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Debate: ¿debe prohibir la Junta el Toro de la Vega?

A resultas de la prohibición de la Junta del sacrificio de toros fuera de recintos cerrados, la ancestral costumbre del lanceo de un toro en Tordesillas, el Toro de la Vega, ha sido sustituida por un encierro más convencional, sin muerte de la res. El cambio no gusta en Tordesillas, cuyo ayuntamiento ha presentado un recursos al Constitucional para volver al antiguo formato. ¿Puede la Junta regular estos festejos? El Club del Debate contraponemos pros y contras y alentamos al lector a dar su opinión en la zona de comentarios. Las fotos que ilustran el presente artículo son de El País y el Huftington Post de 2015, último año en que se lanceó al toro.

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AfavorLa mascotización, la cada vez más asentada convivencia afectiva con animales, comporta un cambio de paradigma respecto a la relación instrumental que con los animales podría tener un ganadero o un cazador. En este sentido, es indudable que la matanza pública de animales agrede a la sensibilidad de un número creciente de y probabablemente mayoritario de ciudadanos. Si visto desde esta sensibilidad ya es harto discutible el sacrificio y tortura de animales en recintos cerrados como diversión o espectáculo, cuánto más cuando esto se hace en plena calle y encima con un planteamiento tan neolítico como “correr a lanzazos” a la pobre res. Si en la lidia, al menos, está regulada la manera de matar al toro, en el Toro de la Vega no, los lanzazos son en cualquier parte del cuerpo, por acción de vecinos enardecidos y sin especiales conocimientos, lo que deviene en un espectáculo especialmente sangriento y depravado.

Como concepto general puede entenderse una relación depredativa con el ganado siempre y cuando se minimice el sufrimiento y se vele por el bienestar animal tal como está regulado en la legislación actual. Tradiciones como las de Tordesillas maximizan ese sufrimiento y resultan incomprensibles, redundan en una imagen peyorativa de España y de Castilla, pues en realidad el Toro de la Vega no difiere demasiado de los sacrificios rituales de culturas ancladas en el medievo.

Por otro, convertir a un toro en un chivo expiatorio es educar en la crueldad a las futuras generaciones de vecinos de Tordesillas.

Respecto al “carácter tradicional” este no sirve como argumento. Por más que la costumbre se remonte a 1350, las sensibilidades evolucionan. La ejecución y tortura pública de un reo en la Castilla del XV podía ser un espectáculo ejemplarizante para los castellanos coetáneos; hoy sería ponernos al nivel de los horrores del DAES en Siria. Asismismo, hay cientos de experiencias tradicionales que han sustituido el sufrimiento animal por emulaciones incruentas, es el caso de la costumbre de “los gallos” (arrancar pollos con las manos sujetos a cuerdas) sustitudia por cintas y similares en muchos pueblos. No se necesita el sufrimiento animal para articular la fiesta. No hay razones para seguir con ritos neolíticos en pleno siglo XXI.

Si los vecinos de Tordesillas no lo entienden, los castellanos debemos actuar en la medida que es un desdoro para el resto. La Junta de Castilla y León tiene todo el derecho del mundo a regularlo.


en-contraLa prohibición de la Junta interfiere una competencia municipal, la celebración de festejos en conformidad con la tradición. Son los vecinos de Tordesillas quienes deben decir cómo son o dejan de ser sus fiestas, que para algo las pagan. Inventarse un reglamento que impide el sacrificio público de animales fuera de plazas de toros es un arma de dos filos que puede servir de principio para prohibir las batidas de caza, encierros y tradiciones seculares.

Que actualmente prime una sensibilidad mascotizante de la naturaleza, propia de entornos urbanos que ignoran la realidad de la gestión ganadera, no legitima que se les imponga esa sensibilidad a los vecinos de Tordesillas. Las filosofias hedonistas o budistas que absolutizan el placer y el sufrimiento, son eso, filosofías, éticas que conviven en pie de igualdad con otras tantas y no sirven como argumento jurídico, que son al final los que deben regir los conflictos en el seno de las sociedades y que se basan, exclusivamente, no en religiones o éticas, sino en un corpus de derechos mínimos, los derechos humanos, y el interés general de la ciudadanía.

