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Adoquines de la memoria ciudadana

Hace pocos días hemos asistido a una ceremonia insólita en nuestra ciudad: la de la colocación de cuatro adoquines conmemorativos de otros tantos segovianos que murieron en los campos de exterminio (que no de concentración) nazis. Es una tradición ya consolidada en Alemania, donde los llaman stolperstein, que literalmente se traduce como piedra de tropiezo, y que sirven para recordar a los asesinados en dichos campos -no solo a los hebreos-. Berlín está cuajada de ellos.

Me hubiera gustado saber más de esos cuatro segovianos, que solo fueron presentados como republicanos españoles exiliados. Más que nada porque es bien sabido que en ambos bandos contendientes en la última guerra civil hubo gentes de toda condición, buena y mala. No fue lo mismo un combatiente en el frente que un asesino y ladrón de retaguardia, que también los hubo. Me contaba mi buen tío D. Manuel de Luxán, artillero, que al acabar la guerra le tocó defender a un acusado de varios crímenes, el cual, al concluir el consejo de guerra que le condenó a muerte, declaró galanamente haber asesinado a noventa y nueve burgueses, y que lo único que lamentaba era no haber matado a su víctima número cien. En fin.

Parece claro que personas de esa catadura y de esa conducta, por muy republicanos que fuesen, no deben ser recordados en nuestras calles. Y por eso conviene afinar bien a la hora de dedicar un recuerdo callejero. Así se hizo, con buen criterio, en la placa-poste que, en la Calle Real, ante la vieja Cárcel Real, memora a los segovianos que padecieron la represión franquista por haber defendido la República y la Libertad. Es una dedicatoria bien escogida, porque diferencia sutilmente entre buenos y malos, ya que entre aquellos represaliados es obvio que no se pueden contar a los entonces miembros del Partido Comunista de España, gente aguerrida y firme en sus convicciones, sí, cierto, pero que en manera alguna defendieron ni a la República ni a la Libertad, porque ellos estaban a otras cosas, precisamente a las que ordenaba el camarada Stalin, el más sanguinario dictador soviético -y uno de los más sanguinarios dictadores de la historia mundial-.

También me ha llamado la atención la ausencia de estos adoquines para los segovianos liquidados en los no menos terribles campos de exterminio soviéticos, en la Vorkutá siberiana, por ejemplo. ¿Los hubo? Seguramente. Y no me refiero a los combatientes de la División Azul que cayeron prisioneros -cuyo suplicio durante más de un decenio, con el capitán Palacios al frente, es conocido-, sino a los republicanos exiliados que se refugiaron en Rusia tras nuestra Guerra Civil, y que, desengañados y disconformes con el estalinismo, fueron depurados y represaliados, y acabaron también en Siberia. Convendría investigar más en esa dirección.

Por cierto, en una de mis estancias en Moscú, me encontré con un excelente ejemplo de reconciliación y de buen criterio y uso de la memoria. En un gran parque de los alrededores de la ciudad, el Parque de la Victoria inmediato a un gran monumento dedicado a los generales que vencieron a Napoleón, un pequeño pero señero monumento está dedicado, en ruso y en español, a la memoria de los combatientes españoles en la Gran Guerra Patria -que nosotros llamamos la Segunda Guerra Mundial-. En este monumento se recordaba por igual a los españoles del Ejército Rojo, y a los españoles de la División Azul. Bien hecho: todos ellos fueron gentes que defendieron sus ideales con las armas en la mano, y que merecen ser recordados por igual.

Volviendo a los adoquines de la memoria, nombre quizá más adecuado a nuestra lengua y al propósito que llevan implícito, creo que es un buen medio de perpetuar la historia de las gentes segovianas, colocándolos ante aquellos lugares en que nacieron, vivieron o murieron. Es un sistema bueno, bonito y barato, que en nada perjudica la imagen del caserío histórico.

