ir a catequesis, es bueno que creas en Dios, y si en algún momento, dentro de muchos años, tienes dudas, vive como si no existieran (las dudas, no Dios). Un señor más listo que Papá dijo que dejar de creer en Dios es mala cosa, pero llegado ese momento, es mejor creer en algo que no creer en nada, de ti depende en qué. Ten cuidado porque hay políticos que se han vuelto curas y te dirán qué sentir y qué pensar y te preguntarán si has recibido la llamada de España o del progreso o de la libertad. Algunos se disfrazan de elfos, pero tienen el alma de los viejos grinches que quieren acabar con la convivencia de la Navidad para mantener su trabajo.

No te creas que lo que cuentan es tan nuevo. Solo son nuevos los cuentacuentos. España lleva rompiéndose 40 años. Siempre tuvimos el peor presidente de la democracia. Cada año, por primera vez, nuestros hijos vivirán peor que sus padres; cada Navidad decimos que la democracia está en peligro y que se insulta más que nunca y resulta que todo vuelve a florecer porque los diferentes nos empeñamos en vivir juntos, porque nos volvemos a ilusionar, porque hay gente que trabaja en lo que cree y en lo que sabe hacer. Y porque tú no heredarás nuestros errores. No te diré que preguntes a tu padre cuando vengan las dudas porque hay que vencer la tentación de creernos dueños de las cosas buenas: la democracia, la libertad, la convivencia y tú, que eres más maja que un gorrino, no nos pertenecen, les pertenecemos.

Te quiero más libre que mía. Y porque, además, harás lo contrario de lo que te diga, como Dios manda, pero procura distinguir las voces de los ecos. Si tienes dudas, querida Veguita, yo te diría que la verdad, cuidar a quien quieres y hacer las cosas convencida, es un Dios que dura toda una vida. Feliz Navidad.


Author: Gonzalo Vázquez

Periodista

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7 Comments

  1. Un placer leerle, Gonzalo.

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  2. Todo un viaje a nuestra infancia.

    Es una pena que se estén perdiendo esas tradiciones

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    • Incluso no compartiendo buena parte de la ideología que conlleva el cuento, reconozco que es de lo mejor que se ha escrito en “el acueducto2”.
      Enhorabuena!!!

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      • Enhorabuena por ese cuento de Navidad que nos traslada de nuevo a una época feliz.

        Seguro que los amargados de turno, tratarán de aguarnos la fiesta y de convencernos de que hay que acabar con nuestras tradiciones.

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  3. El buenrollismo y el falso Progresismo, caldo de cultivo del que salen tiburones (nuevos dictadores) capaces de todo, que al autor le parecen adorables. Hasta que le devoren a él y a los demás.

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    • Segovianadas, haga vd. un relato tan bonito como este con “lo suyo”, a ver qué le sale. Jjjjjj.

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  4. Precioso artículo que a muchos nos trae aromas de la niñez. Lástima de no haber sabido lo del escondite del olmo hasta ahora.
    Feliz Navidad.

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