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Monroy y la poesía metafísica del collage

collageEl collage pasa por un arte menor o por una muleta a la que a veces recurren los creadores a modo de técnica para resolver un reto concreto. Sin embargo yo siempre le encuentro algo más. Es como una enorme metáfora sobre la cultura, así en general. Se parte de imágenes ya hechas que el autor reinterpreta para ofrecernos un nuevo punto de vista. Sus materiales son revistas, folletos, imágenes construidas en serie y sin otro afán que transmitir información. Es decir, la materia prima del collage son los ladrillos de la cultura de masas. Ladrillos que la fantasía del artista recompone para construir una nueva realidad cultural y que paradójicamente termina en un objeto único.

A pesar del formato humilde -cuadros de pequeño formato, muy decorativos y a muy buen precio, debo añadir-, lo que hace Juan Carlos Monroy me parece de lo más interesante que se hace hoy por hoy. En 2015, con la serie Diosas y Diablas, el promotor cultural y publicista segoviano (¡y bloguero!,  no se pierdan su reflexión diaria en Nada que Objetar) entró en una nueva y más que interesante dimensión. Acumulaciones de piernas, brazos, objetos sobre cover girls del couché, imprimiendo un aire cárnico, voluptuoso (recuerda a Francis Bacon). Era una senda que presagiaba una vuelta de tuerca a la reflexión sobre el collage, reflexión que en 2016 ha dado un salto espectacular con una progresión hacia lo retro y a lo conceptual.

Hasta mayo, el nuevo Cafe Rama (el antiguo Saxon, uno de los lugares más acogedores que conozco, y que encima ponen sushi de tapa) exhibe las últimas creaciones de Monroy. Y la verdad es que más vale que se den prisa, a poco de la inauguración, el sábado, las paredes ya lucían importantes huecos de compradores.

MonroyRetrato

collagemonroyEspectacular del todo punto son sus series basadas en grabados y fotos viejas, reales, extraídas de ejemplares de la Ilustración Española o fotos compradas en el Rastro sobre las que Monroy superpone elementos descontextualizadores: un niño con tijeras, un tigre con guitarras, o la serie World Leaders, rozando el conceptual, con efigies de billetes superpuestas a fotografías familiares, primeras comuniones, fotos de estudio de casados de los años 30, y así. Vuelvo al principio, si el collage es una reinterpretación de la cultura de masas con una finalidad expresiva, al usar grabados y fotos antiguas lo que se consigue, además, es un diálogo sobre la evolución conceptual de los objetos. Y ciertamente se me puede acusar de ser compinche generacional de Monroy, y sobre todo, un fan de las artes menores como el collage, el naif, la ilustración, el animado… Pero esto es algo que yo no había visto antes y que me impresionó.

También resulta curioso el proceso creativo. “Enphoto1 la serie de Diosas y Diablas lo que más costaba era la realización en sí, cortar, pegar, superponer… Ahora en cambio la realización es rápida, pero el trabajo de buscar la fotografía o el grabado, rebuscar en puestos callejeros, en mercados, acertar con el billete que encaja… Ahora la preparación es lo costoso”, explica Monroy. Y de algún modo siento que ese es un mangnífico camino de madurez, ya no se trata de superponer flashes pop sobre la cartulina buscando un efecto por saturación; se busca la imagen concreta que rescatar de los millones de fotos abandonadas, el pilar sobre lo que basculará un diálogo iluminador sobre el tiempo. En definitiva una línea de investigación personal, nueva y que nos lleva de cabeza a una indagación metafísica, que es lo que los filósofos solemos admirar más. Así que, ¡muy bien Monroy!

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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