Posted By Redacción on 28, Mar, 2015

Por Juan Manuel Lafora

El modelo de democracia directa ha sido siempre un referente idílico para las personas, un sistema de gobierno atractivo que cuenta con las simpatías de todas aquellas personas con fuertes convicciones democráticas. Supone, en términos generales, poner a la ciudadanía en el centro del escenario político, sometiendo los asuntos públicos a su deliberación y aprobación. Sin embargo, y paradójicamente, esa misma gran mayoría tradicionalmente ha venido sosteniendo que, en el plano práctico, la democracia directa es poco menos que una utopía, cuando no directamente una quimera.

El régimen del 78, en la línea sostenida por las democracias occidentales en las que se inserta, ha venido argumentando las delicias del sistema de partidos y de representación, el súmmum de lo que la democracia realmente es y representa. Y, sin embargo, el hecho es que esta tesis se ha mantenido impertérrita hasta hace no mucho, tanto por aquellos que sentían cómodos e integrados en el sistema como por los que, siendo escépticos con aquél, lo asumían con naturalidad en la medida en que éste llevaba debajo del brazo la hogaza de la estabilidad. Por el camino, y por mor de lo expuesto, todo lo que sonara a iniciativa ciudadana fue lenta pero sistemáticamente relegado a un discreto segundo plano. No hay más que pensar en el tejido asociativo vecinal que, en términos generales, es uno de los casos más representativos en dicha línea. Otro aspecto relevante es el relativo a los programas electorales, cuyo cumplimiento siempre brilla por su ausencia. En este sentido, da igual el color del partido, todos han contribuido a suplantar la iniciativa ciudadana y a dejar relegada a ésta a tareas secundarias, manteniendo además un control estrecho sobre aquella.

Pues bien, esto ha terminado. Ha tenido que llegar la consabida crisis para que los ciudadanos de a pie hayamos despertado de este prolongado letargo y empezado a reivindicar un papel activo en lo que atañe a lo que es de todas y todos. Hemos terminado dándonos cuenta de que todo lo que tocan los partidos en nombre de la ciudadanía acaba perjudicando a ésta. Desempleo, corruptelas, rescate de bancos, recortes sociales, sobres, favoritismos, dedazos, presión sobre los más desfavorecidos, etc., son todas situaciones en las que han mediado los partidos y las personas que usted y yo hemos votado en el pasado. En clave local se traduce en un municipio con cada vez menos futuro, éxodo de jóvenes, inversiones innecesarias, obras a medio hacer, hipoteca del presupuesto municipal por años…

Estos partidos y estas personas son las que le piden su voto y confianza, una vez más, para volver a hacer lo mismo. Da igual que cambien caras, que digan que si, que ahora van a contar con la ciudadanía; detrás de esas opciones hay partidos y personas que antes, ahora y en el futuro gestionarán lo público de espaldas a los intereses de la ciudadanía. Es el momento, pues, de dar paso real a la participación ciudadana.

Y así, nace Segoviemos, una plataforma ciudadana que, simple y llanamente, quiere que lo que se realice en política municipal sea debatido y decidido por la ciudadanía. Para ello, planteamos un sistema de contacto continuo con la ciudadanía durante los cuatro años de mandato político para someter a su aprobación el actuar de sus representantes, impulsar propuestas y hacer valer en las instituciones sus intereses. La ciudadanía manda, así de simple.

Detrás de nosotros no hay partidos ni proyectos políticos personalistas, sólo ciudadanos. Somos el único proyecto político en Segovia que garantiza absolutamente la composición e interés 100% ciudadano. En nosotros no encontrará nunca promesas, sino una relación estrecha y sometida a la voluntad ciudadana, que para nosotros tiene carácter contractual.

Juan Manuel Lafora, experto en desarrollo, impulsor de la candidatura Segoviemos al Ayuntamiento de Segovia.

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