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La mano de González

La primera vez que vi a Felipe fue en un mitin en la plaza del Azoguejo, el 19 de octubre de 1982. Tenía 10 años, no entendí nada, pero volví con un globo y un padre ilusionado. Le cogí la mano porque todavía me daba miedo la oscuridad de los Jardinillos de San Roque y le pregunté: “entonces, ¿nos quedamos en Segovia?” La noche del 23 de febrero del año anterior mi padre amenazó a la tele con irnos a Bélgica y yo tuve varias noches de pesadillas infantiles con los coles y las coles de Bruselas, pero nunca me había atrevido a preguntárselo directamente. “Pues claro que nos quedamos, hijo”, dijo pinzándome la mano como un cangrejo. Y salimos a la luz de la acera y me contó cómo iba a ser ese hotel que estaba dibujando en su cabeza. Y aproveché, y me subí a su espalda.

El miércoles asistí al acto de Felipe y Guerra en el Ateneo de Madrid. Había expectación por oír las opiniones de los padres refundadores del PSOE sobre el “sanchismo”. Los inventores del Estado del bienestar español en Europa se presentaron en plena forma intelectual y solo en sus nombres había más socialismo que en todos los “socios progresistas”. Alfonso y González formaron el pelotón y apuntaron: “La paradoja es que nosotros permanecemos en los valores del partido, el disidente es el que cambia”. Y dispararon al globo de Sánchez hasta pincharlo: “No podemos dejarnos chantajear por una minoría en vías de extinción” (difícil estar en desacuerdo). Y, por último, vaciaron el cargador ante el cadáver: “Los que pierden elecciones no deben dar lecciones”.

Bendito derecho a la libertad de pensamiento y expresión y a no dar la mano al actual Gobierno, pero no hay derecho al “manotazo ad hominem”. Denota pelín de soberbia y nostalgia. Hablar de la peluquería de la Vicepresidenta le habilitaría a ella a decir que son declaraciones “sintrom ni son” y el Presidente podría contestar que tener un gobierno sin partido siempre es mejor que un partido sin gobierno, que los que le votaron ya sabían de lo que era capaz y que algún mérito habrá. Pero la amnistía bien entendida empieza en la casa propia, aunque sea más fea que purgar a un padre.

La crítica felipista, no es su culpa, alimenta la manifestación de hoy domingo “en defensa de la igualdad de los españoles”. De hecho, Feijóo, ex votante de González, sueña que le da la mano en la oscuridad y le entrega el globo de la (social)democracia(liberal) española. Feijóo no está solo, pero tampoco seguro. Le acompaña el PP pop de Semper y el PP rock de Ayuso. Cada uno de una mano. Y detrás Bendodo, como un tercero de Los del Rio. No hace falta ir al Congreso para ver karaoke. Ni siquiera DJ Pulpo. Y más atrás, como un manager musical, Vox, que no acaba de adaptarse a las batucadas y a veces se despista y pide disolverse por error, como si fuera una “mani de menas”. Eso sí, los insultos contra Sánchez serán ásperos como una letra de Barón Rojo: castigador y animal, peleón, perverso y audaz. El único barón rojo que estará.

Un 18% de los votantes socialistas estaba en contra de los pactos y cesiones de Sánchez a sus socios de mala fe y, sin embargo, solo hubo un 8% de transferencia de votos del PSOE al PP. El reto es pasar del relato al dato y el PP no lo consiguió. Por sobreactuación en Extremadura, por querer ganar debates sin ir y por mentir a la jeta a una periodista. “El efecto Feijóo” se quedó un poco “fake. Jo.” Ahora que parecía que después de Casado entraba el adulto en la habitación y a los seis meses ya están hablando de Juanma Moreno. Ser líder de partido con Sánchez se ha precarizado. Qué no espere un “Pageazo” o que cuatro diputados se rebelen porque está vez han sido escogidos por la mano de Sánchez. Eso sí, al líder popular siempre le queda “la cláusula Salomón”, aquella en la que cede quien más quiere a España antes de que se parta en dos, en este caso a través de unas abstenciones en la investidura. El PSOE sin Sánchez permitió la de Rajoy y el riesgo no era la amnistía o la consulta independentista. Eso es lo que piensa un padre. O una madre.

Ya sabemos que la identidad propia se genera por la negación del otro, pero eso solo no es suficiente. Todos los que se manifiestan hoy son “antisanchistas” pero Feijóo debería proponer algo más. Y para eso se necesita saber qué país quiere. Y antes que eso, qué partido tiene. Para dar seguridad e ilusión. Como la mano de un padre.


Author: Gonzalo Vázquez

Periodista

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5 Comments

  1. Aznar, González, Guerra, etc, para mí son cacatúas que deberían meterse en sus madrigueras, chochean y no dicen más que tonterías sin sentido. Simplemente recordarles que a Sánchez le echaron y fueron los militantes los que le auparon. Le guste o no al PP y a Vox, la mayoría de los españoles somos progresistas.

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    • Y habéis votado “progresar” a una dictadura de Izquierdas? Supongo que sí es tu respuesta. Felipe y Guerra, que son del Psoe, hasta que los echéis, dicen verdades como puños que jamás podrá decir el arribista golpista de Sánchez. Que miente como respira. Y tiene comprados a los suyos con carguitos, pagas y cuentos a cargo del déficit. Que es verdad que a la gente le gusta ser engañada, sólo hay que ver las últimas elecciones: Alguien dijo algo de que iba a haber Amnistía, independencia, condonación de la deuda de Cataluña, fin de la democracia?

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    • Con algunos de estos estuve en alguna ocasión hablando y, solamente la sensación de oirlos, daba una sensacion de tranquilidad y sosiego.
      Ahora es difícil hablar de política ni aun con la gente que no vive de ello, si uno es de izquierda, parece que nadie puede gustar de la derecha y viceversa, y desde luego antes era impensable ver un político delincuente confesó.

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    • Progresistas? Y amantes de nazionalistas? Y de terroristas? Y de indultar delincuentes del Psoe? Y amantes de golpistas? Parece que también, lo sois.

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  2. A Sánchez le echaron y los militantes le auparon, pero sobre una base de mentiras. No hubiera sido presidente nunca sino hubiera mentido, pero ha conseguido que el PSOE se llene de hooligans y no de militantes, y al que discrepa, a la checa. Poco orgulloso estaría de ese partido si fuese militante, simpatizanto o votante, las dictaduras, cuanto mas lejos mejor.

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