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Por un puñado de euros

Sucursal atracada en el Carmen.

Pero vamos a ver. ¿Quién es el tipo que se planta a cara descubierta en una sucursal bancaria dispuesto a pegar el palo y se lleva 85 euros? Pues no lo sé, que aquí ya es conocido que las noticias sobre delincuencia trascienden si los periodistas se enteran —ayuda mucho que la policía monte la escandalera  que monta en toda la ciudad cuando se produce una situación de estas— y su resolución, si todavía andan más listos y se enteran de una detención o una pesquisa porque lo oye en un bar y así, claro, no sabemos que fue del “hombre desaliñado y con barba de varios días”… Lo mismo esperaban un ladrón de guante blanco y traje para semejante atraco. Bueno, es la forma de conseguir que no se cuestionen mucho esas declaraciones solemnes en las fiestas patronales policiales en las que se dice muy serio, año tras año, que “la delincuencia ha bajado en Segovia, que es una ciudad muy tranquila”. Ojos que no ven…

Instalaciones en un cuartel.

Tampoco es cuestión de criticar a los polis, que esta semana hemos vuelto a saber en las condiciones que están los cuarteles de la Guardia Civil que recuerdan a las chabolas aquellas que teníamos en el Tejerín y los hombres siguen tirando para adelante todos los días, o como trabajan los polis locales —los de base, que los jefes, oficiales y demás trabajan en sus despachos y salen poco a la calle— en cuadro de personal y con coches que, si andan, que los hay que no, no lograrían cazar a un patinete de gama media en una persecución.

Ah, si. Al que sigo queriendo conocer es al que pone nombre a las operaciones. La última ha sido la operación “Bee” de la Guardia Civil culminando unas pesquisas en solo ocho meses sobre el boicoteo a una explotación de cabras en castillo de Mesleón (130 habitantes). Parece que era un exsocio despechado.

Manuel Escribano.

Bueno, estaba yo en el hombre este que se jugó el tipo por 85 euros —caramba, eso es lo que me paga a mi acueducto2.com por 10 entradas o así, pagándome a precio de periodista con antigüedad— de la que muchos informadores se enteraron mientras estaban siguiendo las sesiones del juicio de las prejubilaciones de Caja Segovia en las que un exdirector general, Manuel Escribano, se lamentaba de haber perdido dinero con el sistema y reconocía un sueldo de 800.000 euros anuales, o su sucesor, Miguel Ángel Sánchez Plaza, se quejaba de que le habían bajado un 20 por ciento respecto a ese, que la cosa superaba por poco los 600.000 anuales… (No, no pienso calcular cuántos textos me van a exigir que escriba los tiranos Sanjosé y Besa para hacerme un contrato similar. Eche usted la cuenta con el precio de su hora de trabajo).

Me han recordado estos días que la Justicia no juzga la ética y eso me ha hecho comprender (creo) la cara sonriente que veo cada día de juicio en los acusados que oiga, se les ve tan tranquilos en su banquillo —por cierto ¿Por qué el público tiene que sentarse en el mismo tipo de potro de tortura para el culo más almohadillado que los acusados?— como el que tiene que ir a las clases de un curso coñazo de pago en el que cree asegurado el diploma al final. No se, ya lo veremos, que esta semana debería acabar la vista oral. ¿Por qué será que tampoco estoy nervioso?

Ah, me quedo, por decepcionante, con la declaración del exalcalde Arahuetes, carente de memoria en todo su interrogatorio bajo juramento pese a que fue uno de los que aprobó con su voto como consejero las tres reformas del sistema de prejubilaciones y se fue de allí dando portazos cuando el pescado estaba ya vendido, pero acusador y retador en la puerta de los juzgados, ante los micrófonos de la prensa que no tiene por exigencia lo de “decir verdad”. Y la patria a salvo.

Una de las salas del Memorial, en la cárcel vieja de Segovia.

Hablando de patria, ando yo dando vueltas a si contribuye de manera decisiva a hacer país eso de los memoriales a los represaliados de uno de los bandos de la contienda civil y posterior dictadura. No sé. Dice el representante del Ministerio que los ganadores “ya tuvieron muchos años de homenaje” así que toca lo contrario para equilibrar la balanza. Para la reflexión. Seguro que le ayuda pasarse por la vieja cárcel y ver el Memorial recién inaugurado (el primero en España dentro de una cárcel franquista) del que realmente sales con una sensación de nudo en el estómago de esas que dura varios días.

Si es por cosquilleos en la tripa, digo yo que esa será la sensación que tienen nuestros políticos después de saber que en dos meses se juntan elecciones “a todo”, de golpe y seguidas, como el paso doble. Ando por los partidos preguntando si necesitan un aspirante a eurodiputado que, oiga, es el premio gordo, pero me pasa como cuando voy a buscar trabajo: sin padrino y superados los 50 —bueno, un poco de largo en mi caso— no hace falta que hagas la entrevista siquiera. Y mire que domino el To Be y el To Have a la perfección y en francés tarareo casi calcadas varias de Charles Aznavour… Pues ellos se lo pierden. Por los puestos de parlamentario nacional ni pregunto que me dice un amigo toma el vermouth en la plaza Mayor que ahí nos van a caer “cuneros” por todas partes. ¡Y además les votaremos! Al tiempo.

Pues hala, ya le he soltado mi visión del mundo en una semana así qué cogeré la pasta esa que le digo que me pagan por esto y me iré a viajar por el mundo. No sé si coger el autobús a Navacerrada —uno de esos servicios que todo el mundo protesta cuando no está pero que en un mes le cuento el uso real que tiene— o pillarme un Avant a ver donde me lleva. Si hago eso voy a llevar la aventura a extremos e iré a la estación en el urbano, que con el descontrol de horarios lo mismo me da tiempo a conocer a mi pareja ideal, establecer relaciones y hasta formar una familia mientras hago el enlace del bus al tren.

Caramba cómo tengo la cabeza. Si hasta llego a encontrar romántica la estación esa de Guiomar.

Mejor me quedo en casa.

Un grupo de pasajeros espera el autobús en la estación de Guiomar.

Author: Justo Verdugo

Justo Verdugo, segoviano de cierta edad es un observador de su entorno y un ávido consumidor de las noticias que se publican en cualquier soporte y lugar. Con periodicidad semanal, el autor resume sus conclusiones en esta sección, en la que todos los ciudadanos están invitados a opinar a través de sus comentarios.

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