Terminamos nuestro particular recorrido por el Pinarillo segoviano junto el ‘chalet’ que nos ha servido de nexo de unión para estas reseñas. La vista de la ciudad desde estas cuestas, trufada de pinos, es una de las más bellas de la ciudad.
Perspectivas, todas, que a lo largo de los años han permanecido, salvando algunos desmanes urbanísticos, con su perfil característico de torres al sol (un paseo alrededor de la ciudad que podemos saborear siguiendo ‘el balcón de la mirada‘).
Luis Felipe de Peñalosa comenta en ‘Segovia, Motivo Pictótico’ que en las ilustraciones de las Cantigas del Rey Sabio, obra capital de la miniatura del siglo XIII, en el milagro de la judía Esther se observa, tras la puerta y los muros, el caserío “tal como aún se contempla desde el pinarillo…”.
Desde la caseta-refugio del guarda, nuestra actual ‘Casita Blanca’ y el higiénico merendero ‘Gran Chalet’ de los años 20 del pasado siglo, recordamos una vez más el homenaje que, en este lugar, tributaron a Machado varios poetas el 18 de mayo de 1923 (Recorriendo la ciudad con Machado).
Contemplando esta “Segovia de una belleza insuperable”, palabra de don Antonio, nos tendemos en la hierba junto a Fernando, el personaje barojiano de ‘Camino de Perfección’, dominando la ciudad:
Enfrente… la catedral, altísima, amarillenta, de color de barro, con sus pináculos ennegrecidos rodeada de casas parduzcas, más abajo… la almenada muralla…
Una de las fotos que ilumina estas letras, está impresa en hueco-grabado en el libro, editado en Berlín en 1921, ‘La España incógnita’ de Kurt Hielscher, peregrino por la tierra de España según sus palabras.
De Segovia escribe:
[…] ciudad hermanada de Toledo, está situada de manera semejante. Dominada por la maciza torre de la catedral, protegida por el alcázar […] Pero en otro sentido es Segovia lo contrario de Toledo: risueña, rodeada de árboles, es la Nürnberg española.
En la imagen, la ciudad emerge desde las entrañas del valle pero, al mismo tiempo, parece estar anclada, formando parte de un todo inamovible.
Para María Zambrano,
[…] nunca en Segovia se siente el foso, la hondonada; ninguna calle en cuesta va hacia abajo. Y el hondón por donde corre el Clamores se siente y oye según sube hacia arriba. No existe el vértigo, ese vértigo que por desnivel que pudiera llenarse de tres escalones acomete a otros lugares. Porque todo ha logrado estar al nivel de esa última manifestación de la luz que es la claridad […].
Nos despedimos. Atrás dejamos el pequeño pinar, sus ‘hoyos’ y cuevas y nos dirigimos al encuentro de las callejas que se intuyen en las imágenes que nos acompaña.
Lo hacemos a pie, encaminándonos hacía el puente de Sancti Spiritus de la mano del escritor Julián Maria Otero, para sentir la ciudad vieja, Patrimonio de la Humanidad, ante la vista y sobre la atención y bajo los pies en un ‘Itinerario Sentimental’ que, aún hoy salvando las distancias, al caer la tarde podemos seguir gozando:
[…] un puente de mendicantes, con barandilla de hierro sobre pretil formando un asiento… el paseo se convierte en una calle solitaria y misteriosa, una calle hundida bajo la muralla, de casas herméticas, cubiertas de sombras que nacen en los faroles y ascienden por las fachadas hasta los aleros y arrastran por el suelo de acera a acera, mejor de cuneta en cuneta […] a la salida de la Ciudad, sobre la cuesta que baja al río […].
17 marzo, 2019
Amigo JP: Todo lo que escribes me parece muy inteesante, ya que yo siendo niño fui muchas veces de la mano de mi padre a tomar un refigerio al bar restaurante que se había ubicado en la Casita del Guarda del Pinarillo. Aquel bar lo regentaba el señor Mariano Gutiérez que era amigo de mi padre (a su vez padre de Mariano Chocolate y de Cesar el del Torreón de Rueda) y a mi me obsequiaba con el consabido bollo.
Para mi conocimiento creo que al pintarla de blanco la han “escojonado” ya que en su prístina construcción era mucho más bella; con la mano de cal que la han dado ha perdido toda su personalidad y belleza.
13 mayo, 2020
Se me pasó en su día este comentario, disculpas don José Luis. Efectivamente al pintarla de blanco perdió su carácter, con el ladrillo visto y su teja. Un cordial saludo, JP