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Inquisición para las estatuas

¿Alguna razón por la que Machado deba ser desterrado del callejero de Sabadell (gobernado por la CUP)? Es la culebra opinativa del verano. Serracant, el alcalde, ya ha dicho que no. Qué cómo van a ofender a un republicano como Machado. Naturalmente, cabe pensar que si el autor de Campos de Castilla hubiera sido carlista otro gallo le cantara. Eso sí, en los hilos de debate ya hay quien ha dicho que, bueno, Machado no, pero un contumaz anticatalán como Quevedo

Me quedo con lo más preocupante, la existencia de “expertos”, se supone que historiadores con título y publicaciones, capaces de firmar con nombres y apellidos informes donde se baraja cambiar la calle Machado por españolista. Porque sepan los sabadellencs y ciudadanos en general, que con su dinero se sufragó un estudio municipal, que Serracant tal vez no es ducho en historia, pero de repartir prebendas y regalitos no parece muy diferente a cualquier otro cacicón de la pradera. Infumable. Y a lo que voy, la verdad es que siempre que he topado con un licenciado o doctor o cátedro en historia nacionalista (ya sea Español o Catalán) se me cae el alma a los pies. La disciplina lleva 50 años alertando de lo falaz de las lecturas históricas al servicio de proyectos políticos, pero ni caso. Entiendo que el vulgo expanda la especie de que Don Pelayo fundó España, país que legó a los indios y negros el esplendor de la lengua castellana, ¿pero historiadores de verdad aún en primero de topicazos?

Qué se le va a hacer. La democracia es lo que tiene; cualquiera puede ser cargo electo. Un principio irrenunciable aunque el elegido sea Trump (allá el que le vote). Más sustanciosa me parece la necesidad permanente de la izquierda de andar siempre buscando batallas simbólicas. Desfranquizar calles del exceso retórico de la dictadura es una cosa, ideologizar el callejero y configurarlo al gusto y manera del gobernante de turno, otra. Me pregunto qué sentido tendrá someter a juicios de “pureza ideológica” estatuas y jardines (como aquella otra cupayasada de apear a Colón por genocida de su estatua en Barcelona).

No tiene sentido. Y perder tiempo en estos debates es algo que no alcanzo a enteder. Acaso porque, para mí, la batalla simbólica, la imposición de una cultura políticamente aceptable, la permanente manipulación del pasado para justificar el presente, discriminar a este por escribir esto o dejarlo de hacer, no lleva a nada efectivo. No es operativo al objeto de gestionar mejor o peor algo. Un ejemplo a seguir, Francia. Allí he visto la buena costumbre de que si rebautizan una calle además de la placa oficial hay otra que pone, “antigua calle tal, y anteriormente pascual”. Eso sí que es memoria histórica.

Verán, para un tipo de derechas la gestión pública es priorizar gastos en función de ingresos. Punto. Para uno de izquierdas, la gestión es una metodología transformadora de la sociedad. Y aquí viene el problema, no es que yo esté en contra de transformar la sociedad, es que dudo que la administración pública tenga esa capacidad. Y si la tiene es en menor medida que otros ámbitos sociales (el mercado, la moda, la tecnología). Así pasa que cuando desde la ideología -las cosas deben ser así o asá- te enfrentas a la transformación del mundo te das cuenta de que el BOE es un papel, que lo que hay que hacer es regular de-ver-dad y a su través mercados, modas y tecnologías. Es decir, prohibir: Esto sí, esto no. Y ojo. No digo que no haya que regular mercados o tecnologías (eso sería volver a la ley de la selva). No. ¿Queda claro? No digo eso. ¿Entendido? Besa no dice: “no hay que regular los mercados (la tecnología, la moda, etc..)”

Digo que cuánto más ambicioso es tu proyecto transformador más cosas tienes que regular. Es así de sencillo, cuanto más maximalista es un proyecto de cambio de la sociedad más intervencionista, y cuanto más intervencionista más prohibir aquí, rebautizar allá, obligar acullá, hablar as@ o pensar as@. Y lo más triste, al final, tanta inquisición, tanto prohibir, enjuiciar, censurar o enaltecer para bien poco sirve. Miento, sirve para una cosa: para encandilar a los desdichados prometiéndoles el Jordán. Para el final, y como dijera el gran Cervantes (Miquel Sirvent, catalán de pro para los cupaires más… más… acérrimos) marcarse un “fuese y no hubo nada”. Ya lo verán.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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