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700 pueblos segovianos de los que solo queda el nombre

¿Cuántos pueblos hay en Segovia? Oficialmente son 209 municipios y 17 entidades locales menores, pero si abrimos el foco a aldeas y urbanizaciones hay que elevar la cifra. Más de 360 códigos postales consigna Correos como destinos postales, desde los de la capital a caseríos como Aldealázaro (Ribota), con un habitante censado en 2018.

Pero han sido más, muchos más. El profesor de la Cooperativa Alcázar José María Martín Mesa ha recopilado hasta 1.030 pueblos en la provincia de Segovia citados en diferentes documentos históricos en su titánico diccionario de toponimia que, bajo el título de Segovia y sus mil pueblos, toponimia mayor de la provincia de Segovia, la segoviana Ediciones Derviche tiene en imprenta para una inminente publicación. Más de mil pueblos lo cual no quiere decir que estuvieran habitados a la vez en algún momento de la historia.

Martín Mesa considera que son unos 700 los pueblos segovianos que han desaparecido a lo largo de la historia. “Probablemente son muchos más, pero de los que yo haya encontrado constancia histórica, sobre 700”, explica. Desde los tiempos visigodos hasta los presentes. Despoblados como Gallococeado (detrás del restaurante Lago, en Segovia), Manisgorio (Muñopedro), Cabezuelas o Prozaces (ambas en San Cristóbal de Segovia) y así una interminable lista de aldeas engullidas por la historia. Más de 700, hoy despoblados, de los que con suerte quedan los restos de la ermita, pues apenas los hay que no tuvieran una.

Porque la mayoría de estos pueblos desaparecieron siglos antes de la mecanización del campo o de la “España vacía”. Fueron aldeas que naufragaron por un cúmulo de causas y sin que presenten un patrón temporal común. “Muchas desaparecieron tras la invasión musulmana, especialmente en la zona de Sepúlveda y Arcones, pero no he encontrado un periodo de tiempo que puedas decir que marque la diferencia”, explica el lingüista. Fue un goteo.

Matandrino, un pueblo abandonado en Segovia.

Tampoco hay mucha información sobre estos pueblos náufragos. “Por lo general eran apenas aldeas, que surgían alrededor de una familia en sentido amplio, tíos, primos… Algunos terminaron deviniendo un caserío, como Caserío de Santillana, otras fueron comprados por el vecino, es el caso de Navalpino, que fue adquirido por Villacastín“, explica Martín.

La casuística es amplia. Hay factores como la peste. Una epidemia que se llevaba por delante a los más de los hombres de una aldea. Las mujeres y jóvenes que quedaban terminaban por irse a otro lado. La guerra es otra fuente de causas, especialmente en el convulso periodo de las guerras civiles castellanas, cuando una partida podía reclutar a buena parte de los hombres. A menudo no volvían y mujeres e hijos buscaban el futuro en un nuevo asentamiento o partían detrás de los soldados. Hay factores de mera supervivencia, desastres naturales, una serie de malas cosechas, o algo tan aparentemente simple como el agua. “A veces se secaba el arroyo que daba agua al lugar, y sin agua no hay futuro”, explica Martín Mesa. Otra causa habitual, la compra de la aldea por parte de un señorío.

Más modernamente la falta de servicios. A mediados el siglo XX quedaron como despoblados pueblos como Matandrino (Prádena) o Agejas (Mata de Quintanar). Hoy aún se advierten los esqueletos de las casas que en los 50 y 60 quedaron abandonadas. Pongamos el caso de Matandrino, donde simplemente el puñado de vecinos que allí se mantenía se fue mudando a Prádena conforme a Prádena llegaban comodidades como el agua corriente, la luz, el acceso a carreteras… También han surgido nuevos. Urbanizaciones como Los Ángeles de San Rafael, Robledo…

Libro del año

A lo largo de sus más de 550 páginas, el diccionario revisa pueblo a pueblo la documentación histórica disponible, extraída de los archivos municipales. Ahí se constata una primera indicación de la que Martín Mesa da razón en cada entrada. También se ha trabajado a fondo el material que facilita el Instituto Geográfico Nacional, los mapas digitalizados de acceso libre a través de internet. Otro factor es el gran caudal de estudios de toponimia de los últimos 20 años, la mejora del conocimiento de las lenguas prerromanas que permiten afinar con las hipótesis explicativas de donde viene el nombre de cada lugar.

Un trabajo ímprobo en cualquier caso. “Este me ha costado unos dos años y medio, pero es algo en lo que vengo trabajando desde hace cinco y que ya empecé a publicar con Los nombres del agua (Derviche 2017), donde abordé un diccionario de los ríos y arroyos de la provincia”, explica. Estudio colosal que, más allá de la mera erudición, nos permite adentrarnos en el conocimiento de las lenguas, las procedencias de las repoblaciones, los dinamismos históricos en suma.

Unos ejemplos. San Martín de la Varga se ubicaba, probablemente, en Alealcorvo, aparece citadao como de la Barga, de la Varca y de la Barca en 1247, 1450 y 1472. Sobre el nombre nos dice Martín Mesa que hay dos opciones;de “barca”, o de la raíz prerromana “barga”, lugar inundable originalmente que pasó a definir “la parte más empinada de una cuesta”. Así que surgen dos hipótesis, una que fuera un asentamiento de repoblación gallega, donde existe la advocación de Nuestra Señora de la Barca, o más probablemente, que coincida con un lugar llamado Cuestaiglesia que se aviene a la perfección al uso de “varga” en otras toponimias.

Las deformaciones lingüísticas a lo largo de los siglos a veces nos confrontan a retos detectivescos. ¿De dónde podría venir Manisgorio (en Muñopedro)? Pues todo indica que del nombre propio Ibáñez Godio, probablemente el fundador del enclave. San Miguel de Neguera (en San Miguel de Bernuy), este es fácil, viene de necrópolis, “necaria” en latín… Y así 1030 nombres.


 

 

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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