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¿Era esto la política?

Hemos asistido en la última semana, al esperpéntico reparto de poder en las diferentes escalas institucionales.

Esperpéntico porque los pactos han hecho compañeros de viaje inimaginables, se ha abierto la puerta a la extrema derecha más rancia que habitaba camuflada en algunos partidos, nostálgicos de un régimen que aterrorizó a los españoles y españolas durante más de cuarenta años han conseguido cuotas de poder y se ha utilizado como moneda de cambio, como si de un secuestro se tratara, los gobiernos de muchas ciudades.

No menos esperpénticas han resultado las primeras medidas a tomar: retiradas de pancartas contra la violencia machista, retirada de estatuas, eliminar las medidas para bajar la contaminación, o volver a la política especulativa del “sueño olímpico”.

¿Es esto la política? Pues no debería. Y a partir de aquí es necesario reflexionar profundamente sobre qué significa hacer política y preguntar si todavía existe la oportunidad de revertir esta tendencia para que la ciudadanía vuelva a creer que realmente, aquellos que dan el paso hacia la representación pública lo hacen por el bien común y no por el bien propio.

Siempre he mantenido, y lo mantengo, que, aunque el dinero es importante en la ecuación que hace a uno aferrarse al poder, siempre hay un alto porcentaje, mucho mayor que el económico, de estatus, de ego y de “importancia de ser alguien”, dentro de una sociedad construida de “triunfadores”. Y en este contexto, es donde uno olvida qué es hacer política, y deja atrás la empatía y la sororidad necesaria para hacer propios los problemas y buscar una solución real, lejos del postureo de vídeos en redes sociales con miles de reproducciones, porque al final, nos vemos abocados hacia las construcciones falsas de problemas sociales, que se cogen como una ola, aunque no se sepa surfear, y hacen olvidar lo realmente importante.

Nadie está exento de esta perversión, y por eso es importante rodearse de gente que te acerque a la realidad, a los problemas cotidianos, no abandonar a quien que te pone los pies en la tierra y te recuerda que hacer política no se sustenta solo en hablar muy bien, vestir bien, ser muy amable o introducir palabras políticas muy rimbombantes para parecer que eres muy político e inteligente, y no se sustenta porque todo eso, al final está carente de contenido.

Y es precisamente contenido lo que se ha echado en falta en estas semanas de negociación. Y la situación ha sido cuanto menos curiosa, cuando no paradójica, porque mientras los cromos, perdón los sillones se intercambiaban entre los partidos como si fueran de su propiedad, salía a la luz, el informe Foessa sobre exclusión social, con un titular que parece que a nadie le ha llamado la atención “La exclusión social se enquista en una sociedad cada vez más desvinculada”. Y al que nadie ha hecho referencia de cara a afrontar los próximos cuatro años de gobierno dentro de sus líneas de negociación.

Por supuesto Castilla y León tiene un papel protagonista en este informe, a ver, no solo íbamos a ser conocidos por haber dejado pasar la oportunidad de renovar un gobierno caciquil de 32 años al mando del Partido Popular, sino porque la exclusión social se ha enquistado en nuestra sociedad. Pero claro, es mejor utilizar pequeñas píldoras que nos hipnoticen hacia esa “regeneración democrática” de la que nunca se ha tenido intención que ocurriera, que grandes dosis de políticas que puedan acabar con esta situación de precariedad en nuestra Comunidad.

Según el informe Foessa, el 46,7% de los hogares que han sido entrevistados en Castilla y León se encuentran en índices de exclusión social, según datos del propio Instituto Nacional de Estadística y de la propia Fundación Foessa. El porcentaje de familias que viven en viviendas inseguras es uno de los más altos de todo el país y nuestra tierra presenta una desigualdad de las más altas entre los que más tienen y los que menos, con un índice Gini de 0,8032, coeficiente que revela que cuanto mas próximo a 1 se esté, más desigualdad existirá y lo que indica una desaparición progresiva y rápida de las denominadas “clases medias”.

Sinceramente, mucho del abandono de los grandes temas que afectan a nuestra sociedad, a toda nuestra gente, aquella que nos acompaña día a día, es el ensimismamiento en las denominadas “luchas internas” que hacen malgastar una cantidad de tiempo bastante curiosa. Es cierto que hay que pensar estratégicamente, con cabeza y con templanza, tejer una organización, pero esto no es impedimento para que, si realmente creemos en un cambio, sigamos luchando con corazón que es al final del día lo que nos hace humanos con la empatía, sensibilidad y fuerza necesaria para luchar contra las injusticias sociales.

¿Y si se abandonan los grandes titulares, la crispación, el cuanto peor mejor, y se comienza por hacer política de proximidad? Hay mucho por donde se puede empezar, mucho por hacer, y mucho por poner en la agenda política territorial. Por eso es necesario pensar en lo cercano, olvidarse de Madrid, entender que hacer política es escuchar a nuestros vecinos y vecinas, hacer de nuestras ciudades lugares donde querer vivir, y alejarlas de las peleas internas, del centralismo, porque es desde lo cercano donde se hace verdadera política y donde empiezan los grandes cambios.

Author: Natalia Del Barrio

Natalia del Barrio. Licenciada en Ciencias de la Información. Ex-procuradora de Podemos por Segovia en las Cortes de Castilla y León.

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3 Comments

  1. Excelente análisis Natalia. Aunque no comparta algunos aspectos de su formación política, se agradece un análisis respetuoso del panorama político actual.

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    • Excelente, hasta que llegue ‘atilamocho’ y sus consignas de partido (¿seguirá cobrando el sobre a pesar de no estar en elecciones?) 😉

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      • Ya ves Natalia lo que es la política:

        comprarse un chalet de más de 600.000 € y convertirse en uno más de la tan criticada casta a la primera oportunidad.

        Eso y hacer purgas Stalinianas a todo el que haga sombra al líder único del partido.

        Una decepción la forma de proceder de los políticos españoles, sin duda.

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