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Segovia y la crisis de la crisis

En su último número, la revista de la FES decidió darnos un alivio. Pedro Palomo se sumaba a la operación “Orgulloso de ser Español” decretada por el presidente del Gobierno. En la portada se nos cotejan datos de 1999 y los de 2014, viniéndose a decir que “estamos mejor que hace 15 años” (qué bueno, es una manera de verlo). Todo eso, siempre que hablemos del ámbito nacional, que a eso se limita la operación “demos alegría”, y en el bien entendido de mirar  como de pasada las cifras del paro, que esas. ..

Comparó Rajoy nuestra situación a la del navegante que ha cruzado ya el cabo de Hornos. Y sí, viene a ser eso. Nos queda por delante todo el océano Pacífico, luego bordear por Buena Esperanza y llegar a casa navegando contra marea. Casi nada… Y eso en un barco lleno de agujeros, que no soporta una tempestad económica más, y sin agua. Alguien debería recordarle a Rajoy que Magallanes, el capitán de aquella gesta, no llegó vivo a España, murió en las Molucas.  De cinco barcos que salieron de Sevilla llegó el Victoria, de 225 marinos embarcados, murieron 208. Todo un éxito.

Pero bueno. Seguimos a flote, eh… ¡Que no decaiga!

Presuponiendo que las cosas en Cataluña salgan medianamente bien. Rogando a Santiago Apóstol que el mundo aguante y no se desate una  a lo Lehman Brothers, que Rusia se comporte y el euro tire otra temporadita. Presuponiendo todo lo habido y por haber, debo decir que a España le espera, como poco, una interminable travesía por el desierto.

Que nadie espere volver en décadas a la situación de 2006. No hay la menor señal, pero ni la más mínima, de que nuestra economía sea capaz de generar en el medio-largo plazo cuatro millones de empleos. No se atisban nichos de trabajo (todo lo contrario). Esto sigue pintando fatal.  Y para Segovia, sin industria, sin población, con servicios caros y monodependiente del turismo, peor.

No volveremos a las demenciales cuotas de consumo pre-crisis. El que ha perdido el 50% de su facturación que no se engañe con que las aguas volverán a pasar. En primer lugar, no están los tiempos para el consumo desaforado de primeros de siglo, la escasez de materias primas es real. En segundo lugar, pasarán eones hasta que se vuelva a repetir una concentración del crédito a largo plazo en un corto plazo. En tercer lugar, el ajuste competitivo apunta a que los salarios no crecerán, se quedan como están, en consecuencia, la retracción económica obliga a mantener altos los impuestos para salvar lo básico-básico del Estado del Bienestar (jubilaciones, sanidad y algo parecido a la educación gratuita). El consumo de los próximos años apunta al segunda mano, a la optimización, al low cost. A la eficiencia energética, a la autosuficiencia y a lo renovable (a pesar de los intentos del Gobierno por mantener el viejo estatu-quo). Quien pueda posicionarse por ahí, que lo haga.

De la construcción no voy a hablar. El sector creció, sólo y exclusivamente, por la creencia mística en el tocho como activo de inversión. Nada más. Destruido el mito, destruido el sector.

No hay boom tecnológico a la vista. No existe un revulsivo TIC tipo internet o telefonía móvil, una tecnología barata y fácil de implementar que induzca a pensar en sectores surgidos de la nada. No al menos a corto plazo. Bueno, quizá uno, el fin de la televisión tal como la conocemos y lo que vendrá detrás.

No hay posibilidad de crecimiento industrial. España, y sustancialmente Segovia, llegaron tarde a la fiesta. Hoy las magnitudes de escala tienden a la concentración –y robotización- de la producción.  Construir polígones industriales es, lisa y llanamente, tirar la pasta por el desagüe.

El único segmento esperanzador es el de la sostenibilidad ambiental y el de la producción alimentaria. Ahí podemos jugar algunas pocas bazas. También en el fenómeno de la desurbanización, de los servicios sanitarios y gerontológicos. Poco más.

Y ahora díganme con esos mimbres cómo se generan cuatro millones de empleos. La cadena del progreso continuado se ha truncado. No se crece -ni que sea poco- eternamente;  la historia va para delante y para atrás, a periodos de expansión le siguen los de parálisis y espasmo. No es verdad que cada generación mejore en riqueza a al anterior. Ahora vamos para atrás. Y lo mejor es hacerse a la idea. Nos queda una muy, muy larga travesía. Curiosamente, eso no tiene nada que ver con la felicidad. Los hombres nos adaptamos a lo que hay; los que no sencillamente se quedan en el camino.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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3 Comments

  1. Le veo a usted muy negativo Besa, ve la botella medio vacía, pero creo que hay pequeñas razones para el pequeño optimismo. Se olvida del importante sector turístico, que junto el alimentario y el del automóvil están tirando con fuerza de nuestra pobre economía, por no hablar de Obra Publica. Lo que si tengo claro es que necesitamos un profundo cambio en las instituciones y en el modelo publico, ese que se devora el PIB para mantener a amiguetes y colegas en puestos rimbombantes de la administración. Para salir de esto necesitamos mas autónomos y pymes, menos asesores, diputaciones y empresas publicas. Yo lo veo de otra manera, al menos un poco mejor que en 2012.

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  2. Muchos eones sí señor. Ya lo decía midifunta abuela: madrecita que me quede como estoy…

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  3. Aqui Blesa los que mejor se han adaptado a la revolución robótica han sido los partidos políticos. Lo tienen todo lleno de robots, androides y demás especímenes. Ya sean de su factoría o fábricas independientes. Pululan por los distintos organismos oficiales marcando las pautas de unos y otros. La facultad de raciocinar, me parece que tardará muchos más eones que la recuperación económica. Saludos 😉

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