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Pro corona

No vive la corona sus mejores días, no.
Uno de los grandes inconvenientes de la necesaria reforma de la Constitución es que, a poco que se rasque, va a salir al tapete la cuestión ¿monarquía o república? De algo así iría, digo yo, la paja mental que se montó Jordi Evole. No debió hacerlo. Estas historias se hacen de Kubrick y la conquista de la Luna, de un ataque alienígena en los Monegros. En lo concerniente a la comunicación suscitar morbo y defraudar las expectativas, pretender luego arreglarlo con un debatillo sobre los secretos de Estado y el rey, es apedrearse el tejado.

Monárquico confeso voy a dar mis argumentos en favor de la monarquía. El rey tampoco me cae especialmente bien. La primera vez que “no” le vi fue en la escuela. Yo tenía 9 años. Era la hora del partidillo y el rey venía a la ciudad. El profesor repartió banderines de España: “Venga, en fila y a ver al rey”, dijo. Me negué, claro. “Pero hombre, ¿que no ves que es un cosa histórica?”. Bien secundado por cuatro coleguillas, me mantuve en los trece tenía yo claro que a mí no me quitaban del partido ni que volviera a la tierra el profeta Elías (bueno, si esa lo mismo sí). No hubo forma y allí nos quedamos los cuatro disidentes, jugando al fútbol.

La segunda que casi le vi fue en la mili. Venía Juan Carlos al cuartel a entregar unos despachos. Para la ocasión, en cocinas (yo era cocinero, no tenía ni puta idea, pero era cocinero) nos metimos una jartá de preparar canapeses que ni cuento. El alba sería y allá estaba Besa volteando tortillas y untando tarteletas. Después de la currada, y botellín en mano, salimos al exterior con la idea de jalear al soberano, en plan pueblo llano, ya saben… No pudo ser, nos trincó la Guardia Real y, tal como se lo cuento, nos encerraron a candado en el cuartel. Allí estaba arrestada la compañía al completo, no fuera a pasar que el rey nos viera. Luego, ya mayor, fui a la Zarzuela, acompañando a los de la Cámara de Comercio de periodista. A Jesús Postigo, y a más gente, esas cosas le chiflan. Pero para uno de comunicación estos trajines son de tajo triple y de poco lucimiento. Es fácil meter la pata. Otro día les cuento, que tiene tela lo de aquel día.

Decía que soy monárquico, sí. Pienso que la gente que va de republicano no tiene ni la más remota idea. A veces me entra uno y me suelta que porqué el hijo del rey tiene curro seguro y el suyo no. Que cómo puede ser que todos seamos iguales ante la ley y no sé que chorradas más. Yo le digo que no sé.

La gente no sabe lo que es la jefatura simbólica del Estado. No sabe la suerte, lo barato y lo útil que es eso. Un jefe del Estado vacío de poder. Eso, para mí, es el no va más. Y si el precio a pagar es que el hijo de Juan Carlos herede el cargo, lo pago de buen gusto (además, parece más listo que su padre ). Algún republicano, que me quiere bien, me dice, “es una boutade”. Sí, boutade, una leche… El poder vacío de contenido, por favor. Siempre. Eso es progreso en estado puro.

Digo que es útil y me consta. Vuelvo a la Cámara de Comercio. Un comentario típico con un colega de comunicación, de vuelta de una misión comercial encabezada por el rey. “¿Qué? ¿Cómo fue?” “Ya sabes… curro triple y poco lucimiento?”, “Ya, ¿por lo demás?”. “Por lo demás hemos vendido hasta los botones”. Y es lo que hay, los ricos se pirran por fotografiarse con un rey, por fardar en el pueblo de que le han visto y contar cuatro cosas. No falla. ¿Vendería un duro a cuatro pesetas un carcamal del PP o del PSOE al que para darle retiro le pusieran de presidente de la república española? ¿Suscitaria algún tipo de feeling?

Y del cutrísimo color morado de la bandera republicana, ¿qué me dicen? El morado da asco. En su lugar, rojo, amarillo y rojo. Bonito, visual, simple… A mi me ponen una bandera con morados y me hago andorrano. ¡Hasta ahí!
Pues ya está. Dos argumentos pro-monarca.

Más. Pienso que la jefatura del Estado debe estar alejada de los partidos. Eso da estabilidad. Tradición, sentido… Montar unas elecciones son, a poco, 40 millones de euros. La Casa Real sale más barato.

¿Voy a mandar al carajo las ventajas por un tonto afán de igualitarismo mal entendido? En lo que afecta a la política las cosas son útiles o no lo son. El resto es patraña. ¿Importa que la doctrina de José Antonio fuera de una mejor o peor madurez teórica? No importa un cojón de pato. Importan los resultados. ¿Va a ser más útil la república que la monarquía? ¿Con qué salimos ganando?

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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