El río Eresma y los Spa de antaño (1)
Nota preliminar: Libero del fenecido periódico ‘Gente en Segovia’, unas reseñas para refrigerar el Verano: Los Spa de antaño y la playa de las Arenas. Relatos escritos hace una década ‘Al amor de la lumbre’. En este caso se trataba de un rápido paseo por algunas de las zonas de baño que muchos segovianos recorríamos en los periodos caniculares de nuestra tierra. Trataremos de ‘iluminarlo’ con imágenes que refresquen, en lo posible, memoria y cuerpo
Nos centraremos en el río Eresma y en los espacios a los que accedíamos a pie. ¡Andando con la olla, las botellas de gaseosa y la sandía a cuestas!
Lugares cercanos o, como la ‘zona del güisqui’, a una tiradita, en el término municipal de Palazuelos de Eresma.
El agua y los ‘SPA’.
Que el agua es un método curativo de primer orden ya lo decía Hipócrates, al que le parecía, como a Ulises, lo dice en la Odisea, que los baños termales eran un placer.
Hoy, ‘puesto en valor’ (que se reconoce, vamos) los efectos saludables de la hidroterapia, oímos hablar y más de uno habrá experimentado los SPA.
Esos centros con chorros de agua, burbujitas y otros elementos hídricos que hacen felices a más de uno.
Como hemos comprobado no es nuevo. Ya en la prehistoria hay indicios de que nuestros ancestros más lejanos, observando a los animales, recurrían al agua termal para curar sus achaques.
La salud por el agua o a través del agua, SPA (salus per aquam o salutem per aqua), es evidente que no es nueva.
Un sólo ejemplo: las termas de cualquier ciudad o villa romana. Por no remitirnos a las civilizaciones asiría, sumeria o egipcia. Posteriormente japoneses y chinos practican estas terapias en las que la función médica no era curar a los pacientes sino mantenerlos con buena salud.
Hay quien afirma que el título le viene dado por las termas de la ciudad de Spa en el corazón de las Ardenas en Bélgica y que desde el siglo XVI son reconocidas sus virtudes terapéuticas.
Un Real Decreto de 1816 reguló por primera vez la hidroterapia en España. Ordenaba que los baños tuvieran una persona con conocimientos.
Sea uno u otro su origen, en Segovia, al menos desde el XIX, hemos gustado de catar las aguas, incluido un Balneario urbano en la calle San Francisco, el Balneario Segoviano.
En el conocido edificio ‘Gila’, que el arquitecto Pagola remozará posteriormente.
Agustín Moreno Rodríguez, en ‘Los Médicos Segovianos’, nos dice que lo fundó Antonio Sancho Tejero (en otro apartado lo llama Antonino), de este centro termal fue director el médico cirujano Segundo Gila Sanz, nuero del fundador.
Según el cronista de la Ciudad, Mariano Sáez, […] por su higiene una de las mejores montadas de la época […] dotada también de una hospedería para los bañistas pobres.
En la primera década del siglo XX ofrecía Baños de recreo. Duchas. Amasamiento. Agua de mar artificial. Algas marinas. Baños sulturosos, alcalinos, salinos y de todas clases. Aguas minerales artificiales, de composición química, exactamente igual a las de Archena, Alhama, Ledesma y demás establecimientos oficiales. Ahí es nada.
Aguas que tuvieron una aceptación importante en la capital, como la tuvo el balneario de Fuente Salada, entre La Losa y Madrona del que hemos tratado en este Blog.
Pero sobre todo fueron los ríos y sus buenas chorrancas nuestro mejor Spa; aunque sólo fuera para remojar los pies.
Nos ‘retrosegoviamos’ en el tiempo y recordamos los chapuzones que a más de uno harán recordar ‘otros tiempos’.
Nadar trae muchos beneficios: elimina celulitis y toxinas, embellece la piel, acondiciona la columna… pero también como podemos comprobar por crónicas de finales del XIX y principios del XX traía de cabeza a más de uno.
