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Segovia celebra el día Mundial de las Zonas Húmedas

Apréstense, caros lectores, a celebrar este domingo y como corresponde el Día Mundial de las Zonas Húmedas. En Segovia, tan lúbrico acontecimiento se adelanta al sábadete 1 de febrero, lo cual parece más acorde con la costumbre. A tal fin, se convoca una excursión a las lagunas de Cantalejo. Los organizadores  (los conservacionistas de SEO/Bird Life SEO Segovia) recomiendan para la ocasión acudir armados con un buen telescopio.

Como se sabe, las zonas húmedas son de una importancia capital en la historia de la humanidad. Puede afirmarse con rotundidad que sin ellas la vida no habría surgido. Es nuestro deber cívico, por tanto, conmemorar como se merece las zona húmedas. Y no solo eso, ya que tal vez no todos puedan abarcar las zonas húmedas en su mundialidad, preservemos al menos con mimo las que tenemos a nuestro alcance.

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Los días mundiales internacionales, decretados por los diferentes comités de la ONU, son una traslación al ideario moderno del santoral cristiano. Hay que reconocer que es un acierto, pues el día internacional permite abrir el telediario sensibilizando al ciudadano para con alguna causa noble o –aunque noble tal vez no sea el atributo que mejor cuadra a la zona que nos ocupa-.  Y cada época tiene sus tiempos, así, se entiende que el antaño fervor por santa Bárbara como protectora contra los rayos, dé paso al Día Metereológico Mundial (23 de marzo), o que san Roque devenga día de la juventud, mejor que de los apestados. Como periodista, sin embargo, echo de menos el ensoñador Día de las Causas Perdidas, antaño adscritas al gran san  Judas. Pequeños detalles insignificantes.

En Segovia, un día internacional de tronío es el día de la paz. Miriadas de colegiales invaden las calles y forman palomas picasianas, entonan emotivas poesías o, caso del colegio de mi hijo, efectúan un divertido baile de hermandad. No sé si es muy útil, la verdad, después de todo, a uno, ya talludito, le criaron en aquellas escuelas solo para hombres de la enseñanza pública franquista. De vez en vez nos llevaban a los montes y algún zumbado nos daba adiestramiento paramilitar (o parecido). Un día vino un sargento legionario a reclutarnos para novios de la muerte. “Chavales –nos dijo- cuando las tías os vean desfilar de legionarios, ¡se les caerán las bragas a plomo!”, profetizaba.  Era divertido pero ideológicamente cuajó poco. De toda la banda de mi quinta, la gran mayoría se declaró objetor llegado el día. Espero que no pase lo mismo con los críos de hoy y el tiro nos  salga por la culata.

Pues sí. Educar en valores es bastante más difícil que recortar letras y pegarlas en una cartulina. Cursar un máster o acudir a un pincho en la sala Expresa. En realidad, los valores surgen de un complejo proceso cultural validados en su utilidad social (es una teoría). Una utilidad social que no tiene porque ser causal, es más, por lo común es una utilidad social indirecta. Vean, nuestros mayores celebraban hasta extremos exasperantes la castidad (femenina). ¿Por qué?, cabe preguntarse, lo suyo sería más bien celebrar la juerga y el desenfreno. Pues verán,  la principal ventaja de las sociedades castas era su crecimiento demográfico. Al retrasarse los embarazos se prevenían las bestiales tasas de mortalidad por parto precoz que, por ejemplo, agudizaron la crisis demográfica del imperio romano y facilitaron la implantación del cristianismo. La castidad (femenina) facilitaba (a los hombres) la gestión de la vida familiar y nupcial, pues nada más enojoso que emparejar con la fresca del barrio. (Recuerden que es una teoría).

La cosa es que los tiempos cambian. Estaremos de acuerdo en general que santa María Goreti tiene hoy poco predicamento. Las Zonas Húmedas, en cambio, merecen nuestros más enconados esfuerzos de conservación. Sin duda.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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