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Fiestas de verano, de la tradición a la sostenibilidad

Aunque la actualidad política está en auge, el mes de agosto merece abordar temas estivales y apartar la política. Reflexiono sobre la sostenibilidad social de las fiestas de verano, en especial las de nuestra provincia

El mes de agosto marca el punto álgido de las fiestas de verano en la mayor parte de los pueblos de la provincia. En la ciudad comenzamos con las Fiestas de San Pedro, hemos continuado con las fiestas del barrio de San Lorenzo y nos queda San Frutos, en la Albuera, entre las más destacables por sus efectos nocivos para el descanso de quien quiere y no puede conciliar el sueño. Ninguna de ellas es indiferente a una gran mayoría de ciudadanos que recogen hasta altas horas de la madrugada el eco de sus verbenas y la algarabía de sus calles. En los pueblos es aún peor, pues allí impera la ley de la selva. En muchos casos las verbenas se prolongan con atroces discotecas móviles hasta el amanecer, cuando no se sufren los efectos de los encierros de madrugada y las charangas que los acompañan. ¡Un horror! Ahora que la sostenibilidad está de moda, no estaría de más que las corporaciones municipales optasen por fiestas sostenibles socialmente.

Las fiestas populares tienen una rica tradición cultural que resalta la identidad de una comunidad. Estos eventos aportan valores positivos, como la unión entre vecinos, la participación comunitaria, el sentido de pertenencia y la promoción de la cultura local. ¿Quién no ha disfrutado con intensidad de la fiesta de su pueblo o barrio, en especial en los años de juventud? Son absolutamente necesarias para profundizar en ese factor tan importante para la convivencia que es la cohesión social. Sin embargo, a menudo se ven empañadas por aspectos que rompen el equilibrio en su desarrollo como consecuencia de una mala programación institucional o una conducta incívica de quienes tienen su particular forma de entender la fiesta.

Basta echar una mirada a la programación de festejos de los pueblos de Segovia para comprobar que en muchos de ellos la fiesta gira en torno a becerradas o espectáculos taurinos de bajo fuste. En muchos casos se trata de viejas costumbres arraigadas que conllevan un maltrato animal del que disfrutan en encierros y capeas sólo unos pocos. Es fácil observar cómo en algún encierro se acosa y arremete con automóviles a los animales, o se les proporciona fuertes varazos y otro tipo de vejaciones. Muy desagradable, y más en el siglo XXI. Un reciente estudio del Ministerio de Cultura pone de manifiesto que a pesar del apoyo institucional que intenta patrimonializar y dar apoyo a estas viejas costumbres ancestrales, la atracción de los espectáculos taurinos no llega al 2 por ciento de la población. Quienes van a misa a diario, según el CIS, representa el 5,9 por ciento de la población, si sirve de referencia. En este ámbito la participación de la mujer es testimonial. Los ayuntamientos e instituciones responsables debieran enfocar la organización de estos festejos con responsabilidad y equilibrio social. La mayor parte de ellos se dejan arrastrar por la tradición sin sentido para evitar problemas con los grupos más radicales.

Las fiestas de verano se caracterizan también por los espectáculos musicales. Casi todos ellos se celebran hasta altas horas de la madrugada (no suelen terminar antes de las 2:00 h) y con una gran carga de decibelios. En los últimos años se ha producido una traslación en el desarrollo de estos espectáculos desde las últimas horas de la noche a las primeras horas de la madrugada. Son muchos los perjudicados que ven interrumpido su derecho al descanso. A pesar de que existen normativa autonómica al respecto, y en algún caso ordenanza municipal, su aplicación real es testimonial. El alcalde de turno prefiere mirar al tendido y no abordar el problema. La intensidad del sonido, cuando no del ruido, y los horarios de estos espectáculos musicales deben buscar un equilibrio y garantizar el derecho al descanso. Y, por supuesto, bajo esta premisa entran las discotecas móviles que con su música estridente y de gran intensidad prolongan la madrugada hasta el amanecer a lo largo de los días festivos.

El alcohol y las drogas son otros dos factores que suelen acompañar a las fiestas de verano. Difícil situación, que se traduce en muchos casos en problemas de salud pública y su incidencia en la seguridad ciudadana. Una cultura perversa asociada a la fiesta que tiene su mayor tasa de incidencia en la juventud con efectos nocivos para su salud. Desde el punto de vista institucional se puede establecer límites a su consumo, pero la responsabilidad siempre será personal.

Para garantizar la sostenibilidad social de nuestras fiestas populares, es vital resaltar sus virtudes y fomentar la cultura de respeto y conciencia. Las fiestas tienen un potencial extraordinario para promover la cohesión social y preservar nuestras tradiciones, pero también requieren una reflexión profunda sobre los aspectos que la rodean. Adaptarse a los nuevos tiempos con otro tipo de espectáculos es fundamental. Nuestras celebraciones tienen que ser más inclusivas, seguras y respetuosas con nuestro entorno y con nosotros mismos.