Si para algunos es en el interés general la supresión de estos festejos por “mala imagen”, para muchos otros es un incentivo, al ser una muestra de cómo eran las corridas antaño y revestir un particular atractivo antropológico. Así que no cabe hablar de “interés general”, sino del interés particular de un grupo de ciudadanos cuya sensibilidad tratan de imponer al resto por la vía de la prohibición.

La crueldad es una categoría humana. Al toro le es igual si lo matan de una manera o de otra. Perseguir a una res a lanzazos no difiere de una batida de caza o el envenenamiento masivo de especies por cuestiones sanitarias, estéticas y de conservación como hacemos con ratas, palomas, topillos y un largo ecétera de especies. No hay que confundir lo vistoso con lo objetivo. Lo objetivo es que tanto sufre el toro de la Vega como cualquier roedor víctima de anticoagulantes para evitar la “mala imagen” de especies mal vistas en la calle. Solo una sociedad hipócrita puede prohibir la matanza pública de un ejemplar al año y alentar la matanza que no se ve, porque los venenos utilizados hacen que las presas mueran a millones “fuera de nuestra vista” o en entornos privados.

No es comparable, por tanto, la simetría entre tradiciones lesivas para con la dignidad humana (ejecuciones públicas, mutilación, esclavitud, violencia de género, entre otros) con correr un toro tal como se hacía en la edad media. Las relaciones entre especies están basadas en una dinámica depredador y presa, toda especie es depredadora y a su vez depredada. Así, lo de Tordesillas puede y debe verse como un sacrificio ritual alrededor del cual se articula un festejo popular. No son aplicables comparaciones relacionadas con la condición humana. El animal es por definición presa de algo. Entre humanos esa dinámica es una excepción por razones filosóficas, históricas y culturales. Eso hace que si en en términos jurídicos el sujeto de derecho es el individuo humano, en términos biológicos el parámetro a seguir es exclusivamente el bien de la especie en general. Los toros de lidía, como especie, desaparecerían si se pierde la lidia y los festejos afines.

Author: Redacción

Acueducto2. Noticias y actualidad de Segovia.

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7 Comments

  1. Sí, eso no es el mundo del toro, es una ancestral mamarrachada de gallitos mechotes, acosando a un animal aturdido por una multitud. Ya me gustaría ver al lancero ante un morlaco en una plaza de verdad. Simple cobardía del quiero y no puedo. No hace ningún bien a la fiesta.

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  2. Ya me gustaría a mi ver a un torero enfrentarse a un toro,solo en el campo,sin una mamarrachada de gallitos chillones en los tendidos aturdiendo al toro, sin picadores con lanza y sin banderilleros con banderillas, solo el torero y el toro..eso si sería un combate de igual,haber quien es el que se crece en el castigo en ese caso….por otro lado reconozco la cantidad de gente que vive gracias a los toros, y la importancia económica que ello tiene…para unos es una fiesta y para otros una tragedia..

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  3. Yo me considero taurino y creo que se deberia prohibir,aunque hacerlo solo servira para dar aun mas fuerza a los antitaurinos y al final acabaran por quitarnos absolutamente todo.Lo peor de todo es que la gran mayoria de los que se consideran antitaurinos no entiende ni entendera que la total prohibicion de los toros acabara con la extincion de la raza brava y lo que es peor con muchos miles de familias en el paro.