¡Adoquines para todos nuestros antepasados que lo merezcan! Eso sí, como antes sugería, habrá que hacer una cuidada selección de esos personajes: por ejemplo, los regidores que proclamaron a Isabel la Católica; o los caudillos comuneros e imperiales -habrá que recordar también a estos leales, muchos de ellos segovianos-; o tantos escritores y artistas; o tantas personas devotas que contribuyeron al ornato de nuestras iglesias y templos; o aquellos alcaldes y munícipes que, ya en las dos últimas centurias, hayan tenido iniciativas felices o acciones señaladas en bien de la ciudad. Y también tantos visitantes ilustres…
Siempre con respeto al contexto histórico del tiempo y de las circunstancias en que vivieron, pero a la vez cuidando siempre de evitar incluir entre los homenajeados a aquellas personas polémicas que merezcan la censura de nuestros conciudadanos… El criterio ha de ser siempre el de hacer buena memoria de aquellos que se señalaron en pro de la ciudad y en la defensa de las libertades, a la que siempre hemos de atenernos.


Author: Alfonso Ceballos-Escalera y Gila

Doctor en Derecho e Historia. Concejal de Vox en el Ayuntamiento de Segovia.

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9 Comments

  1. Cualquier persona asesinada en una Guerra cruelmente tras torturas merece un respeto y un reconocimiento, al menos para que eso no vuelva a suceder jamás, sea del bando que sea. Lo que aquí y ahora se trata es de recordar únicamente que los de Izquierda son los buenos y los de Derecha los malos. Jamás verá en ningún lado, un adoquín que ponga:”aquí nació el obispo tal que murió en agosto de 1936 asesinado por el comunista tal y el socialista tal, tras arrancarle todas las uñas, pasearle por las calles con una cruz a cuestas, abrirle vivo la barriga y echarle gasolina para prenderle fuego vivo mientras el obispo les perdonaba y los otros se tronchaban viéndole arder hasta morir” Descuide que jamás habrá adoquín de memoria para ese. O como usted dice, para los republicanos exiliados en Rusia que fueron torturados y asesinados por Stalin. Se trata de memoria selectiva, reivindicando y criminalizando al otro. Igual que con Franco había placas y monumentos a las víctimas franquistas. Ahora se instalan para honrar a comunistas, socialistas y anarquistas de la época. Y no eran unos angelitos muchos de ellos, tampoco, precisamente.

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    • Atrocidades siempre x todos los bandos, en una guerra no hay buenos nunca. Pero lo importante aquí es que x lo que dices en tu comentario, creo q deberías ir a ver a un psiquiatra o algo xq estas, como estas.

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    • Quizás el que deba ir al loquero eres tú. Amigo Sigmundo.

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    • De nuevo un extraordinario artículo de D.Alfonso, persona documentada y suficientemente ilustrada.

      La clave de todo es lo de siempre…

      Se trata de homenajear a los unos y demonizar a los.
      otros.

      De contar una milonga que haga parecer buenos a una parte de los que participan en la contienda, pese a que hayan hecho como mínimo las mismas barbaridades que los otros.

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  2. Muertos inocentes hubo en los dos bandos. La Memoria Histórica no debe aprovecharse ni por hunos ni por hotros. Muchos murieron sin combatir y sin estar en un bando. Esos deben merecer nuestro respeto. Hubo gente que mató y que buscó su muerte. El rencor no es bueno. Y no es cuestión de olvidar y perdonar (eso no ocurrirá nunca) sino de evitar y gestionar esos errores que se cometieron.

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  3. Muy ‘noble’ se le ve. Esta es una iniciativa sobre determinados asesinados a nivel mundial. He podido ver adoquines en distintas ciudades y paises. Y, usted, lo sabe. Proponga usted otros y punto, aunque, como también sabe desde hace décadas monumentos religiosos católicos y otros lugares recuerdan a otros.
    A veces la nobleza eXcasea.

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    • Gente como usted garantiza otra Guerra Civil. Marqués de los Hunos.

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      • La guerra la buscan ustedes, dos no se pelean si uno no quiere, por mucho que saquen a la calle a Aguirre o a Smith a provocar, se tendrán que aguantar las ganas de guerra, pues el camino a la paz no es el de la violencia

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