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La perversa atracción de la olimpiada

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Siendo unos juegos baratitos, Brasil se dejará en la fiesta no menos de 9.580 millones de dólares en las olimpiadas de Río. Un dineral para pabellones de esgrima y fosos de tiro al plato en un sitio con tremendas desigualdades; lo mismo hay barrios (pocos) con un IDH (índice de desarrollo humano) comparables a Canadá o Suecia, y otros que no llegan a Mongolia o Guinea Ecuatorial. Dicen que el dispendio servirá para promocionar turisticamente a la segunda ciudad de Brasil. No lo creo.

El COI es una de las estructuras más apestosamente corruptas que conozco. Gustan de los proyectos faraónicos porque tras el comité subyace una red de comisionistas, los que venden ingeniería de estadios, graderíos, equipamiento, publicidad, intermediación deportiva… Son los que cortan el bacalao. En España, el actual presidente del COE es el hijo del anterior, autoridad franquista muy renombrada. Lo peor es que la alternativa a Samaranch junior era Iñaki Urdangarín. Yo conozco apenas a tres o cuatro vividores del COE (segunda división). Lo que cuentan de sus jefes deja a la casta política en una ONG abnegada y dinámica. Nepotismo, viajes de gorra, lujos asiáticos, chanchullos… Y eso en España. Viendo la pinta del típico jeque jefe del comité de tal dictadura del golfo, te conformas con que no tenga esclavas sexuales de doce años encadenadas a la pata de la cama.

Puedo seguir con el doping. Con la orgia nacionalista que suponen estas cosas, con lo tóxico que es el deporte de alta competición, vidas desperdiciadas en pos de sueños imposibles e insanos. Puedo seguir con España, que manda a 306 deportistas, entre las delegaciones más grandes para un país que no llega a estar entre los 15 mejores del medallero, la mitad de los cuales se vuelven para casa el primer día de competición (en realidad, los más se quedan de parranda por Copacabana, y con ellos, toda una recua de entrenadores, federativos, médicos, fisios, familiares y asesores…) Las olimpiadas son un sindiós. El derroche más tonto y degenerado que conozco.

Son un sindiós, lo peor… y sin embargo ¿qué hago yo a las ocho de la mañana que estoy en un sinvivir por saber si Mireia Belmonte ha ganado o no la primera medalla y cómo? ¿Y por qué me alegro tanto por ese cacho de bronce? ¿Por qué me enfado si la selección femenina de rugby 7 no transforma? ¿Por qué nos atraen tanto los juegos olímpicos?

Dijo Jorge Valdano: el fútbol es lo más importante de entre las cosas que no son importantes. Axioma aplicable al deporte en general. En su potentísimo “Fiebre en las gradas”, Nick Hornby, un confeso neurótico del Arsenal, explica como la pasionalidad frente a lo deportivo tiene mucho de necesidad grupal, de formar piña con el prójimo de cara a un objetivo colectivo. No hay medias tintas: dolor si se pierde, placer si se gana. El deporte es también una sublimación utópica de conflictos. Dos compiten bajo unas mismas reglas, sin trampa ni cartón (aunque -¡ay!- el aludido jeque sea el presidente del comité de arbitraje y doping), sin ventajas; el mejor de los dos pasa, el peor no pasa. Lo que debería ser. A la vez, el deporte, como la vida misma, integra elementos aleatorios -el infortunio, esa caída desgraciada que priva a Nibali de una medalla de oro- que salpimentan de suspense el desenlace.

MireiaBelmonteNo sé. El deporte tiene mil ingredientes que explican su éxito mediático. Es más que un espectáculo. No falta quién dice que son un nuevo opio del pueblo. Cortinas de humos para endulzar la píldora de la actualidad con gestas, que si lo pensamos friamente, son irrelevantes (¡tal nadador bate el récord olímpico en 200 metros braza!). Yo ahí soy más escéptico. Los conspiranoicos siempre miran al efecto, nunca a la causa. Como si por otro lado uno no pudiera ser un fan del Arsenal y un relevante activista contra Margaret Thatcher. Como si los periodistas pudiéramos mantener sine-die en el primer plano de actualidad la misma noticia trascendental e histórica. Ni creo en el discurso de la manipulación mediática ni dejo de creer. Simplemente pienso que no aportan nada útil al esclarecimiento del misterio.

El deporte también gira ingentes cantidades de dinero. Un municipio como Segovia se gasta un pastizal en deporte. Pabellones, piscinas, carriles bici (bueno, no precisamente en carriles bici). Objetivamente, valdría la pena invertirlo en otro lado, pero siendo realistas el deporte articula económicamente una buena parte del ocio cívico y da empleo. Monitores, técnicos de mantenimiento, tiendas de bicis y de modelitos para ir guapos al gimnasio.

Impacto económico, utopía, necesidad psico-social… Y también, cómo no, una espita para que la bilis no se acumule y el esófago no se acidule por la parte baja. Atavismo tribal bajo razonable control: “Vamos chaval… Italianos comemacarrones, ¡este año volvéis en ambulancia!” Convertimos a un joven coreano en el epítome de la maldad. Durante unos minutos volcamos contra él una tan intensa como inocua energía negativa tras lo cual retornamos a nuestro rol de apacibles y panzudos padres de familia.

Foto. AFP. Andrej Isakovic. Jornada iaugural desde las favelas de Mangueira.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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2 Comments

  1. Muy fácil parece ser escribir verdades sobre asuntos tan lejanos… pero cuando el desfalco es convertir un Monumento Numismático en el burdel de una empresa privada sin cobrarles ni un céntimo de alquiler, todos calladitos!

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    • Solo por curiosidad..a que monumento y a que empresa te refieres??

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