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Pedro Vicente: Fin a 32 años de hegemonía política del PP

Suárez y Fernando Abril Martorell.

Resultados a la vista, el 28 de abril ha supuesto el fin del largo periodo de 32 años de hegemonía política del Partido Popular en Castilla y León. En el ámbito autonómico, hay que remontarse a 1986 para encontrar la anterior victoria del PSOE en unas elecciones generales. Aquel año, en pleno apogeo del gobierno de Felipe González, los socialistas obtuvieron 16 de los 34 diputados del Congreso electos en esta comunidad autónoma, en tanto que 14 fueron para Coalición Popular (AP-PDP-UL) y 4 para el Centro Democrático Social (CDS), el partido creado por Adolfo Suárez tras el naufragio de UCD.

Esa etapa de predominio socialista se había iniciado con la aplastante victoria del PSOE en las elecciones generales de 1982, que tuvo continuidad en las primeras elecciones autonómicas (1983), de las que nació el primer gobierno de la comunidad, presidido por el socialista Demetrio Madrid. El punto de inflexión hacia la hegemonía del PP llegó en las segundas elecciones autonómicas, 1987, cuando la apretada victoria de José María Aznar sobre Juan José Laborda dio paso a estos 32 años de victorias de la derecha en todas las elecciones autonómicas, generales y europeas celebradas en Castilla y León desde entonces. Y ese es el ciclo al que han puesto fin las urnas este 28 de abril.

Con un 29,78 por ciento de los votos (451.048) ha vuelto a erigirse en primera fuerza política de esta comunidad, adjudicándose 12 de los 31 escaños del Congreso en liza (3 se han perdido desde 1986 por el sumidero de la pérdida de censo). El PP, que hace tan solo tres años, sumó 18 diputados, se ha quedado con 10, al dejarse en el camino 245.000 votos que le han hecho pasar del 44,33 por ciento al 26, 05 (de639.764 ha caído a 394.658 votos).

Del descalabro ha resultado especialmente beneficiado Ciudadanos, que, tan quejumbroso siempre contra el vigente sistema electoral, ha optimizado mejor que nadie sus votos. Con 286.228 votos, apenas 82.000 más que en 2016 (un incremento del 4,4 por ciento), ha pasado de uno a ocho diputados, obteniendo representación en todas las provincias, excepto Soria. (Téngase en cuenta que el PSOE, con 116.627 votos más, un 6,61 por ciento de incremento, solo ha aumentado en tres su cosecha de escaños en el Congreso).

Por el contrario. El gran penalizado por el sistema -cuya verdadera clave no es el método D´Hont, como con tanta ignorancia se afirma, sino la parcelación del voto en circunscripciones provinciales- ha sido Vox, que con 186.317 votos (el 12,3 por ciento) obtiene tan solo un escaño. Divídase el número de votos de cada partido por el de escaños obtenidos y se obtendrá el dispar coste de cada diputado elegido en Castilla y León. (Ya se lo cuento yo: al PP le ha salido cada escaño a 39.465 votos, al PSOE a 37.587, a Ciudadanos a 35.778 y a Vox a los citados 186.317). Y tal como auguraban los sondeos, Unidas Podemos, quinta fuerza política en Castilla y León con 157.338 votos (66.389 menos que en 2016), ha perdido los tres diputados (Valladolid, León y Burgos) con los que ha contado en esta comunidad desde las elecciones de 2015.

 Amortiguado el descalabro del PP en el Senado.- Y suerte ha tenido el PP al ver amortiguada su debacle en el Senado, donde lo habitual es que la fuerza más votada al Congreso en cada provincia se adjudique tres escaños, quedando el cuarto para la segunda fuerza política.

Como sea que el PSOE, ha sido el partido mas votado en siete provincias (todas menos Ávila y Salamanca), esa lógica hubiera supuesto todo un vuelco en la adjudicación de los 36 escaños electos, de los que 27 eran hasta ahora del PP y los nueve restantes socialistas.

Sin embargo, lo apretado del resultado del Congreso en varias provincias, ha hecho que en dos de ellas PP y PSOE se hayan repartido, dos por partido, los cuatro escaños, situación que se ha producido concretamente en Palencia y en Soria. Y lo más sorprendente aún: en otras dos provincias en las que los socialistas han sido los más votados, el PP ha conseguido los tres escaños por tan solo uno del PSOE. Ha sido el caso de Segovia y Zamora, si bien en esta última provincia la ventaja del tercer senador del PP, José María Barrios, respecto al siguiente candidato más votado, la socialista Ángeles Martín Blanco, es tan solo de 8 votos, diferencia que puede enjugarse en el escrutinio del voto CERA (censo de residentes en el extranjero).

A expensas de esta última posibilidad, el PP se ha adjudicado 19 escaños frente los 17 escaños que suma el PSOE, victoria pírrica que mitiga en parte el descalabro del partido hasta ayer hegemónico en Castilla y León. Del batacazo en el Senado no se han salvado algunos de los que se creían incombustibles, tales como los vallisoletanos Miguel Ángel Cortes y Arenales Serrano (“Botar a la izquierda, principio de solución a la despoblación” fue el ocurrente título de un artículo publicado por esta última el viernes pasado…).

También va a echar de menos el grupo popular en la Cámara Alta a la burgalesa Cristina Ayala, hasta ahora portavoz adjunta, y a la soriana Mar Angulo, senadora durante los últimos 15 años. Y a excepción de la salmantina María Jesús Moro, han perecido en combate todos los demás números dos de las listas del PP al Congreso, entre otros el abulense José María García Hernández, el Joserra candidato friqui a las primarias del PP, y el burgalés Jaime Mateu, otro que llevaba desde 2003 encadenando cargos públicos, en su caso siempre bajo la paternalista protección de Juan Vicente Herrera.

Lo peor para el PP es lo que presagia el resultado del 28 de abril ante la triple convocatoria electoral del 26 de mayo, y en particular en lo que se refiere a las urnas autonómicas, en las que, salvo un milagroso vuelco, va a quedar certificado el fin de estos 32 años de hegemonía política en la comunidad. Calculadora en mano, “El topillo” se ha puesto a extrapolar resultados y me adelanta que Alfonso Fernández Mañueco tiene todas las papeletas para protagonizar el “remake” autonómico de “El hombre que no pudo reinar”…

Publicado inicialmente en: El blog de Pedro Vicente

Author: Opinion

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