Con rachas de viento superiores a los 90 kilómetros por hora en la capital, más de 100 en la sierra, el viento ha sido, y contra pronóstico, el verdadero protagonista del primer día de la cacareada “ola de calor”. En la capital se han cerrado al paso de viandantes los principales parques: la alameda, la Fuencisla, el parque del cementerio, el del Alcázar ante el gran riesgo de desprendimiento de ramas, generales en toda la ciudad.
“Parece otoño”, era el comentario habitual. Prácticamente no hay calle de Segovia sin ramas desprendidas de cuajo por el huracán. La policía local advertía también la profusión de casos de tejas caídas, vidrios rotos, toldos, incluso con algún herido leve, como el accidente acaecido en la calle Juan Bravo al desprenderse una persiana. En la carretera de Villacastín, la caída de un árbol ha interceptado durante unas horas el tráfico por la vía.
Palabras mayores es el fuego. Oficialmente, en toda la provincia el riesgo es extremo. Con temperaturas altas y humedad inferior al 30% montes y campos son un polvorín. En la mañana del 27 de junio se habían declarado pequeños incendios en el Espinar y Madrona, ya extintos pero muy peligrosos por la fuerza del viento, que se suman al padecido en Abades, el 26 de junio, motivado por trabajos agrarios. “En caso de duda sobre si se puede o no se puede, lo mejor es no hacer”, recomendaba el delegado de la Junta en Segovia, Javier López-Escobar, que anticipaba días difíciles para los servicios de emergencia y reclamaba la colaboración ciudadana. Reducir riesgos, no hacer fuego.
El viento ha tomado por sorpresa a los servicios de advertencia de las administraciones. A lo largo del 26 de junio, profusión de comunicados sobre la “ola de calor”, ni referencia al viento. Eso sí, una vez se ha constatado el vendaval, , que hasta bien entrada la mañana del 27 de junio no han empezado a emitir sus comunicados de emergencia.
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