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  4. Hace setenta años hubiera resultado ingeniosa en extremo la argumentación tauricida porque al fin y al cabo el toro va a ser muerto sí o sí. Siguiendo el hilo, la supuesta “hipocresía animalista” se consolidaría al mirar para otro lado ante envenenamientos masivos de topillos, ratas, etc.., animales que, tal como nos ilustran, sufren de la misma manera que sufre un toro alanceado por una multitud de “defensores de la cultura secular”. Es decir, equiparan intencionadamente el tratamiento de plagas (sin entrar en este momento en su tratamiento o normativa) con el disfrute y la diversión hecha espectáculo de masas a costa del sufrimiento animal. Aciertan no obstante, sin pretenderlo, en hacer descansar éste o cualquier conflicto entre humanos en el Derecho aunque no aciertan al desligar los posicionamientos filosóficos de una Sociedad que, inevitablemente,han de imponerse al fijar la intención que ha de presidir la Ley. Pues eso es lo que se pretende desde las distintas sensibilidades que deploran el maltrato animal: Partiendo de una base ética que considera ultrajada la condición humana a consecuencia de una “cultura del sufrimiento animal”, acabar, bien aplicando la legislación actual o bien promoviendo el posicionamiento activo del legislador, con todas las “manifestaciones culturales” que se nutren del sufrimiento gratuito y de la muerte violenta. No, no es competencia exclusiva de un Ayuntamiento organizar fiestas si con ello se lesionan competencias superiores y/o intereses y sensibilidades ajenas al ámbito de la Comisión de Festejos, por la misma razón que no pueden decidir los municipios sobre quemas de rastrojos o sobre su capacidad contaminante al margen de normativas de ámbito legislativo superior.
    Banalizando la tortura y la muerte y, sobre todo, disfrutando con la tortura y con la muerte violenta, habrán de reconocer los taurinos, tauricidas y, en general, los “amantes de las ancestrales tradiciones” que con su actitud contribuyen a profundizar una brecha en la Sociedad en lo relativo a la convivencia. No, no es un argumento que pueda circular en sentido contrario, no, porque en un sentido se circula con absoluto desprecio a la naturaleza y, en el otro, justo lo contrario. Habremos de convenir, en consecuencia, que en el siglo XXI la defensa y el futuro de la Humanidad debe descansar en la convivencia democrática, en la escrupulosa observancia de los Derechos Humanos y en el respeto y cuidado del Medio Ambiente, poniendo especial énfasis en la protección y cuidado de especies que, por no vivir en estado salvaje, son más vulnerables y dependientes.
    Por último, son muchos los argumentos que utilizan los taurinos para intentar justificar su “afición”, la mayoría son argumentos endebles que ya ni los manejan. Sólo persiste uno, el pretendido de que si no existiera la tauromaquia y toda su parafernalia satélite, el toro no existiría.En este sentido, conviene resaltar que es evidente que a los taurinos lo que les preocupa es la desaparición de las corridas, no de los toros: a unos, los simples aficionados, porque perderán su divertimento; a otros (ganaderos, crí­ticos, matadores, etc.) porque perderán su negocio. Pero ni a unos ni a otros les interesa la suerte de las pseudorrazas de lidia porque, sencillamente, muchas pseudorrazas se han perdido ya y otras se seguirán perdiendo, de forma provocada, y no por ello los taurinos se quejan. Varias razas bovinas autóctonas han desaparecido en estos últimos años (campurriana, pasiega, lebaniega, etc.) y otras muchas se encuentran en peligro eminente de desaparición (albera, blanca cacereña, cachena, murciana, etc.) y no son precisamente los taurinos los que destacan pidiendo su protección.
    Los toros bravos no existen porque existan las corridas, sino al revés: las corridas existen porque existí­an toros bravos.

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    • Coincidirá, señor Lafora, que “considerar un ultraje a la dignidad humana el sufrimiento animal” es una pura cuestión de sensibilidades, a lo sumo una cuestión ideológica, que se puede sustentar o no, y que me parece harto discutbile… Aunque me temo que es usted del parecer que SUS posicionamientos ideólogicos son de universal reconocimiento. El principal argumento a favor de la tauramoquia es que la gente es libre de ir a los toros o no ir. Si ellos no imponen su sensibilidad -alejada me da que de la suya- no veo yo porque debe usted imponer la suya. Interesante reflexión en cualquier caso.

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  5. Tampoco comparto ese argumento tan manoseado por los taurinos consistente en el “si no te gustan los toros pues no vayas. Nadie te obliga “. Cierto, nadie me obliga a asistir a una corrida de toros o a un “Toro embolado” o al “Toro de la Vega”. Tampoco me obliga nadie a presenciar un espectáculo, o un acto político en que se haga apología de discriminacion racial o de violencia machista y si tengo conocimiento de ello lo denunciaré y me opondré a los apologetas.

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  6. No, la Junta no debería prohibirlo, pero más que nada porque Tordesillas debería estar en una comunidad autónoma aparte, ellos y quienes quieran hacer eventos similares. Así luego no nos asocian a todos a ese tipo de eventos que respeto, pero que no me gustan en absoluto.

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