free web stats

Jugar con ocho

Jugué en un equipo de fútbol con 16 años en lo que hoy es el campo Mariano Gutiérrez “Chocolate”, cuando aún no se llevaba eso del césped artificial y el barro nos salía por las orejas hasta cuatro días después. Yo en las pachangas callejeras era lo que se llamaba entonces un chupagoles; eso de defender me parecía que era cosa de otros. Lo que contaba en la vida, lo que te iba a dar luego horas de conversación en el banco de la calle comiendo pipas, eran los goles que metías, no los que evitabas. Por eso se recuerda más a Iniesta que a Casillas en el Mundial de Sudáfrica.

Ya por entonces no había ninguna duda de que no iba a vivir del fútbol, pero nada disfrutaba más que jugar un partido tras otro. En la calle reinaba la anarquía táctica, esa que hoy se ha perdido en el fútbol profesional en detrimento de los datos, la tecnología y el físico. El regate, la vaselina, el tiro de lejos… Todo lo que daba sentido al fútbol ha desaparecido y ahora hasta al portero le exigen que juegue mejor con los pies que con las manos. La vida al revés, que diría Fran Perea.

El caso es que un sábado de febrero, que era fiesta de Carnaval, nos presentamos sólo ocho a jugar y el otro equipo, que iba en la clasificación a la misma altura, tenía hasta cambios. Hacía frío y lloviznaba. El entrenador, que no tenía la motivación en sus mejores niveles, nos dijo que por qué dos no nos hacíamos los lesionados al cuarto de hora y se terminaba el partido —el mínimo para jugar eran siete—, porque si no nos iban a machacar. Salió del vestuario para que lo meditáramos y todos coincidimos: allí se jugaba y que cayera lo que cayera.

Yo no era santo de la devoción del entrenador, y si tenía alguna duda lo demostró poniéndome de lateral derecho. ¡A mí! ¿Se imaginan a Julio Salinas de lateral en el Dream Team de Cruyff? Pero luego le vi cierta lógica cuando comprobé que jugábamos con un portero, cuatro defensas, tres centrocampistas y cero delanteros. Adónde iba a ir a darme paseos por el área rival si nos faltaban tres.

Pasó algo que nunca había experimentado en mi todavía corta existencia: la falta de recursos y de las posibilidades a las que estábamos acostumbrados se convirtió en una motivación y nos esforzamos más que nunca. No tiramos casi a puerta, pero nos concentramos tanto en que no nos machacaran que llegamos al minuto ochenta empatando a cero y muy cansados. Al final perdimos dos a cero, se nos cayó el castillo de naipes en los últimos instantes, pero nos fuimos más satisfechos que en la mayoría de los días que ganamos. Hay derrotas que le otorgan a uno más sensación de orgullo que cualquier victoria ejemplar.

Jugar en equipo, aceptando nuestro rol, es lo que nos salva tantas veces en la vida. En la película La sociedad de la nieve, dirigida por J.A. Bayona, hay una escena maravillosa en la que dos supervivientes salen a buscar ayuda. (PEQUEÑO SPOILER). Tras días caminando, al llegar al pico de una montaña descubren que les sigue separando un mundo de la civilización. Uno de ellos duda de seguir y mira al otro, que convencido le da razones —mirando al frente— por las que allí a lo lejos tiene que haber algo que los salve. El que dudaba no mira hacia adelante para valorar la situación con perspectiva, solo mira a su compañero, porque no necesita argumentos sino creer en él.

Muchas veces tendemos a pensar que podemos con todo, que siendo individualistas llegaremos a conseguir lo que nos proponemos, pero salvo raras excepciones, el éxito reside en trabajar en equipo, aunque luego haya unas caras más protagonistas que otras. Creo que eso es lo que más debemos enseñar en los colegios, institutos y universidades, porque ese aprendizaje una vez inculcado se queda, y siempre partiendo de la base de que la clave está en rodearnos de quienes son mejores que nosotros, aquellos que cuando tienen una montaña gigante delante de sus ojos, ya están viendo lo que hay al otro lado.

Feliz domingo, queridos lectores/as.

Author: Alberto Martín

Profesor universitario y escritor

Share This Post On

4 Comments

  1. Fuisteis los inventores del falso 9.

    Post a Reply
    • Le hicimos más daño al fútbol que Guardiola con tanto toque de balón.

      Gracias por leerlo, Amadeus. Saludos.

      Post a Reply
  2. En equipo, todos somos mejores. Y más felices. Claro que sí. Enhorabuena por el artículo. Siempre nos hace sonreír. Y pensar. Saludos.

    Post a Reply

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *