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Frontera y refugio (y III)

Alberto Ullastres.

Alberto Ullastres concibió el plan de estabilización de 1959, punto de despegue de nuestra economía. Bajo el impulso político de Fernando María Castiella, quien dentro de lo suyo sacó petróleo de los ásperos pedregales de la dictadura franquista, Ullastres pilotó las relaciones con Europa hasta concluir con el Acuerdo Económico Preferente de 1970.

Juan Velarde Fuertes fue un economista de prestigio, catedrático en distintas universidades. No desempeñó cargos políticos. Se adaptó a la tecnocracia y se desenvolvió en la órbita de Ullastres, con el mérito añadido de no pertenecer al Opus Dei. Hombre de un talento pragmático, a la muerte de Franco el profesor Velarde ya era un liberal sosegado. No tardó en devenir un globalista razonable. Una trayectoria parecida a la que orientó a Ramón Tamames, que venía del comunismo. De los dos, yo preferí a Velarde, por más claro y preciso, y menos literario. Hace un par de años le leí algunas reflexiones que me invitaron a reflexionar a mi vez. Evocaba el pesimismo como un factor determinante, y negativo, en el proceso económico.

No puedo estar más de acuerdo, y extiendo el cariz pernicioso del pesimismo a cualquier terreno de las interacciones. Rehúso el espíritu de la llamada Generación del 98; alientan un pensamiento quejoso, torcido y reaccionario. Construyen su idea de España sobre la mutilación, la pérdida, el fracaso. Visten su discurso lastimero con el ropaje de la extravagancia. Siguen el rumbo del romanticismo, breve pero funesto en nuestros lares. Concluidos los ripios del Tenorio, los versos rimbombantes de Espronceda y el vuelo recurrente y oscuro de las golondrinas de Bécquer, el “más se perdió en Cuba” prolongó ese subjetivismo estéril. Y aún dura.

Otro punto que llamó mi atención en los planteamientos de Juan Velarde fue el cambio de paradigma estratégico y el surgimiento de una nueva coyuntura. Asia crecía a toda máquina: Japón, China, la India, otros países aledaños. Esta nueva realidad competía con la pujanza atlántica. Añadamos las posibilidades de África como oportunidad de inversión y comercio. De pronto España no estaba en una esquina; pasaba a ocupar un lugar privilegiado en el en tablero, una posición central, que nos convertía en beneficiarios de los flujos económicos y del tejido de intercambios. Estar donde estábamos, relevantes en un nuevo paisaje, nos abría puertas. Traduje el razonamiento a una escala más reducida. Pensé en Segovia, en esta Segovia felizmente fronteriza, con límites favorables. Desde la estación de autobuses de Segovia estoy a una hora de Madrid. Llegarme a Valladolid me llevaría una hora y cuarto. Si Madrid es la capital de España, Valladolid es el centro de la Comunidad Autónoma de Castilla y León. En el medio, Segovia. Es una ventaja logística, producida por esa doble frontera favorable. A las ventajas hay que buscarles las consecuencias. Y si no las encontramos pues nos las tendremos que inventar, que no creo esta tierra sea una tierra de cenizos.

Author: Opinion

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