– ¿Pero entonces ya puedo llamarte zorra?
-Sí, lo he resignificado. Ahora te insultas tú cuando me llamas así.
– ¿Pero si hace poco querías meterme en la cárcel por llamarte guapa?
-No entiendes nada. Antes zorra que modorra.
-Bastantes problemas tengo yo como para entenderte.
Zorra y Agricultor siempre convivieron con recelos. Se despreciaban, pero necesitaban tenerse controlados. Un mal necesario. Una necesidad incómoda. Como el camión de la basura que hace que llegues tarde a clase de Pilates. Como un discurso torpe en un tanatorio. Las diferencias ya habían llegado a las manos entre Lobo y Ganadero por ver quién tenía más derechos para comerse a Cordero. El feminismo de Zorra incomodaba a Agricultor. “Le llenas a mi mujer la cabeza de pájaros”. La practicidad de Agricultor desesperaba a Zorra: “la tierra y el agua no son tuyas, son de nuestros hijos”, “con criterios ambientales no se come”, “dices que no llegas a fin de mes, pero siempre acabas llegando”. La modernidad contra la tradición. El campo contra la ciudad.
– ¿Y a tu marido y a tu hija les parece bien que salgas con dos maromos enseñando las cachas?
– ¿Qué le parece a tu mujer y a tu hija tu afición a las whiskerías?
-Hay edades para recogerse.
-Eres un edadista. Pero si yo estoy en el mejor momento.
-Sí, claro, para Biden. Que si te ha visto, no se acuerda.
-Cualquier cosa antes que un “barbour” y unas patillas. Heterobásico. Eres la toma de tierra de Vox.
– ¿Y tú de quién eres? ¿De las del “pelo morao” y el gato o de estas nuevas que se fluyen solas? Vete a cantar a Marruecos, que tanto os gusta, a ver si empoderas a las mujeres de allí, y de paso les dices lo de los salarios justos y lo del cuaderno digital.
Aunque ellos no lo sepan, Zorra y Agricultor compartían algunas realidades. Ambos tenían portavoces bajo sospecha. “Feminismo no es lo que diga el Ministerio de Igualdad de turno. Nuestros sindicatos no nos defienden porque no plantamos gambas”, confesaban fuera de los micrófonos. Ambos tenían diferentes sensibilidades, familias con sus odios familiares que se heredan como una casa en Trujillo o un piso en Malasaña. No todo el feminismo es de izquierdas ni todo el campo es de derechas, pero siempre se oye más al que más grita y siempre grita más el que menos razona. Salían murmullos de los rincones que decían que Europa no era el problema, que hay un feminismo que perpetúa el machismo, pero había que acercarse tanto para oírlo como al pedir las cañas en un bar abarrotado y con la música alta. Los partidos querían ayudar desde la otra punta de la barra. “El campo no es ecología, es economía”. “El feminismo debe ser divertido”, decían, posicionándose en contra de los que critican a los suyos.
Agricultor y Zorra se separaron y se fueron con los políticos. Se empoderaron, y empezaron a hablar con un lenguaje propio, inventado, que es la forma moderna de dejar de hablarse. Uno sacó los tractores a la calle y la otra se puso a bailar sola. Y esto provocó “mal de hartura”, que es cuando la actualidad se pone tan rabiosa que muerde. Y ambos volvieron compulsivamente sobre su tema como un perro vuelve sobre su orín. Sin dejarlo enfriar. “Aunque más plasta es Puigdemont” coincidieron los dos en un micro espejismo de entendimiento y decidieron darse un tiempo hasta que Europa, ese presidente de la comunidad de vecinos aburrido, pero ordenado, decidiera si Zorra y Agricultor pueden seguir conviviendo. Coincidirán en Eurovisión y en las elecciones europeas. Quedaron a la espera de otro milagro de la primavera.
Moraleja: ambas son causas justas y ambas merecen ser amnistiadas. Si a alguien le resultan molestos que piense que nos va la vida en ello. Ampliación de la Moraleja: no hay que dejar los intereses sociales a los políticos porque son parte interesada. Cada uno tiene que explicar sus circunstancias con el ánimo de ser entendido sin ruidos. Cooperar es siempre más rentable que confrontar. De otro modo, todas estas causas se irán, como pellets en la arena se perderán.
11 febrero, 2024
Está muy gracioso el artículo. Tenía que haberlo escrito en 2020, en plena Pandemia. Los paletos fachas de la boina, que son tan tontos, que nos dan de comer todas las frutas y verduras que necesitamos, a precios baratos. Cuando no haya agricultores y suban más los precios o no haya productos agrícolas, lo vuelve a escribir, como ocurre ahora con muchos medicamentos, microchips o con el gas barato ruso cuando ya no los podemos tener.
11 febrero, 2024
De todos es sabido que al vulpes vulpes le gusta la fruta, de todos es sabido a quien va dedicada la canción
11 febrero, 2024
Ingenioso
12 febrero, 2024
Esto parece mas que “fábula” una fenomenal empanada mental, como están las cabezas, os siguen echando algo en el agua, no tenéis remedio os extinguís. Yo como buen lobo me huyen las zorras, con los agricultores coexistimos(Adjetivo. Que existe, tiene realidad o está presentes al mismo tiempo o en la misma área que otro). Salud
12 febrero, 2024
Eres un lobo Capitolino poco capitolino si coexistes con los agricultores, pues a los pies del azoguejo sólo hay sembrados adoquines de granito, pero está bien que tires de diccionario, sin duda alguna eres un lobo que se esfuerza, seas Capitolino o rural y esforzarse a día de hoy, es mucho más de lo que hace ningun político por sus lobeznos, esos son más de ordeñar a la Loba como Rómulo y Remulo