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La hora de tomar medidas

botellonSólo la idea me espeluzna pero reconozco que no descarto la posibilidad, más que real, de que un día tenga que escribir un titular en el que de cuenta del fallecimiento de un menor (o un mayor) por saturación alcohólica en plena calle, yo qué sé, en la Curva, el cementerio, la Hontanilla o un descampado que se ponga de moda como ha ocurrido en San Martín de la Vega (Madrid) en la que la protagonista era una niña de 12 años, Laura, que, al parecer, en un enfado —¿Pero qué coño de calentón puede tener alguien con esa edad?— se metió en el cuerpo una botella entera de ron que acabó resultando un gesto mortal.

No puedo esperar otra cosa si me ciño a las palabras de la alcaldesa (y el resto de autoridades), que se dice “incapaz” de controlar el botellón porque no tiene “tanta policía” —al parecer es más fácil mandar a los agentes a pillar a los mayores de edad con un botellín ante la puerta de un bar en la calle de los bares— para controlar el asunto.

Es la misma administración la que parece dar normalidad a lo que no lo es, evita comunicar a la opinión pública un solo suceso —y los hay a decenas cada semana— en los que los policías y servicios de emergencias se ven obligados a atender a menores en coma etílico, o casi, en plena calle y que se convierte en cómplice cuando no ataca los botellones “oficiales”, o fomenta el botellón en los actos centrales de cualquier fiesta local sin que se pida un solo carné de identidad y, por supuesto, no se aplique la ley y los reglamentos que son claros: en la calle no se puede beber.

¿Cómo que no se puede controlar el botellón? Pero hombre, si usted y yo nos ponemos en la puerta de algún supermercado en día punta tardamos seis minutos en hacer la “ficha” del memo, mayor de edad, que compra las bebidas a los pequeños en casi el cuarenta por ciento de los casos; y si estamos dos minutos en el Azoguejo una tarde de viernes contaremos decenas de menores —véase la cara, son niños— con bolsas repletas de botellas. Claro que se puede controlar. Otra cosa es que se quieran asumir los quebraderos de cabeza que eso generaría con los propios jóvenes y con sus padres.

No sería lógico pedir que se produzcan redadas masivas cada viernes ni furgones policiales repletos de chavales cada fin de semana, pero si que se acabe con la permisividad, que los chicos se sientan vigilados e incómodos cuando realizan esta actividad ilegal; que las zonas de botellón dejen de ser “refugios seguros”; que ser pillados por un policía bebiendo en la calle tenga consecuencias reales para el niño y sus padres; y que se evite de forma contundente el suministro de botellas a menores. Si. Aquí también, el miedo debería guardar la viña.

Tengo clara la enorme parte de culpa de las administraciones en su postura de mirar para otro lado mientras niños y mayores de edad se cuecen al aire libre o en privado, pero no pienso eximir a los padres de este asunto en el que muchos se encojen de hombros o dan carta de normalidad e incluso amparan la situación. Casos reales que conozco: esa mujer con cargo destacado en la judicatura que este verano se preocupaba fundamentalmente de asegurarse que no trascendiera el ingreso en el hospital de su niño desde mucho antes de conocer el parte médico del estado de su chaval; o ese funcionario que, al igual que otro que conozco, este comerciante, se encaró con los polis que acababan de pillar borracho a su vástago por hostigar a su niño en sus ratos de asueto; o esas decenas de padres —he visto los partes— a los que cuando se les llamaba desde Servicios Sociales o Policía para dar cuenta de las andanzas de su hijo ni siquiera respondían.

Es triste, pero los padres o tutores suelen saber que sus hijos matan el tiempo libre bebiendo hasta caer al suelo pero simplemente dejan que pase sin afrontar el problema escudados en esa resignación que le decía antes del “lo hacen todos” o directamente incapaces de constituirse en ejemplo que mire, las últimas estadísticas locales apuntan que casi el 14 por ciento de los adolescentes reconocen beber en casa.

La estadística es oficial, que figura en el Plan de Juventud, donde consta que la edad media de los primeros escarceos con el alcohol está por debajo de los 13 años; que uno de cada cuatro niños entre 12 y 18 años ha bebido alcohol fuera de su casa; que en la misma franja un 70 por ciento de los preguntados en una encuesta han tenido contacto con el alcohol y que uno de cada tres ha bebido 20 veces en el último año. Resulta espeluznante.

Más allá de los voluntariosos convenios como el que se renovó hace un mes entre Alcohólicos rehabilitados, hosteleros, comerciantes, empresarios y ayuntamiento —no sé yo si el grupo está formado por los interlocutores más adecuados para afrontar el fenómeno del botellón— en los que todas las partes ponen cara seria, repasan la estadística y se dicen muy preocupados, parece llegado el momento de tomar medidas serias.

El botellón es ilegal, con agravantes si hay menores, constituye una peligrosa base de partida para graves problemas de salud y sociales para los niños que lo practican y ahora, los hechos de San Martín de la Vega nos recuerdan que también puede matar en el acto… Parece más que suficiente para que se deje de mirar hacia otro lado.

Author: Fernando Sanjosé

Segovia (1967). Periodista.

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6 Comments

  1. No se preocupe. De boquilla, estos días oirá a carrillo hinchado (puede que en mil ruedas de prensa), a los responsables y ‘enterados’ encargados del tema de la drogadicción de todos los espectros sociales y políticos. Decenas de proyectos, medidas a tomar (siempre a futuro) y mil eruditas tesis y explicaciones sobre la materia. Al tiempo don Fernando.

