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El drama y la comedia

ArahuetesCajaSegoviaviajesLo primero que me ha venido a la cabeza, así, sin pensar mucho, ha sido: “leche, qué mal gusto tiene este señor y qué claro tiene eso de que hay que dar titulares cuando se está en rueda de prensa, aunque sean de esta categoría (Serie B)”. Luego me han venido otras conclusiones apresuradas, pero no se las cuento, que ya le digo que eran sin pensar y no quiero molestar soltando lo mismo que, seguro, está usted pensando también.

Así que he vuelto a escuchar las declaraciones del alcalde Pedro Arahuetes, ya sabe, imputado en el caso Caja Segovia por ser consejero cuando aquello se desintegraba y caía en el pozo de Bankia, que han resultado ser un monólogo dramático que introduce la historia a base de afectadas preguntas sobre el paradero del patrimonio de la extinta Caja. Qué curioso, son las mismas dudas que quiere resolver el fiscal con las recientes imputaciones a consejeros y directores, que por haberlo sido, deberían saberlo.

Vale. El monólogo continúa y nuestro protagonista ya aparece en pleno meollo de la trama como una víctima sin tapujos: “Está muy bien. El alcalde imputado también. Esa es la noticia. Me parece estupendo. Todos contentos”, declama cadenciosamente, resignado.

Tras dejar en la mesa el tercer pañuelo, empapado de moco y lágrima, y como los medios modernos me lo permiten, dejo al orador congelado en medio de una media sonrisa y paro para reflexionar, no sea que este hombre tenga razón al enfadarse cuando se le ha puesto en los titulares de prensa.

Lo mismo es que es una nimiedad que un electo —andan en las mismas dos aforados y algunos cargos públicos más— alcalde de capital de provincia y conocido paladín de infinitas nobles causas, sea reclamado de este modo a declarar ante el Juez. Quizá. Pero mire, en mi descargo diré que un día, en el bar de la facultad de Periodismo, se hablaba de un caso similar y uno que parecía muy listo proclamó antes de pedir otra ronda de botellines que eso es noticia, y de las gordas. Se me quedó grabada la lección.

A ver, que perdemos el hilo y la delirante historia tiene un final cantado en la que el héroe muere trágicamente vencido por el villano: “Al final acabo con un tiro en la nuca en cualquier cuneta (…) porque como no me callo…” ¡Leche! Han vuelto a ganar los malos.

Pintada alusiva a los viajes de Caja Segovia, en el callejón Pescadería.

Pintada alusiva a los viajes de Caja Segovia, en el callejón Pescadería.

Parafraseando al gran Matías Prats: “¿Pero esto qué es? ¿Esto qué es?” y ya de mi cosecha: ¿Es esto una broma sin gracia a base de una imagen, la del disparo traidor, que repugna a la inteligencia colectiva y privada de este país? Si es así, se me acaban los adjetivos, que la RAE me ofrece montones y de paso, grito mi repulsa más absoluta a tener que escuchar este tipo de gracietas de labios de un representante público, por mucho que esté en trance artístico.

Claro, que si habla en serio y el regidor se encuentra sumido en ese riesgo, el fiscal le ofrece ahora la posibilidad de explicarle sus temores con pelos y señales. Yo ya habría ido a verle hace mucho tiempo y sin necesidad de pasar por el trago de que me lleven obligado.

La vertiente mafiosa del asunto parece poco clara: teóricamente, lo de la cuneta le pasaría a este ex consejero por “no callar” y yo me pregunto qué es lo que ha dicho en los últimos meses más allá de proclamar que “otros” —ni un nombre— urdieron una trama para ponerse las botas y que él estaba allí, pero ni se enteraba y cuando firmaba, lo hacía a regañadientes.

Pero hombre. Que los directivos se han llevado desmesuradas cantidades de dinero es un hecho que conoce cualquier ciudadano, lo refleja papel judicial y está publicado el listado de asignaciones que se aprobó —firmé aquella información y afirmo tajantemente que Arahuetes nunca me pasó un solo dato— y eso no hace que todos miremos constantemente de reojo, temerosos de que aparezca el sicario.

Hasta ahora, no ha aportado un solo haz de luz a este asunto pese a haber tenido tiempo para hacerlo. La próxima cita en el Juzgado es la oportunidad definitiva. A ver, como el regidor, los miembros de aquel nefasto consejo y los directores imputados, deberían estar preocupados por el mero hecho de estarlo.

Vamos, que lo que ya se ha dicho: si se firmaron las actas del consejo que dieron el visto bueno a los pagos millonarios a unos pocos y otros cuantos asuntos peliagudos sabiendo lo que se acordaba, pues uno más de la banda. ¿No?

Pero si lo que ocurrió es que, como dice —otros consejeros usan la misma línea de defensa— no se enteró y firmó a ciegas, engañado… Pues que me cuente qué hizo en ese consejo durante ocho años —aparte de los cursos de formación por medio mundo, digo y percibir dietas, eso si, por asistir a reuniones tediosas en las que al final le daban un papel o dos para firmar— y de cuántas cosas se enteró y de cuántas no en ese tiempo. Cabe recordar en este punto que, entre otras cosas, los consejeros tenían como obligación velar por los intereses de la entidad.

Que hable el juez, que al final me he vuelto a dispersar, así que voy a tratar de concluir la crítica del drama que me ha traído hasta aquí recordando que las películas más taquilleras de nuestro cine son las de Torrente. No son las mejores, pero tienen ratos que provocan mucha repugnancia y en general sales del cine con una gran sonrisa. No le cuento lo bien que lo pasa Santiago Segura.

*Recomendación musical:

Author: Fernando Sanjosé

Segovia (1967). Periodista.

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