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Jaime Gil de Biedma, el lado oscuro

premioGildeBiedma2015

La Diputación de Segovia ha acogido la entrega de galardones del XXV Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, que en su edición 2015 ha recaído en la obra “La sentencia”, del periodista y poeta Santiago Castelo, fallecido poco antes del fallo del jurado.  Periodista y poeta, Santiago Castelo (en la imagen), como firmaba sus artículos, era natural de Granja de Torrehermosa (Badajoz). A los 16 años se trasladó junto a su familia a Madrid. En el diario ABC, a cuya redacción se incorporó muy joven, prácticamente pasó por todas sus secciones y llegó a presidir el comité asesor editorial. Director de la Real Academia de Extremadura de la Lengua desde 1966 y miembro de las academias cubana y norteamericana de la lengua, recibió a lo largo de su vida numerosos galardones como el Luca de Tena 2007 por toda su trayectoria y el Fastentrath, así como los galardones de periodismo Fogueró (1984), Julio Camba (1993) y Martín Descalzo (2000); y de poesía: Gredos (1982) y Alcaraván (1999), a los que se viene a sumar ahora el Gil de Biedma. El accesit concecido por Bankia ha recaído en Andrés Barba Muñoz, por un trabajo con el lema “El vientre de la ballena”.

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Arriba, Francisco Vázquez y Andrés Barba. Sobe estas líneas, el fallecido poeta y periodista, Santiago Castelo.

La ceremonia de entrega coincide con la publicación de los ‘Diarios 1956-1985’, del poeta de Nava de la Asunción, que se completan con los inéditos ‘Diario de moralidades’, ‘Diario de 1978’ y ‘Diario de 1985’, textos secretos que Gil de Biedma dejó al cuidado de su agente, Carmen Barcells, y que solo ahora ven la luz. Páginas polémicas, especialmente el referido a 1956, donde Gil de Biedma relata su estancia en Manila, “enviado” a ultramar por la familia, propietaria de Tabacos de Filipinas, sus devaneos por tugurios y burdeles de preadolescentes, combinados con lúcidas reflexiones sobre lo colonial.

En el blog cultural de El Confidencial, Alberto Olmos, periodista oriundo de Fuentepelayo, nos introduce en estos textos oscuros, en la polémica que suscita una sexualidad vivida al límite, enfrentándonos a la eterna pregunta, ¿debe un autor ser juzgado por sus hechos o por su legado literario?

“¿Qué hacer con esas páginas, con esa delincuencia? ¿Callarla, evitarla, enterrarla? Entre el apetito de castración de quienes sacarían a un autor de los libros de texto por haber mantenido relaciones sexuales con menores, y la connivencia amical de otros que se limitan a hacer la vista gorda, solo queda apelar a la literatura como juez imparcial de una obra concreta. Esto es: ¿hay verdad y belleza y testimonio en ese libro?”

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Author: Cultura

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