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  2. Estoy de acuerdo con D. Fernando.
    En este caso, está muy claro que hay una total dejadez por parte de todas las autoridades.
    También está prohibido conducir con una tasa de alcoholemia superior a la permitida, y aún mucha gente lo hace. Que yo sepa, para controlar esa alcoholemia, la Guardia Civil no para a la vez a TODOS los conductores de las carreteras de la Provincia (la Comandancia no tiene “tantos Agentes”). ¿Y que hace entonces? Pues lo que todos sabemos. Hace controles puntuales y sorpresa. En esos controles, controla a un porcentaje muy bajo de todos los conductores que en ese momento están circulando. Pero, ¡¡ Ay, amigo!!, que funciona. Vaya si funciona. Como bien dice D. Fernando, “el miedo guarda la viña”.
    Pues a eso voy.
    Si se sabe donde se está haciendo botellón (y encima con menores de edad), no es necesario un despliegue de doscientos furgones y dos mil agentes. Ni mucho menos.
    Con una docena es más que suficiente.
    Pongamos en la Hontanilla. Viernes noche. Los doce agentes cogen un grupillo (al azar) de cuarenta ( o cincuenta, o treinta ) botelloneros. Se identifica correctamente a los susodichos, se les confisca el “material”, y si alguno se pone “farruco” se procede como dicte el reglamento policial. Y adiós, buenas noches. Sigan Ustedes bebiendo.
    Por supuesto, a esos 40, la buena multa correspondiente, que acabará pagando Papá y Mamá, y su correspondiente castigo de servicios a la comunidad.
    Sábado noche. En “la curva”. Otros doce agentes. Otro grupillo de botelloneros al azar. La misma actuación, y adiós, buenas noches.
    Domingo tarde. ¿En el Cementerio?. Otros cuarenta, y adiós, buenas tardes.
    Y la semana que viene, igual.
    Verás el “boca a boca” como funciona, y el “wasap” como echa humo.
    Eso si, y muy importante, siempre que no le toque al churumbel de esa “mujer con cargo destacado en la judicatura”. Faltaría más.

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  3. Difícil controlar el consumo de alcohol en la ciudad de los bares, pero no imposble.
    Si quieren controlar el consumo de alcohol en menores, se puede.
    Si quieren sancionar, se puede, hay una ordenanza.
    Saben perfectamente dónde se consume y quienes lo consumen.
    Si hasta organizan conciertos en la Plaza Mayor en fiestas con botellón incluido en los aledaños.
    Si hasta les ponen contenedores para echar las botellas vacías.
    Todos sabemos dónde, cómo y cuándo se bebe, solo falta aplicar la ley sin titubeos.
    Solo así preservaremos la salud de nuestros jóvenes y les ayudaremos a elegir una mejor opción para su tiempo libre.

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  4. Díficil hacer nada, cuando entre los que se reunen para hacer los Planes de prevención, tienen que aplicarlos y ejecutar acciones, como esas cartas a los padres de las que hace usted mención, no están convencidos ni de lo que hacen, ni de si sirve para algo mas que para darles trabajo.

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  5. Siento de corazón el fallecimiento de la niña pero no podemos dejar todo el trabajo en manos de las administraciones ya que donde debe empezar es en la familia y en especial en los padres.

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    • Pierde toda esperanza, amigo. Ya es demasiado tarde. El 90% de los Padres pasan del tema, la juventud ya se ha “echado al monte”, y las autoridades también pasan del tema. Llevan mucho tiempo pasando del tema, y ya les desborda. Es la pescadilla que se muerde la cola.
      Acabo de leer, que ha dimitido el Jefe de la Policía Local del pueblo donde ha muerto la niña. Dice, que el Concejal de seguridad del Ayuntamiento consideraba “que no era necesario” un plan anti-botellón.
      Así está el patio.
      Que me corrijan si no es correcto, pero ¿tiene la Policía Local algo más importante que hacer un viernes o sábado por la noche a la hora de los botellones?, ¿poner multas a algún coche subido en un bordillo?, ¿algún coche en doble fila?, ¿multar a alguien que salga con una copa en la calle de los bares?, ¿multar a algún bar que cierra media hora más tarde? Eso está “chupado”.
      Otra cosa que se puede hacer, y visto lo poco que se persigue su incumplimiento, es eliminar esa ley tan “complicada” de hacer cumplir. Fuera hipocresía. Así a los políticos (de cualquier Partido, por supuesto) no les “incordia” una ley que no hacen cumplir, ya que es muy poco popular, y le resta futuros votos, la Policía Local puede seguir a lo que le dicen los “responsables municipales del ramo” (al tema de las multas por aparcamiento, y que la grúa no pare), los Papis seguirán tan a-gustito porque sus “joyas” están de “reunión cultural” en la Hontanilla, la curva o el cementerio. También se tendrá que reforzar la plantilla de empleados municipales de limpieza, ya que la Ciudad será un vertedero de botellas, vasos y vómitos, lo que contribuye en el aumento del empleo, con la consiguiente “medalla” para el político del ramo.
      (con todos mis respetos hacía la Policía Local, excelentes profesionales, que hacen lo que ordenan los políticos)

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