Medalla de Bronce de la ciudad para la Sociedad Filarmónica

Posted By Cultura on 22, Mar, 2019

El patio del Ayuntamiento de Segovia ha acogido la ceremonia de entrega de la Medalla de Bronce de la Ciudad de Segovia a la Sociedad Filarmónica de Segovia, representada por su presidenta, Carmen Gruber, y el presidente honorífico Antonio Mateo Remacha.

En su alocución, la alcaldesa Clara Luquero ha recordado los 100 años de trayectoria de la institución, surgida en unos tiempos en que “España pasa a la modernidad y se prepara para afrontar las primeras vanguardias musicales”.

El 20 de octubre de 1918 tuvo lugar, en los salones de la Cámara de Comercio, la reunión que constituía la Sociedad Filarmónica de Segovia, apenas dos meses después, el 9 de diciembre de 1918, un Teatro Juan Bravo lleno acogía el primer concierto organizado por la entidad. La orquesta del maestro Benedito, integrada por setenta y cinco profesores, fascinó al público segoviano. Entre los asistentes encontramos a los alumnos de la Academia de Artillería, a los miembros de la clase de Música de la Escuela de Bellas Artes o a los niños de la banda de música del hospicio. Pero este prometedor arranque no tuvo continuidad y la entidad estuvo a punto de fenecer en 1922, cuando se constata un parón de las actividades que dura hasta 1927, momento en que el joven abogado Mariano Quintanilla rescata y actualiza el proyecto.

La filósofa María Zambrano recordaría muchos años después que cada mes asistía hechizada al concierto de la Sociedad Filarmónica de Segovia con su madre y con la pequeña Arancelita, “preciosa, inmovilizada por la música, revoltosa como era”. Socio de la entidad fue Antonio Machado. La Guerra Civil también supuso un parón en los conciertos, que se reanudaron en 1940 con la obertura de Guillermo Tell, de Rossini.

En palabras de Marifé Santiago, concejala de Cultura: “Recordar y agradecer esos empeños que afianzan y amplían el espacio de lo común y aprender de su generosidad es una muestra de salud democrática. El totalitarismo en todas sus expresiones, desde las reconocibles hasta los disfrazados en sociedades que en apariencia lo rechazan. Se desvela porque nunca es agradecido, se alimenta del rencor y la soberbia. Por el contrario, las grandes aventuras culturales, esas que dan comienzo respondiendo a una necesidad social que las requiere, siempre tienen entre sus hilos, dedos tejedores que se ocupan, con tanta delicadeza como discreción, de que el entramado sea conciliador, respetuoso”.