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Cartelera Segovia: Independence Day, Contrataque

independecedayLo peor que le puede pasar a una película es cuando te dices “no te lo crees ni tú”, que en erudito es disolución del pacto de suspensión de la credibilidad entre espectador y ficción. Y es así, siempre que vemos una película nos sometemos al pacto de “bueno, voy a intentar olvidar que todo es mentira”. Un guión es malo en relación directamente proporcional a las veces que falla en eso. Visto lo cual, Independence Day, Contrataque, es un cero patatero. Por lo demás, pum-crash-zasca-cabum, un estropicio cojonudo, como mucho emulador After Efects, dos o tres buenas ideas y el interés que se salva por los pelos a golpe de grandilocuencia.

El alemán Roland Emmerich tiene la extraña virtud de, a partir de guiones cabum, hacer películas que, al menos a mí, me resultaban imposibles de dejar de ver. Ya fuera la estimable Independence Day, El Día de Mañana  o 2012, su manejo coral de la historia aunado a un espectacular diseño de producción, atrapaban mi atención durante 110 minutos por cutre que fuera la historia. No podía dejar de verlas cuando las pasaban por la tele. Me digo, vaya bazofia, pero ahí sigo, viendo como el presidente de los Estados Unidos agarra el toro por lo cuernos y en personas humana sexual suya va y pone mirando a Cuenca a los malos.

En esta ocasión se pasa de frenada. Si en anteriores obras Emmerich dosificaba muy bien el misterio inicial, al tratarse ahora de una secuela no hay misterio que valga. La película empieza a lo grande y, a partir de ahí, pierde fuelle como la selección española en la Eurocopa. Encima, da la impresión de que se trata de una secuela fundacional de una nueva saga, de donde hay personaje que no se sostienen. Aparecen, son resultones, pero luego quedan sumidos a un tercer o cuarto nivel de protagonismo. Esto en Independence Day no pasaba, todas las historias tendían a la confluencia, a dar sentido al todo. Aquí tenemos a la piloto china, que no sabes qué pinta, o al africano de los machetes, que quedan por ahí sueltos, sin sentido.

Añadan el exceso. Una nave alienígena más grande que la luna que se posa sobre la tierra y no la parte en 10 cachos.  Una reina colmena que, macarra ella, decide dar los mamporros en vivo y en directo; un teniente que roba las veces que le apetece la nave espacial, otro que en pleno ataque marciano va a ver si puede ir a echar una mano a su madre. Y así tropelía tras tropelía.

Tenía hasta ahora a Emmerich como un virtuoso artesano de historias corales de ciencia ficción. Aquí se ha marcado un triple y la pelota ha rebotado en el filo del tablero para irse a estampar contra el marcador luminoso. Fatal.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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