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El final de las cosas bonitas. (Homenaje a Shout XL y otros)

ShoutXL-silueta1(g)Hay cosas que me ponen de muy mal humor y una de ellas es que me quiten mis lugares de esparcimiento. ¿Sabe? Me refiero a ese garito al que uno entra, atribulado o contento, en el que uno tiene claro que está en casa y no necesita buscar el mando de la tele ni mirar quién está pinchando porque la música es exactamente la que quieres oír —no lo sabías cuando entraste— y la bebida está puesta en la barra antes de que llegues a ella.

Usted tendrá el suyo. A mi me pasa con los Shout, en la calle de los bares. Está el de toda la vida. Pequeño, pero matón, con el mejor archivo musical de todos los tiempos que conozco, con el Jack Daniel’s a la temperatura exacta y mire, siempre con caras amigas, hasta cuando Juanfran Martín, el jefe, anda con los dolores esos que tanto le encabronan. (O ha perdido el Madrid).

Acumulo años de anécdotas y momentos marcados a fuego en la memoria de ese lugar en el que me he codeado con personajes de postín —¡Ay, Esther Cañadas! Aquella noche me prendaron tus ojos— pero también con todos, digo todos, los que tienen alguna inquietud cultural en esta ciudad. Bueno y otros que simplemente, se divierten. Es fauna variada en edad y condición y eso me gusta.

Y eso sin olvidar la parte profesional que, fíjese, en sitios como ese he pillado hebras de hilo de los que, tirando, tirando, me han salido auténticas madejas informativas… Mucho mejor que cualquier gabinete oficial, donde va a parar. (Y más fiable).

Y estaba (aún lo está, todo el fin de semana en modo fiesta de despedida) el Shout grande, casi enfrente y con horario más ampliado, que no es una réplica exacta del otro, pero si su adaptación decorativa y de espíritu a las dimensiones y estructura del local. Esta fue la última aventura de Martín, que se decidió a abrirlo en 2013 con gran acogida de la parroquia, aunque al parecer, “la Nicanora” no canta como debiera y cuando las cuentas no cuadran… pues a cerrar. No hacen falta más razones, digo yo.

Le contaba esto, además de para hacer mi homenaje a quien lo ha intentado y encima me ha dado en el palo que me gusta —adiós Shout XL y gracias, que lo hemos pasado teta— para fijarme en la cosa del ocio nocturno, las zonas de bares y los odiosos botellones —me hago intransigente y no sólo por hacerme mayor, que también— que ya son una opción más de jovencitos, si, pero también de incipientes cuarentones para el ocio nocturno.

ShoutXL-escalera1(g)A ver, por partes. En la zona del casco antiguo, además del que le decía —¡Ay!—, me reportan, así sobre la marcha otros cerrojazos de establecimientos que seguro que le suenan: el antiguo Oasis, Camarote, Copa Bruja… Todos por culpa de la caja, que si hablas con los empresarios te cuentan que en el bar hay gente, pero la recaudación no va en consonancia.

¿Es declive de la zona o caída general del consumo de copas? Pues yo creo que ambas cosas, que el centro geográfico de la ciudad empieza a ser una alternativa más que potente, con nuevos y viejos negocios y que, ya se pueden poner como quieran las autoridades de turno, el recinto amurallado, cuando se va el último autobús de guiris, cierra hasta el día siguiente. Ya ni las cañas de la tarde son como antes. Imagine las copas.

Siempre que planteo ante esas gentes por qué no se ejercen políticas decididas de apoyo al ocio nocturno como aliciente y atractivo para el turismo y la pernoctación hotelera, el personal mira para arriba y silba… Demasiadas complicaciones por ruidos y patosos frente a vecinos con intereses claramente enfrentados a los promotores de bares. Así qué, ni meneallo y a las tres en fin de semana, las dos a diario, todos en casa. ¿Qué Segovia canalla, ni que canallo? Diría mi madre.

Tampoco se toca, de ninguna manera, el asunto del botellón al que nadie parece dar demasiada importancia una vez que se ha conseguido estabular al personal en zonas oscuras y ocultas —parece que si el ciudadano no ve, no siente— sin preocupar demasiado que se haga y quién participe. ¿Se puede o no se puede, legalmente, beber en la calle? Pues eso.

Los universitarios explotan otras variantes, que yo les he visto: salir bebido de casa. Se trata de hacer botellón, pero mejor que la calle, vale en cualquiera de los pisos de los estudiantes, especialmente los que están en los barrios. Cuando se acaban las botellas compradas en el Mercadona (o el que sea), después de la media noche, el búho les traslada al centro. Acuden a los bares, sí, pero solo a hacer vida social, que ya no consumen. Malo para cualquier negocio.

¿Qué estará usted pensando de mi? Si parezco experto en bares y copas y mire, estoy viendo a ver si con el pretexto del cierre del bar de Juanfran me escapo un rato y reverdezco laureles ya ajados.

Pero esta noche si. Voy a hacer un funeral a la irlandesa y si le apetece, siempre llevo un billete doblado en el fondo del bolsillo por si me toca invitar a un amigo. Me colocó allí, al fondo, cerca de la cabina, vigilando a Juanfran y con Vane siempre a la vista.

 

Author: Fernando Sanjosé

Segovia (1967). Periodista.

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