Unas 12.000 personas, según los cálculos de la Policía Local, se echaron a la calle para saludar a los Reyes Magos y sus comitivas por las calles de la ciudad en la noche mágica del 5 de enero que pone fin a las fiestas navideñas. La “buena” climatología —12 grados al comenzar, varios menos cuando el último niño se bajó de las rodillas de Baltasar— y la ilusión de miles de niños boquiabiertos ante el acontecimiento permitieron la presencia de numerosos espectadores en todo el recorrido y la aglomeración en el Alcázar, la plaza Mayor y el Azoguejo, puntos centrales del espectáculo.
Puntualmente, Melchor, Gaspar y Baltasar partían del Alcázar en medio de un espectáculo de luces y proyecciones sobre el agradecido escenario de la torre del monumento bajo una narración con base en la tradición cristiana de su existencia, organizándose allí los cortejos de 400 personas, un trabajo que ralentizó el tránsito hasta la plaza Mayor donde esperaba el caballo de hierro, anunciado este año como la gran novedad de la Cabalgata.
El ingenio mecánico y su amazona, tirado por porteadores, espectacular por su altura y movimientos pero simple en cuanto a sus posibilidades “teatrales” abrió desde ese momento la carrera, ya más organizada y compacta desde ese punto hasta su llegada al Azoguejo, donde hubo que maniobrar para que la estructura del caballo cruzara los arcos del Acueducto, tanto en su entrada, como en su salida.
Precisamente, la plaza de fin de trayecto y su entorno estaban repletos de gente mientras la alcaldesa, Clara Luquero, animosa, se lanzaba a hacer pequeños bailes sobre el escenario e incluso a coger el micrófono para animar la espera a los Reyes, que aún pasaron varias horas recibiendo a los niños que, tensos, nerviosos y emocionados, hacían balance del año —buenísimos, salvo alguna travesura pequeña en la mayoría de los casos— y susurraban, no por discreción sino por congoja, sus deseos al oído de los Magos.
Caramelos, música y un caballo.
La cabalgata de Reyes en Segovia no es un espectáculo teatral. No hay coreografías ensayadas ni papeles definidos más allá del de los propios Magos a los que es sencillo entender que se vean desbordados ante el protagonismo que les otorgan las miradas inquietas de los niños. Casi un kilómetro de saludos con la mano tratando de mantener la majestad del cargo no es un trabajo fácil, pero si emocionante como también se veía en sus rostros.
El resto de las comitivas, como en otros tantos desfiles que se puedan ver a lo largo del año, son agrupaciones de jóvenes y adolescentes —los hay más mayores, pero son menos— entregados a un paseo en el que buscar a familiares y amigos entre el público y repartir caramelos, miles de caramelos —1.700 kilos— entre el personal, que acude al evento armado con grandes bolsas, cucuruchos o sombreros que tratan de llenar antes de volver a casa mientras las bandas animan el paso.
Es inevitable la referencia al efecto estrella de este año, el gran caballo mecánico montado por una amazona, original en su diseño y conseguido movimiento de galope, pero limitado en sus posibilidades. Tras unos segundos de observación, el interés decrece rápidamente, lo que hace pensar que quizá su precio, 10.000 euros, y las expectativas previas anunciadas desde el Ayuntamiento resultaron algo exageradas.
Las carrozas de los Reyes, por otro lado, son las mismas que en la última década y mantienen el principal problema detectado en años anteriores: son demasiado altas, sobre todo en el caso de la que transporta a Baltasar, perdido a demasiados metros de los menores, por mucho que estos estiraran el cuello para ver a uno de los “favoritos”. Esa misma altura causa problemas a la hora de bajar de las andas en pleno Azoguejo, precisamente cuando siguen sus evoluciones miles de miradas.
También las de una discreta pero contundente presencia policial con agentes apostados en todo el recorrido, prácticamente en cada cruce de calles, y la de una reducida representación municipal en la que no estaba la concejala de Cultura, Marifé Santiago y tampoco los ediles de la oposición municipal. Claro, que los protagonistas de la noche eran los Reyes.
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