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Francisco de Cuéllar, aventuras en pelotas

Esta es la historia de un cuellarano (o supuesto cuellarano) con más vidas que un gato. La del capitán Francisco de Cuéllar. Que sobrevivió a una condena a muerte, al naufragio de la Armada Invencible, a saqueadores de cadáveres, ladrones y piqueros ingleses. Cojo y semidesnudo cruzó Irlanda. Estuvo de esclavo encadenado en una herrería. Con ocho hombres y siete arcabuces defendió un castillo (con éxito) frente a “mil ochocientos ingleses rabiosos”. Pasó a Escocia, y de ahí a Holanda, donde volvió a naufragar y se volvió a salvar. Un año de aventuras que continuarían a lo largo de su vida. Capitán de los tercios de Flandes y de Nápoles. Se supone que partió rumbo a las Américas hacia 1607. No se volvió a saber de él.

Francisco de Cuéllar era un capitán español del que se cree que nació en Cuéllar, por llevar el apellido, y por sus invocaciones a la Virgen de “Ontañares”, probablemente, Hontanares. Es famoso por la hoja de servicios que remitió al Rey, volviendo del desastre de la Invencible y que tituló Carta de uno que fué en la Armada de Ingalaterra y cuenta la jornada el brillante comportamiento del Capitan del San Pedro, Don Francisco de Cuéllar, el que hubo de ser ahorcado, que naufrago en Irlanda y fué de los pocos que escaparon con vida á traves de un cúmulo de peripecias, que como él mismo apunta, podrian servir de motivo á un libro de caballerías.

Era un militar de rango, con experiencia en las guerras de Portugal de 1581, que en 1588 es nombrado capitan del galeón San Pedro, uno de los 20 de entre los más de 154 navíos enviados por Felipe II a invadir la Pérfida Albión. Ocho mil marineros y 19.000 soldados. No fue bien. Tras diversas dudas los españoles se echaron al Canal de la Mancha, siendo superados por una combinación de factores, esencialmente la mayor maniobrabilidad de la armada inglesa en circunstancias climáticas adversas.

Naufragio en Irlanda

Tras recibir de lo lindo de los ingleses, pero aún con capacidad ofensiva para intentar la invasión, Medina Sidonia se encontró con la oposición de algunos capitanes, que se negaron a reagruparse y, a la postre, forzaron al grueso de la flota a tentar un arriesgado regreso a la península bordeando Inglaterra por el Norte. Por tal insubordinación se ahorcaron capitanes y ya en el Mar del Norte, el San Pedro rompe la formación, obligándose a Francisco de Cuéllar a desplazarse al San Juan, donde por insubordinación se le condena a la horca.

En su memorial Francisco se escandaliza de que, tras su heroico papel en Calais, se le infamie con la horca, más por cuanto asegura que cuando su buque rompió la formación él dormía, que fue cosa del piloto (dijo). La cuestión es que algo de razón debía llevar, pues su ejecución se aplazó. Les esperaba el desastre. Una borrasca atlántica que estrelló contra los acantilados del Occidente de Irlanda a una veintena de naves. Entre ellas el San Juan.

Francisco traza un dramático cuadro del naufragio. Como el galeón se va rompiendo en pedazos, los hombres se ahogan y los que casualmente llegan a tierra son rematados por los ingleses. El aguantó hasta el último momento, con la buena fortuna de encontrar un “escotillón grande como una mesa”, esto es, las “puertas” horizontales de la cubierta, al que se aferró yendo a parar a unos zarzales. Eso sí, muy mal herido.

…  yo con grande ánimo me puse bien sobre mi tabla y llamando á nuestra Señora de Ontañar, vinieron cuatro mares una tras otra, y sin saber cómo ni saber nadar me trujeron á tierra, donde salí, y no me podía tener, todo lleno de sangre y muy maltratado. Los enemigos y salvajes que estaban en tierra desnudando á los que podían salir nadando, no me tocaron ni llegaron á mí, por verme como he dicho, las piernas y manos y los calzones de lienzo llenos de sangre, y así me fuí poco á poco andando y topando muchos españoles desnudos en cueros, sin ningún género de ropa sobre; sí, tentando de frió, que le hacía cruel, y en esto me anocheció …  en el campo con harto dolor que conmigo tenía, y luégo se llegó á mí un caballero muy gentil mozo, en cueros, y venía, tan espantado, que no podía hablar ni áun decirme quién era, y á este tiempo, que serian las nueve de la noche… Yo estaba á la sazón hecho una sopa de agua, muriendo do dolor y de hambre.

Era septiembre de 1588, Francisco tardaría un año en salir de ese infierno. Nuestro hombre, cojo, iba deambulando en medio del caos. Las playas que cruzaba estaban plagadas de cadáveres, 800 aquí, 400 allá. Los pocos supervivientes hablan de soldados ingleses que pasan a cuchillo a los que encuentran. También los irlandeses. Huyendo de la costa, descolgado por cojo de otros dos españoles que “en puros cueros” le acompañaban, es asaltado por dos lugareños, que le birlan una “cadena de mil reales y cuarenta y cinco coronas de oro” y pensando que es un noble de calidad se lo llevan a una “casiña” con la idea de reclamar rescate. Tuvo suerte Francisco, una buena mujer le curó, convenció a los ladrones de que le devolvieran la ropa y un joven le informa de que al norte, un capitoste local, Brian O’Rourke, está en armas contra la reina Isabel y acoge a los españoles. “me dijo que siempre caminase derecho á unas montañas, que parecían seis leguas de allí, detras de las cuales habia buenas tierras, que eran de un gran señor salvaje muy grande amigo del Rey de España, y que recogía y hacía bien á todos los españoles que á él se iban, y que habia en su villaje más de ochenta de los de las naos, que llegaron allí en cueros”.

Con la “resistencia”

Acompañado por el joven Francisco se encamina a los dominios de O’Rourke, pero por el camino es nuevamente asaltado por unos cuarenta “salvajes de a pié” dos de los cuales “me dieron seis palos que me molieron las espaldas y los brazos, y me quitaron todo lo que encima de mi llevaba, hasta dejarme en carnes, como nací. Digo verdad por el santo bautismo que recibi”.

Cojo, molido a palos y en cueros, con unas pajas a modo de faldilla para taparle las vergüenzas, cae entonces en manos de “de un herrero y su maldita vieja”, que lo ponen a tirar del fuelle, a modo de esclavo.  Un clérigo se percata de la situación y manda a cuatro soldados y un español a liberarlo. La fortuna parece dar una tregua a Francisco, que a continuación pasa tres meses entre “estos salvajes”, que sin embargo, se las tienen tiesas con los ingleses. “La mujer de mi amo era muy hermosa, por todo extremo y me hacía mucho bien, y un dia estábamos sentados al sol ella y otras sus amigas y parientas; preguntábanme de las cosas de España y de otras partes, y me pedían les mirase las manos y les dijese la ventura”.

Finalmente O’Rourke es informado de que la reina ha mandado 1.800 hombres contra él y los 70 españoles que acoge. Deciden entonces huir al norte. En una pequeña fortaleza,  de otro clan rebelde, los MacClancy, Cuéllar junto con otros siete decide quedarse y resistir mientras los irlandeses huyen, considerando el capitán la buena planta del castillo y su carácter inexpugnable. Y llevaba razón, pues con apenas siete mosquetes y ocho arcabuces, y en unas condiciones realmente hostiles para los atacantes, aguantan un sitio de 17 días, manteniendo el castillo de lo que el irlandés le queda muy agradecido cuando los ingleses abandonan.

Nuevo naufragio en Dunquerque

Las aventuras siguen por un itinerario que hoy es reclamo turístico, la Spanish Armada 1588. De Cuéllar Trail. Resumiendo, al final, entran en contacto con el obispo de Derry, Redmond O’Gallagher, que organiza la evacuación de los supervivientes a Escocia, donde pasarán seis meses hasta que desde Flandes, el Duque de Parma fleta cuatro barcos para evacuar a los supervivientes con destino Dunquerque. Pero los holandeses se enteran y tienden una emboscada a la pequeña flota española. Junto con otra nave, la de Francisco embarranca en la playa. Los holandeses cañonean el pecio y, una vez más, no queda otra que echarse al mar, sobre otras tablas, donde nuevamente Francisco salva la vida por los pelos y, como no, en pelotas otra vez.

” Yo salí en tierra en camisa sin otro género de ropa y me vinieron á socorrer unos soldados de Medina que allí estaban. Fué lástima vernos entrar en la villa otra vez desnudos en carnes y por otra parte veíamos como estaban haciendo mil pedazos los holandeses á 270 españoles que venían en la nao que allí en Dunquerque nos tomaron, sin que dejasen con vida á más de tres, lo cual ya ellos van pagando, pues han degollado más de 400 holandeses que han cogido después acá. Esto he querido escribir á V. m.”, concluye Francisco de Cuéllar.

Imágenes. Wikipedia y Armada.org.

Author: Cultura

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