A modo de ejemplo una carta remitida a un periódico local que habla de espectáculo inmoral:
“[…] en las inmediaciones de la tristemente célebre Peña del Pico […] multitud de individuos de todas las sociales ávidos de lavar sus cuerpos y refrescar su sangre […] el que se siente influido por la nostalgia de los bello no repara, como es natural […] se deleita en contemplar el precioso paisaje que la naturaleza allí nos brinda […] aquello más bien que un barrio industrial y populoso, se asemeja a una tribu africana […] una humilde observación inspirada en sentimientos de moralidad… Mi protesta tampoco se refiere a que se bañen o no el que quiera y cuya utilidad reconozco y sí al sitio y forma en que lo efectúan ¿no habría un sitio más apartado […] para evitar que el río Eresma, cantado mil veces en romances, sea origen de espectáculos nada agradables […]”.
¿Poderoso personaje el comentarista? No sabemos, pero lean el siguiente Bando:
“Para los bañistas: El señor Alcalde ha dispuesto que por los agentes de la Guardia municipal, se vigilen los baños en la “Peña del Pico” con objeto de evitar los frecuentes escándalos que a diario se dan allí, estando dispuesto el señor Rodríguez Fraile á castigar con mano dura tales abusos. También ha dispuesto sea obligatorio el traje de baño en aquella parte del río Eresma”.
Hoy día, un agradable paseo a lo largo del río, sirve para rememorar andanzas pasadas, con relativa comodidad.
Antaño, el acceso a la peña, se realizaba por una bajada junto al molino que da nombre a la zona, hoy remodelada vivienda familiar.
Como podemos comprobar en una de las fotografías que acompañan esta entrada, en las décadas de los 50-60 el traje de baño seguía utilizándose poco… o nada.
Y, aunque los años pasan, la vigilancia moral sigue siendo ojo avizor de autoridades civiles y religiosas.
El régimen, demasiado encerrado en ser autosuficiente, empieza una pseudo apertura exterior con sus gobiernos de desarrollo y reformismo.
Lo cual no quita para que la Comisión Episcopal de Moralidad y Ortodoxia de España recuerde al personal que hay que poner coto a la invasión paganizante y desnudista de extranjeros que vilipendian el honor de España y el sentimiento católico de nuestra Patria.
Nota de gobernación: Para “[…] piscinas, márgenes de ríos y demás lugares veraniegos […] en síntesis, prohíben cualquier manifestación de desnudismo; los bailes en traje de baño […] el uso de prendas de baño indecorosas […] desnudarse y vestirse […] baños de sol […] con debida separación de sexos, y siempre, al menos con traje de baño […]”.
Nosotros seguimos al encuentro de los osados segovianos que buscan en el agua y la naturaleza otra forma de vida.
Tras los sudores que suponían para algunos estos desmanes naturistas, otros sudores que nos recuerdan otro lugar de baño: una poesía de José Rodao, publicada en 1891. Nuestro querido e intrépido excursionista que, en 1889, asciende por las laderas de la Mujer Muerta.
“Por las tardes las muchachos / Se bañan en el Eresma /y al anochecer hay chicas / muy guapas en la Alameda. / Pasean por aquel sitio / tan sonrosadas, tan frescas; / tendidas sobre la espalda / tienen húmedas trenzas /y unos trajes tan ligeros / vamos, que da gusto verlas. / Si me pierdo que me busquen / por la tarde en la alameda / y eso que vamos los jóvenes / sólo con la única idea / de aspirar el aire fresco, / y al mirar cosas tan buenas… / ¡pasamos unos sudores / al subir aquellas cuestas!”.
La alameda del Parral es hoy, punto clave en el cinturón verde de la ciudad y de agradables rutas como el ‘Balcón de la Mirada’.
Un paseo de segovianos de toda época y de algunos personajes, asentados en la ciudad temporalmente, como don Antonio Machado, que tenía a esta alameda como uno de sus rincones preferidos. Con él hemos recordado, en este Blog, paseos por la ciudad con Machado.