Author: Andrés Segovia

Política provincial, autonómica y nacional

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3 Comments

  1. Me parece muy oportuno su artículo. Escribo esto con la experiencia de haber sido, durante casi 20 años, propietario, técnico de sonido, pinchadiscos y animador en una empresa del ramo, que fue una de las pioneras en la provincia en lo que a discotecas móviles y karaokes se refiere.
    Me gustaría enumerar los siguientes puntos al respecto:

    1. Hace mucho que superé la veintena y la treintena, por lo que, sí, sé perfectamente lo que es tener 20 años y, por ello, lo que se debe y no consentir a un veinteañero, treintañero o cualquiera que deambule por ahí.
    2. Por mucho que se tolere en lo que a diversión de los jóvenes se trata, ello no va a suponer que, después del verano, los pueblos se repueblen de repente.
    3. La tradición es algo que se construye cada día, como lo demuestra el gran número de fiestas patronales trasladadas a los meses de verano.
    4. La política, los responsables políticos municipales están para ordenar la convivencia en las comunidades en las que gobiernan. Ello supone velar por la preservación de los derechos de todos, tanto los de quienes esperan con anhelo las verbenas, ya sea para bailar o para hacer caja, como los de quienes hacen lo propio de su cama para descansar.
    5. Debería hacerse un estudio serio de quienes participan en cada momento de cada acto de todo programa de fiestas.

    Dicho esto, me pregunto:

    1 ¿De verdad son necesarios cuatro, cinco o más días de verbena? Las discomóviles, gracias a su bajo coste, hicieron posible este despropósito. Recordemos que, la privación de sueño es una forma de tortura.
    2. ¿De verdad son necesarias las discomóviles, charangas y demás después de la orquesta? Recuerdo la gente que se me acercaba al escenario preguntando la hora a la que terminábamos, porque necesitaban dormir un poco antes salir a trabajar, por ejemplo, y plazas medio vacías, por las que pululaban zombis alcoholizados. Por otro lado, la legalidad de estos eventos resulta cuestionable. ¿Porqué no empezar la verbena antes y terminarla a las 4, ó 4,30 h?
    3. ¿De veras son necesarios decenas de miles de vatios de sonido y sobrepasar los 100 dB para amenizar la velada de unos cientos de personas o, como muchísimo de un par de miles? Recuerdo tener que usar tapones antirruido para proteger mis oídos de los más de 110 dB que había en alguna plaza. Sistemas de sonido de apenas 1200 W RMS, sin subgraves, a poca altura del suelo y bien configurados, eras suficientes para hacer una gran fiesta, o continuarla con uno de esos absurdos cierres de verbena. Los ayuntamientos deberían limitar la intensidad de sonido en los espectáculos.
    4. ¿Dónde dice que una comisión de fiestas tenga poder absoluto sobre el destino de sus conciudadanos, aunque sea sólo durante unos pocos días al año? Nuestra Constitución garantiza la inviolabilidad del domicilio. ¿Se supone que un policía debe contar con una orden judicial para acceder a mi domicilio, mientras que debo asumir como algo normal y resignarme a una, dos… o cinco o seis noches en vela por el simple hecho de “ser las fiestas”?
    Con la pandemia, aprendimos que el silencio es un bien muy escaso que debemos preservar. Todos tenemos el derecho a disfrutar de nuestro tiempo de ocio, lo mismo o más que a descansar en la intimidad de nuestros domicilios.

    La fiesta fue mi medio de vida durante muchos años. Por desgracia, también vi como la fiesta era la disculpa para tener que tragar con todo tipo de excesos y desmanes. Creo que va siendo hora de que se abra un debate serio y sereno sobre lo que se está convirtiendo en un exceso.

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    • Magnífico artículo y no menos magnífico el comentario. Totalmente de acuerdo en todos sus términos.

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  2. No me resisto a complementar su crítica a los festejos taurinos en la provincia, que son una prolongación de los muchos que se celebran en otras partes de España.

    Los festejos taurinos han servido y sirve de pretexto para llenar la falta de imaginación y buen gusto de la programación festiva de muchos pueblos de España. A muchos de ellos se trasladan las pasiones y frustraciones humanas. Algunos encierros taurinos son espectáculos más propios de la Edad Media que de una sociedad moderna, sensible, avanzada y respetuosa con la vida de los animales. La vejación y el maltrato suelen constituir un denominador común en muchos casos.

    Su desarrollo requiere de una regulación urgente que evite el maltrato de este bello animal, que a veces sufre de forma desmedida ante la barbarie y la falta de sensibilidad.

    Enhorabuena por el artículo Sr. Segovia, por su objetividad, y por ofrecernos el marco para debatir sobre cuestiones que nos preocupan en el día a día.

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