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Me pasó lo que tenía que pasar

Pues andaba yo por el metro el otro día cuando dos amables adolescentes me cedieron el asiento: siéntese aquí señor. Que en lo códigos viriles es señal inequívoca de, chico, esto se ha acabado. Cómprate una boina, ponte a mirar obras, apúntate a la universidad de la experiencia… Tempus fugit.

Tocaba resignarse  y evocar los tiempos en que uno era el rey de la cerveza, el fantasma mayor de La Bomba. A todos nos pasa, me dije, siendo más falso que nunca el dicho de mal de muchos consuelo de tontos… Solo faltaría que uno fuera el único en envejecer… Cosa que pienso que es tan inevitable como horrible (por más que digan). ¡Y no me queda ni nada para jubilarme! Como soy de esas quintas cuyas madres tenían hijos sin miramientos  seré de los últimos en jubilarme. Y pienso que en buena medida eso es culpa del Caudillo, que tenía prohibidos los anticonceptivos, de donde, en cierto sentido, le debo el ser, además de a mis progenitores, al mismísimo Francisco Franco, por lo que la expresión “padre de la patria” cobra ahora un significado pragmático. (Visto así ¿tendre derecho a un ni que sea un minicacho del Pazo de Meirás?

Al asunto. Que dos chicas te cedan el asiento quiere decir que no queda ya mucha gasolina en el depósito de la vida, y encima la carretera se empina en forma de achaques y enfermedades, por lo que el combustible quema más deprisa. En conclusión, es tiempo de abordar esos planes que siempre aplazas, que si terminar la novela, darle a la heroína, construir un invernadero o librarse a una causa existencial memorable que dote de sentido a toda la existencia.

Lo que me recuerda la última novela de Santiago Carabias, publicada recientemente, “Loco viaje de Milanillos”. La aventura de un nota procastinador que, decidido a dar un vuelco a su abúlica existencia, deviene una suerte de Stanley de secano. Y se pone a explorar primero el curso del Milanillos, y luego el del Eresma para probar GPS en mano que esto de que el Eresma es un afluente del Adaja es un mito “antisegoviano”, probablemente acuñado por algún prócer abulense de la dictadura. El libro es de los más divertidos que he leído nunca; se lo recomiendo.

Pero uno perdió las ambiciones. No encuentro causa que me colme humanamente, ni siquiera el fútbol, y he terminado por hacer lo que tantos a mi edad: comprarme un coche nuevo. Blanco reluciente y eléctrico.  Acostumbrado a manejar tartanas en las últimas, ahora voy que floto pasando cual rayo delante de gasolineras y talleres. Debe ser una resaca en diferido de la crisis de los 50. Otros se lían con una pelandrusca, los no tan osados estrenamos coche.  Bueno, no será sexualmente comparable pero al menos… ¡yo no contamino!

Y en el pecado, la penitencia. Va para quince días que vivo peleado con el móvil. Aplicaciones para todo, para cargar el coche, para agendar revisiones, para conducir en “pro-pilot”, para pagar el aparcamiento, para relacionarme con el Gobierno y el banco. Todo lo cual rodeado de botoncillos que voy tocando a lo memo con el rabillo del ojo puesto en el “manual de conducción”. El otro día tuve que volver al concesionario porque no me hacía yo con el limpiaparabrisas… Por supuesto, lo tengo a todo riesgo.

Nuevamente, la edad. Siempre he sido reacio al móvil; me manejo mejor con ordenadores de pantalla grande (y dos mejor que una) y esta fiebre por encerrar nuestro ser en un smart negro me encabrona profundamente. ¿Por qué tengo que vivir anclado a un móvil? Mil aplicaciones que tenía desactivadas me obliga ahora el sistema a darlas de alta. Quiera o no debo estar geoposicionado, wifeado, redsocializado.  Pariendo contraseñas a todas horas (y acordarme luego de ellas, que tiene su mérito), financiado por una tarjeta, documentado sanitaria y legalmente, controlado desde que me levanto hasta que me acuesto. Es como si mi alma se me hubiera cosificado en el bolsillo. Son horrocruxes de nueva generación.

Que bien pensado, esto de la dictadura del móvil no difiere tanto de llevar los papeles en una cartera, es más, puede que resulte hasta más cómodo. Pero viejete que es uno, malicio el delegar tanta responsabilidad en un único artefacto. Que es otro rasgo de en la que me hallo: ese desconfiar por sistema, arrugar el ceño y no creer ya ni en la aspirina. Veámoslo por la parte buena;  al menos en el metro voy sentado.


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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4 Comments

  1. Mi enhorabuena por la compra de un vehículo.
    Mi enhorabuena por poder acceder a las ciudades con su eléctrico, si tiene la autonomía suficiente, si encuentra el cargador adecuado cuando lo necesite en la ruta elegida y que algún día reciba la ayuda pública por ser diferente en eso de la movilidad, aunque luego tenga que tributar por ello.
    Pero que sepa que también contamina , aunque sea en diferido, al tener que cambiar sus baterías dentro de unos pocos años.
    Como se suele decir ahora: mi enhorabuena y disfrute lo comprado.

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  2. Nadie nos cuenta lo que contamina una batería de un vehículo eléctrico cuando acaba su vida útil que es limitada que hay que cambiar, dónde se lleva y cómo se trata etc, etc

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  3. Hagamos una petición en change.org, el Adaja es un afluente del gran Eresma.

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  4. Le escribo solo un mensaje señor Besa, siento hacerlo aqui pero al carecer del lugar adecuado para hacerlo no me queda mas remedio.
    No me parece de recibo que en un periodico con formato blog como es el suyo, en el que se fomenta la participacion de los lectores y por tanto el sano debate se aplique la censura.
    Me refiero en concreto a los post que publica a modo de editorial el señor Aceves, que han pasado a tener, desde hace algun tiempo, los comentarios bloqueados, censurando asi el mas minimo debate mientras que en el resto de editoriales y noticias los comentarios estan activos.
    Para todos café señor Besa, si el señor Aceves no es capaz de aceptar el formato de su periodico, en el que lo mas grave que va a ocurrir es que los ciudadanos contrasten directamente sus publicaciones, el señor Aceves no deberia escribir aqui.
    Haga usted por favor un ejercicio de rigor y coherencia y active los comentarios en las publicaciones del señor Aceves, de lo contrario esta dando un claro ejemplo de lo que no es prensa libre.
    Gracias por adelantado.

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