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¿Puede Pedro Sánchez declarar la república si le da la gana?

Imaginen un país, por ejemplo España, donde el presidente del Gobierno, por ejemplo Sánchez, decide un buen día cargarse la monarquía y proclamar la III República. Me parece una didáctica analogía para entender el juicio a los capitostes del procés independentista catalán.

Sigamos suponiendo que, si bien Sánchez tiene un mayoritario apoyo de las Cortes, carece de la mayoría cualificada (2/3) para abordar esa declaración. Como sea que en las calles hay un notable apoyo popular a la república (aunque discutiblemente hegemónico), Sánchez tira por la calle del medio y convoca un referéndum. Dice: “si sale la república aboliré la monarquía y convocaré elecciones a presidente de la república”.

Es en vano que los juristas (de Moncloa, de las Cortes) le digan a Sánchez que lo que pretende es ilegal, que debe ir por otro camino y que no vale ampararse en un referendum para violar competencias de las Cortes y cambiar la Constitución. Pero como Sánchez no tiene mayoría para ese otro camino sigue en sus trece. Varios tribunales ordenan expresamente al jefe del Gobierno que se abstenga de seguir ese camino y tumban una detrás de otra las resoluciones parlamentarias que vertebran administrativa y jurídicamente el referéndum. Pero Sánchez sigue. El referéndum se celebra finalmente de aquella manera, sin garantía alguna pero se celebra y gana la república. Sánchez declara la república, pero dice que suspende de momento la implantación de la misma. En la Moncloa, la bandera bicolor sigue ondeando en el mástil. Y Felipe VI mira la tele en La Zarzuela con gesto de preocupación.

Poco después a Sánchez los jueces le dicen “queda usted detenido”. Se le acusa de rebelión, sedición, prevaricación y malversación de fondos públicos. Le meten en la cárcel como preso preventivo y le piden un porrón de años de pena. ¿Sería Sánchez víctima o verdugo?¿Es esto un triunfo del Estado de Derecho o una derrota de la democracia?

Pienso que verdugo y pienso que triunfo del Estado de Derecho y en absoluto derrota de la democracia, por cuanto de la existencia de un clamor popular para hacer algo no se sigue ni menos legitima que tal acción deba ejecutarse al margen de la ley. Pienso que el trabajo del político es precisamente adaptar la ley a los proyectos políticos que pretende desarrollar y no el saltarse la ley cuando la ley se interpone en su camino.

Ahora bien, nuestro código penal no tiene tipificado como delito de rebelión el proceder (recuerden que imaginario) de Sánchez. De donde sus partidarios dicen que es “un preso político”. Está en la cárcel como mártir de la república. No hay derecho. A lo que los jueces replican, bueno, este señor, Sánchez, ¿ordenó a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado ponerse al servicio de la III República o al lado del orden constitucional? Y aquí entran los matices. No está claro que ordenara lo primero (el fiscal dice que sí y las defensas que lo segundo) pero hay pocas dudas sobre que lo planeó. Y se recuerda que todo delito puede serlo en forma de consumado o tentativa. De la sedición, de la prevaricación, del uso ilícito de fondos públicos pocas dudas hay: salía en la tele.

Entre tanto, en los medios controlados por los sucesores de Sánchez, aún en el gobierno, no dejan de emitir noticias con la mujer de Sánchez llorando en la puerta de la cárcel. Sus hijos publican desoladoras cartas en los medios… ¿Cuándo volveré a abrazar a mi papá? En Segovia Luquero cuelga un gran lazo morado en el balcón del consistorio. En la entrega de los Goya, siete de cada 10 premiados no olvidan en los agradecimientos evocar al gran líder encarcelado. No hacerlo es incluso cosa de mal gusto. En Estrasburgo, en Londres los republicanos se manifiestan al grito de “no presos políticos en España”. Y no  hay columnista de izquierdas (la inmensa parte de ellos trabajando para medios financiados por Sánchez) que, furibundo, no reclame la libertad inmediata del presidente y asegure que los jueces no son nadie para poner en duda la “voluntad popular“.  Al que dice lo contrario se le vapulea, si resulta que el que lo dice es, por ejemplo, Albert Soler del Diari de Girona, empeñado en burlarse de quienes dudan que las leyes están para ser cumplidas,  entonces se va directo al hombre. “Soler nos odia”, “Es un resentido social”, “No es un buen español”…

Así estamos, en un torbellino de burrismo e ignorando acaso lo más importante. ¿Por qué Sánchez se empeñó en declarar la república? Con rey o sin, nuestros problemas siguen ahí. El número de colores de la bandera no nos va a sacar de pobres, es más, perder el tiempo con estos debates consume esfuerzos que deberíamos invertir en otros frentes; nos empobrece. Especialmente si nos empeñamos en hacerlo mal, a las bravas, sin ley ni madre que me parió.

Resulta que, en verdad, Sánchez luchaba contra otro partido, pongamos Podemos, por la hegemonía de la izquierda. Como empezó a verse superado por los morados se enfundó la tricolor y subió la apuesta. No podía permitir que su partido fuera desalojado del poder. Para él la cosa de la monarquía era un debate vital, marcaba el seguir en la poltrona o perderla.

Y no hay figuras penales lo suficientemente duras para combatir eso.

 

 

 

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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2 Comments

  1. Me parece que con el calor las neuronas se derriten. Bastante ficción hay en la actualidad política para que nos hagas este relato fantasioso. Necesitas unas vacaciones

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    • Rufi vete preparando el desayuno a tu jefe el Marqués de Galapagar.

      Y luego a segarle el césped.

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