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De violadores y hechiceros, investigando los crímenes del siglo XV

crimenycastigoportadaDios nos libre del bachiller Pedro Ruiz Noreña. Menudo pájaro. En 1499 mandó secuestrar a Inés, hija de Juan Velasco (una de las familias más nobles de Segovia), luego “la estupró” y “yació con ella carnalmente”. Interpuesta demanda, del enrevesado pleito poco se sabe más que, de algún modo, se acordó la boda del violador con la violada, que era la manera de arreglar estos asuntos en la época no siendo desiguales los partidos. El caso es que alegando que entre tanto ya se había casado con otra, en 1501, Pedro Ruiz se desdice, y hasta ahí. Los Velasco le mandan prender en la prisión episcopal (pues tenían mano con el obispo). De ahí le sacan a Pedro los Reyes Católicos, ni más ni menos, que alegando que la persona del violador es requerida para un pleito entre Segovia y Navalcarnero, le mandan liberar imponiéndole una fianza de 200.000 maravedies si no cumple la palabra matrimonial. Pero los Velasco y el obispo no están de acuerdo. Mandan trasladar a Noreña a la prisión de Turégano, y que allí fuese encarcelado de por vida. De camino Noreña soborna a su guardián y, de nuevo sus católicas majestades, ponen fin al asunto ordenando a los Velasco a tramitar la causa por la vía ordinaria y no por el tribunal eclesiástico. Eso es tener padrinos y lo demás memeces.

Pero aún hay más en la historia de este golfo, que años después, para desheredar a su hermana Catalina Ruiz, la acusa de cometer adulterio y de realizar maleficios con su criado. Ya el crédito de Noreña debía ser magro, pues la justicia entendió que todo se lo inventaba para desposeer a la hermana de los bienes heredados de sus padres. Un angelito.

Estas historias entre otras muchas pueden leerse en el libro Crimen y Castigo en Segovia a fines de de la Edad Media y principio de la Edad Moderna, de Cristina Redondo Jarillo, presentado el 13 de octubre en la Diputación de Segovia. Se trata del resultado de una beca de investigación concedida por la Cultura Tradicional Manuel González Herrero, estudio tutorizado por el catedrático del CSIC, Luis Diaz, y que se ha centrado en estudiar a la luz de la documentación de los archivos la delincuencia y la criminalidad existentes en la Segovia del siglo XV. Desde el primer capítulo, en el que la investigadora presenta el panorama judicial en Castilla a finales de la Edad Media, se va presentando la diferente tipología de delitos existente y el modo de penalizarlos desde las instituciones jurídicas a través de ejemplos paradigmáticos.

Como los pleitos de honor, que no siendo se empleasen las “cinco palabras” (gafo -es decir, leproso-, sodomita, cornudo, traidor y hereje, a lo que se añadía la expresión puta, en referencia a una casada) rara vez culminaban en multa.

 La autora reconoce en sus conclusiones haberse encontrado con un archivo complicado de trabajar, ya que mucha de la documentación relativa a los crímenes no estaba completa, y confirma que, respecto a uno de sus propósitos iniciales, que era realizar un análisis de la sociedad segoviana y su comparación con otros ámbitos urbanos, como llave para plantear una historia del crimen protagonizada por los vecinos de Segovia, “el delito que se entiende como perseguible no responde a criterios equiparables entre géneros; ni siquiera entre individuos, porque hemos visto la cantidad de parcialidades que se cometían y se registraban en las pragmáticas castellanas”, escribe.

Más. Los abusos de poder constituyen otro capítulo del estudio. Con casos como el de Andrés de Cuéllar, que denunció a los alcaldes bachiller de Ocaña y al bachiller Arenillas porque teniéndole preso acusado de un robo, le dieron tormento por dos veces. Le apretaron con “cordeles” y “garrotes”, de mala suerte que en el proceso le seccionaron los nervios del brazo izquierdo quedando manco. El de Cuéllar recurre a Valladolid considerando que se obró contra él intencionadamente. Y algo debió ver la chancillería. Emplaza a los alcaldes que al no acudir son acusados en rebeldía. Se sentenció que en las condiciones de la acusación no debió emplearse la tortura (muy regulada, en la época), y para que sirviera de ejemplo se inhabilitó por dos años a los segovianos.

La autora,

La autora, Cristina Redondo, junto al catedrático Luis Díaz y la diputada delegada de Cultura, Sara Dueñas, en la presentación del libro.

Author: Cultura

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