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Un mundo mejor para nuestras hijas

Me confieso mortificado por todos estos bienintencionados días de la Paz, Contra la Violencia Sexista, Contra la Pedofilia… Ver a los representantes institucionales sermoneando a modo de padres predicadores: “sed buenos”. El día de la Violencia Contra la Mujer es el culmen; veo a los alumnos de tal o cual sitio procesionando vestidos de luto y con cara de solemnidad. El ponente declamando un dramático discurso en el que como originalísima contribución a la oratoria emplea el plural femenino. Todas somos esto, todas somos lo otro… ¡Qué bien!

A la vez eso remueve profundos recuerdos. Pues soy hijo, nieto y bisnieto de mujeres trabajadoras, en tiempos en que “poner en su sitio” a la mujer de uno de un tortazo, así como lo cuento, no diré que estuviera bien visto, pero con suerte la agredida debía conformarse con la benevolencia de los propios progenitores. Disculpa a tu marido, ha tenido un mal día, yo hablo con él y no volverá a pasar… Sí, madre, abuela y bisabuela no lo tuvieron fácil. Y todos ustedes que me leen han pasado por algo igual, fijo.

Y piensas, son cosas del pasado, felizmente superadas. Y de repente, zas, una mujer asesinada… y van ¡44! Y aguanta porque, a lo que se ve, España está en el top de los sitios donde mejor; en México -no sé dónde lo leí- mueren 7 mujeres al día por violencia machista, ¡7 al día!

Para poner la violencia de género en su justo valor habría que ver qué pasaría si 44 políticos fueran asesinados en España por violencia contra-los-políticos, o 44 empresarios por violencia-contra-los-empresarios. Y entonces es cuando te das de bruces con la barbaridad de la cifra. 44 familias hundidas, 44 congéneres desaparecidos. Y cuántos cientos de mujeres partidas, destrozadas… Nos gastamos una ingente cantidad de pasta en prevenir el terrorismo cuando el número de víctimas por terrorismo este año no ha llegado ni a la mitad y no deja de parecer un mundo de muertos. Visto así, si comparamos terrorismo a violencia de género, y no veo por qué no, se comprende la necesidad de ahondar en los esfuerzos.

Y sí. Me fastidia cierto comisariado feminista, siempre a la caza de “micromachismos“, porque a menudo lo percibo como una ingerencia en mi propio ser. Educado en una escuela “solo de chicos”, acuartelado “solo con chicos” durante 14 meses en la mili… Veinte años sudando testosterona…   Imaginen… Pero…

Jurado Premio Gil de Biedma 2017.

Machismo lo hay. Recientemente saltaba una polémica sobre una antología literaria a la que concurrieron más de 500 escritores. Se seleccionaron 10 y resultó que 6 de esos 10 eran autoras. Lo nunca visto. Otros años las autoras eran una o dos, ¡pero 6!… Hasta dónde llegaremos… Al punto saltó alguno denunciando la “corrección política” de la editorial. Que si el lobby feminazi impuso una cuota y tal… En la conversación posterior se evidenció que el número de autoras candidatas a la antología era el habitual. Ocurre que hubo un cambio en la composición del consejo editorial y que de estar tal senedrín seleccionador monográficamente representado por varones (algo habitual en el sector, y al Gil de Biedma de la Diputación me remito) se pasó a otro más igualitario. Más igualdad en la decisión, más igualdad en el beneficio. Así de fácil.

Es una buena metáfora de lo que sucede. Si en un ámbito decisorio las mujeres están bien representadas las decisiones finales no discriminan por género. De lo contrario, más bien sí. Y es de lo que se quejan con toda la razón muchas mujeres. “Tú, Luis, lo tienes más fácil. Yo tengo que convencer de que lo que tú haces lo hago igual de bien, a pesar de ser una mujer”. Y me resisto a creerlo, pero las pruebas son abrumadoras.

Hay excesos. Puede. Hay mujeres que matan, las hay. Y hombres divorciados sin derecho a custodia porque así lo pone la ley, o el que se queda fuera de un proceso de selección porque se demandaba un porcentaje X de mujeres. O camaradas liberadas que viven de la copla sin pegar palo al agua. Pero claro, lo miras desde el otro lado y ves rápidamente que es el chocolate del loro. Y sí, los hombres nos quejamos. “Ya están estas con la monserga”, solemos decir cuando no mira la antipática comisaria de la liga anti-depilación.

Pero los que tenemos la suerte de tener hijas nos imaginamos —o volvemos con el recuerdo— a ese mundo de machos y dan ganas de abrazar el infame “todas y todos” y a la compañera comisaria, teñirse de lila el pelo y salir corriendo a la procesión. Pues menudo mundo de hombres (mundo de hijos de puta, más bien) donde por defecto se disculpaban como “gajes de la condición humana” la extorsión sexual; los tortazos a la parienta: yo no sé barrer. El Julia es buena trabajadora pero mejor la despides que esta preñada;  el atenuante por celos; el ven pacá guarra que te enseño lo que vale un peine… Buff…  ¿Sigo?

Hoy escribo para usted, caballero, que como yo mira con escepticismo la procesión. Pero usted y yo tenemos la memoria viva. No pasa un día sin que algún cafre nos la refresque. Y no queremos ese mundo para nuestra hijas, ¿verdad que no?

 

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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