Del mismo modo, en los años centrales y a principios del último tercio del siglo XX, eran muchos los mozalbetes que se recreaban en las aguas de la Alameda del Parral. Desde la antigua fábrica de Borra, hasta la presa de la Moneda, con posibilidad de alquiler de barcas de remo incluidas.
Hoy, donde antaño las aguas albergaban bullicio y regocijo de bañistas se remojan los ánades reales y, esporádicamente, alguna nutria. Aunque, de vez en cuando, algunos chavales chapotean y se empapan en la presa.
Conocidos los terapéuticos efectos del agua para el cuerpo, en cuanto a salud y disfrute, partimos en busca de otros lugares frecuentados por los adictos al spa de antaño.
Hemos comprobado que la Peña del Pico y las riberas de la alameda de El Parral, eran bien conocidas.
Un poco más abajo, pasado el puente de la Moneda, encontramos la Peña del Estudiante. Como nos recuerda el buen amigo Chema Muñoz, era lugar de reunión de los chavales de la Residencia Provincial (sita en el antiguo Convento de Santa Cruz).
Del paraje de la Peña del Estudiante nos legó una bella acuarela Valentín Carderera y Solano (1796-1880).
Desde ella, como indica la ficha de la colección en Red (CERES) del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. está tomada una vista del Monasterio del Parral, en el dibujo, el río Eresma y en un primer término del cenobio jerónimo, los pabellones del desaparecido claustro de la Hospedería.
Por bajo, pegado a las tapias del jardín del Real Ingenio de la Moneda: el bodón de San Gil (por la iglesia románica que existió en la zona).
Poza de referencia obligada para algunos ‘buceadores’ que tomaban buena nota de las truchas de la zona.
Por encina de la comentada Peña del Pico, el punto de reunión de muchos vecinos del barrio de San Lorenzo era la represa de la Loza.
El callejón de los Vargas nos dejaba en otro de los paraísos en los que refrescar los sudores de los tórridos veranos de nuestra ciudad.
Pasado el puente de la Loza, gateando por las laderas del cementerio, aguas arriba del Eresma, dejando la fábricade la luz de la ‘Electra’ a los pies, se llega al camino de Las Arenas.
Al principio del camino parte una senda, ladera abajo, que accedía a una buena alameda a orilla de las aguas embalsadas de la presa de los Molinos.
Excelente arboleda para sentar manta y vituallas. Además lugar de baño ideal para los más intrépidos, pues el agua embalsada daba cierta profundidad a la zona.
Siguiendo, unos centenares de metros, a la vera del río, topamos con el Bodón de las Señoritas. Situado al final del canal que encauza las aguas del salto de Las Arenas.
Nueva trepada para acceder al camino y, tras pasar una puerta de grandes dovelas de piedra, que antaño sostenían un portón metálico, hoy desaparecido, se llega al pequeño embalse de la presa del salto de agua de la antigua fábrica de la ‘Electricista’ y, tras salvar un recodo a la famosa “playa” de Segovia: Las Arenas –Ver parte 2-.
Más de uno recordará los chapuzones y los gratos momentos de asueto familiar, con comidas incluidas hasta el atardecer en nuestra playa urbana.
Espacio que llegó a albergar bar, vestuarios, botiquín y aseos.
…Continúa: ‘spa’ de antaño y 2.
22 marzo, 2023
Años en los que la gente no era considerados unos delincuentes por ir al río a bañarse o a pescar, y ahora todo prohibido, todo prohibido y todo mucho peor que antaño, ríos en posesión de unos pocos, ríos contaminados, ríos abandonados, menos biodiversidad, pero oye, bravo…
22 marzo, 2023
Dicho queda. Cada día merma el fluir del líquido elemento, consumimos más agua sin medida y de contaminar mejor lo dejamos que no tendríamos espacio.
Un saludo.