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Turistas sobre segovianos

El público se arremolina en la puerta de un restaurante, a las cuatro de la tarde del viernes.

A ver si se reconoce en la situación. Póngase fuera de Segovia y preséntese a alguien como segoviano. En buena parte de las ocasiones le soltarán un “Yo estuve una vez allí. Qué bonito el Acueducto y el castillo [no me diga por qué la Catedral sale menos en estos comentarios y si quiere le cuento porque no sale nunca la Casa de la Moneda] y qué rico el cochinillo”. Y se acabó Segovia. Nadie me ha dicho jamás que en su visita se compró un pantalón, que se llevó carne de esa buena que solo hay aquí, que aprovechó para comprar regalos de Navidad o que se fue a ver un concesionario de coches. Nadie me dijo nunca que le enamorara la luz del amanecer simplemente porque siguen siendo muy pocos duermen aquí. No. El personal, en general, viene, mira, come y se va y lo hace todo en unas ocho horas en las que la ciudad parece ponerse exclusivamente a su servicio.

Eso sí, los datos del paro de diciembre reportarán un centenar o así —el año pasado fueron 62— de parados menos gracias a las extras de camarero contratadas estos días, el torno del centro de recepción de visitantes habrá dado dos vueltas al marcador a estas alturas —ya pasarán nota de prensa el lunes, temprano— y estamos hablando de la única industria boyante en estos lares pero que quizá condiciona demasiado la vida de los ciudadanos y de la propia Segovia.

Demasiadas incomodidades en una ciudad que parece que simplemente se limita a aguantar el chaparrón de coches y personas que los responsables políticos parecen plantear con la naturalidad de una tormenta inevitable.

El subterraneo de Padre Claret estaba lleno a las 11.20 horas del día 8.

Caramba, reclamo ingenio para generar alternativas, supongo que eventuales, al aparcamiento; ideas que mantengan la eficacia del transporte urbano de autobuses precisamente en esos momentos en los que el coche no es una opción para los locales y que la espera en la parada no se convierta en un juego de lotería cuando los horarios pasan a ser meramente testimoniales porque el único autobús que presta servicio acumule antes de las 14.00 horas la pérdida de tres servicios como ha ocurrido este viernes en la línea de Nueva Segovia, el barrio más alejado del centro, pero también en el conjunto del sistema, incluyendo las líneas de Guiomar.

También sería reconfortante saber que hay alguien pensando seriamente en fórmulas que vayan más allá de las de alejar el problema de coches de la plaza Oriental blindando su acceso durante seis horas para trasladarlo al resto de la ciudad donde los turistas dan vueltas sin destino conocido a paso de atasco mientras su navegador, a base de recalcular, entra en colapso y los nativos se desesperan. Cierto, en el casco antiguo se está bien sin coches y eso lo agradecen los visitantes, pero en el resto de la ciudad, no.

Seguro que los destinatarios de mis alocadas peticiones me volverán a decir que los socorridos “informes técnicos” no dan con otra solución para las incomodidades que la del sacrificio colectivo en beneficio de la maquinaria económica del monocultivo del turismo y que si no, que me de una vuelta por los restaurantes y las calles para comprobarlo.

Un comercio, en plena calle Real, poco antes las 17.00 del viernes.

Pues lo he hecho y, efectivamente, he visto cerrar mesas para sentarse a comer a las 18.15 y bares que vaciaban a toda velocidad sus almacenes vendiendo chatos a precio de turista —¿A usted también le parece que chatear en la zona vieja de la ciudad tiene unos precios desmesurados?— como si todo el mundo viniera del desierto. Pero también he visto montones de gente paseando por las calles sin portar una sola bolsa de compras y me he topado con comercios abiertos de par en par, pero totalmente vacíos y con sus dependientas —hay dependientes, pero son muy pocos, no me diga por qué— con ese rictus serio que da el aburrimiento por falta de clientes.

Hombre, en esto quizá convenga que el sector también tire de imaginación para tratar de probar el pastel que ahora sólo parece ventilarse la hostelería y resolver las preguntas que surgen a la vista de que son las tiendas de grandes franquicias, precisamente las que no ofrecen ninguna particularidad porque son iguales en todas las ciudades, las únicas que parecen aprovechar el paso de miles de personas por la calle.

Se hace pues evidente la necesidad de replantearse la relación de la ciudad con su principal motor económico, más dentro de la tendencia alcista de Segovia como destino turístico que desde hace meses rompe récords sobre récords de visitantes. Es sabido que de éxito también se puede morir.

Author: Redacción

Acueducto2. Noticias y actualidad de Segovia.

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1 Comment

  1. Muy de acuerdo con su artículo. Falta ante todo imaginación en comercio y gobernantes. Pero dudo mucho que una de las mejores soluciones pase por meter en un contenedor de 100, 200. Si en un pabellón caben x, querer meter x+1, ocurre lo que ocurre, o das vueltas buscando sitio o colapsa, como ha ocurrido, por desgracia, alguna vez. Y sí cada vez veo más grupos de jóvenes (supongo en su mayoría de la zona de Madrid) dando vueltas (al torno del flamante Centro de Visitantes) con niños por la ciudad a pasar el día en el ‘centro-comercial-artístico-segoviano’, pero cuando ven precio, aunque sea regalado, en cualquier lugar lo primero que se oye es ‘cobran’ o ‘hay que pagar’ y… a correr. Mire usted, que es uno de los periodistas más perspicaces de esta ciudad, no pretenda hacer mucho en el peñón del Casco Histórico, entre escombreras, grietas y fallas anda el asunto. Pregunte por las obras de ‘restauración’ de murallas y alcázar, lo mismo se lleva una sorpresa. Eso sí, hágalo con expertos, arquitectos, arqueólogos… y sobre todo geólogos. Pero no se le ocurra recurrir a los que sólo mirar la pela para lucir medallas (muchas veces les sale doble el arreglo y encima se lo tendrían que hacer de mirar). De todas formas si algún día peta algo, será cosa de la madre Natura, no se preocupen, que hay mucho alarmista.

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