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Don Antonio Palenzuela Velázquez, in memoriam

Don Antonio Palenzuela Velázquez, in memoriam.

Leo en este digital, tras días de ‘asueto en tecla’, que la diócesis segoviana se apresta a celebrar el centenario del nacimiento del que fuera Obispo de esta ciudad, monseñor Antonio Palenzuela Velázquez, nacido en Valladolid un 17 de enero del año 1919 y fallecido en su querida Segovia tal día como hoy 8 de enero de 2003.

Tumba de don Antonio Palenzuela Velázquez , en la catedral de Segovia.

Veinticinco fueron los años que ejerció de prelado superior de la diócesis (1970-1995). Aprovechando esta sección de acontecimientos segovianos pasados, ‘Retrosegovia’, quiero recordar un artículo de ‘opinión’ que publiqué con motivo de su jubilación en julio de 1995.

Pero antes que nada, por si alguien tiene interés en la figura de don Antonio, no puedo por menos que hacerme eco de dos buenos y recientes ensayos publicados el año pasado por Javier Emilio García Núñez (“Tiempos difíciles para el Obispo Palenzuela” y “Don Antonio Palenzuela y los nazis”, ambos en las páginas de ‘El Adelantado de Segovia’), que nos acercan a la figura de Palenzuela.

De igual modo, es de obligado cumplimiento consultar la gran recopilación, editada en 1995 y de la que son autores Ángel Galindo García y Miguel Martínez Antón, intitulada “Monseñor Palenzuela, obispo, pensador y teólogo”.

La opinión, tras su jubilación hace ya más de dos décadas, a la que hice referencia, y que ahora recordamos, trataba, en parte, de cómo de poca estimación se puede pasar a las adulaciones tras una retirada:

Monseñor Palenzuela.

Uno, poco dado a espiritualidades, aunque amante de ascetas, cenobitas y contemplativos, siempre ha tenido curiosidad por la sencilla figura ‘ensotanada’ del consejero y guía espiritual de la comunidad católica segoviana.

La primera manifestación de un obispo que recuerdo es la de un señor, algo más que un señor, un señor como superior, como de otro mundo. El mundo de las iglesias y los curas, el mundo de la fachada neoclásica de la Compañía, frente a casa, desde cuyo interior desfilaban en reata los jóvenes seminaristas, enlutados, en su paseo semanal.

Como moscas acudíamos a besar el gigantesco anillo, a nuestros ojos infantiles, de don Daniel Llorente, que así se llamaba, envuelto en su morada capa y cubierto de un gran sombrero redondo, solía hacernos picar con el chiste de la leche que dan las vacas blancas –¿y las negras…? no sé si por aturdimiento del rango o por la golosina, indefectiblemente, picábamos: –¡negra!

Monseñor Palenzuela Velázquez.

Con el tiempo nos llegó don Antonio, obispo nada al uso. Más conciliar (sobre todo, en la 2ª acepción de la Real Academia: Componer y ajustar los ánimos de los que estaban opuestos entre sí).

El Vaticano II daba especial importancia al episcopado, y a la participación colectiva de los obispos en el gobierno de la Iglesia, así como en la unión más que en la diferenciación con los cristianos no católicos.

Don Antonio, con sotana, era más reacio al besamanos, más humano a mis adolescentes ojos y no vivía en el obispado. Puede ser que por motivos de integridad física, dada las precarias condiciones del edificio. El hecho es que el obispo vivía en la casa del capellán de las Hermanitas de los Pobres con su madre. Posteriormente, pasó a un piso en la plaza del Seminario (actualmente, por mor de nuestras autoridades, plaza de Adolfo Suárez).

Ya joven, un servidor siguió los pasos del señor obispo en años de transición política, poco tolerantes con los discrepantes y a veces peligrosos para hombres libres, honrados y fieles a unos ideales. Y es de esta época de la que quiero esbozar algún dato (últimamente se ha hablado y escrito largo y tendido sobre la figura del ya sustituido obispo).

Los pueblos.

No hay nada como jubilarse o irse al ‘otro barrio’ para que a uno lo ensalcen y loen hasta la saciedad. Y no todo ha sido un recorrido de cantueso, muchos de los que hoy lisonjean a monseñor, en otros tiempos lo denostaban.

Ante mí tengo una copia de calco, la quinta o sexta, a juzgar por su débil impresión casi ilegible, de la homilía que “debe ser leída íntegramente” titulada “El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos” (¿Cuántos no la leyeron?), en la que monseñor trataba el problema vasco (aún hoy, veinte años después, sin resolver [1995 ¿hoy, 2019?]).

Reduciendo a lo esencial, puede expresarse de esta manera: mientras unos grupos de ciudadanos, aunque con matices distintos, afirman la existencia de una opresión del pueblo vasco y exigen el reconocimiento práctico de sus derechos, otros grupos rechazan indignados esta acusación y proclaman que todo intento de modificar la situación establecida constituye un grave atentado contra el orden social”.

De una manera sencilla y cristiana, don Antonio va desgranando un mensaje de amistad y colaboración entre los pueblos, de idiosincrasia y peculiaridades colectivas. Todo ello dentro del marco de ‘El progreso de los Pueblos y Eclesia’.

‘Rojo’.

Boletín Oficial Obispado de Segovia, extra feb. 1995.

En mi memoria de joven-adolescente o adolescente-joven, la imagen creada por aquellos movidos años de naciente democracia, de cura-rojo o más claro ‘cura comunista’ que expedientaba un artículo de ‘El Pensamiento Navarro’ en 1976, en el que unían los pasos de don Antonio Palenzuela a los también obispales: “el cura Paco, el P. García Salve cuando era jesuita o don Francisco cuando el señor Palenzuela. Obispo de Segovia, le incardinó. Ahora hay que tener cuidado a quien se llama monseñor,…” o “al señor Fernández, hoy obispo de Ávila, [-firmante, según el artículo, junto a Palenzuela-] de extraños y confusos documentos socio-políticos-pastorales”.

Continúa el insensato escritor: “Mientras tanto Segovia, la bellísima y sufrida Segovia, tenía la suerte de no ver jugar en su campo al ‘cura Paco’. Ni al otro ‘oriundo’ al que el señor Palenzuela hizo también diocesano. El también exjesuita Díez Alegría. Vamos que no se nota de qué pie cojea el señor Palenzuela”.

El que esto conserva, vecino del tercero, conserva también la contestación del vecino del segundo (recientemente fallecido [24 junio 1995], amigo de monseñor y cristiano de corazón, don Santiago Ballesteros de Rodrigo) al director de ‘El Pensamiento Navarro’.

Placa en la ‘Residencia de la HH. de los Pobres’ donde residió una temporada con su madre.

Fechado en 1976, dice en una de sus párrafos: “Puedo asegurarle, Sr. Director, que monseñor Palenzuela (me complace darle reiteradamente este tratamiento que el Sr. Fernández de la Cigoña, obstinadamente le niega), ha sido y es, por su fidelidad al Evangelio y a la doctrina de Cristo, un defensor de los derechos sagrados de la persona humana, un validor incansable de los desheredados de los débiles, de los sojuzgados y un defensor de la santa libertad de los hijos de Dios. Ahora bien, ¿no es esto puro cristianismo?

Monseñor, que disfrute de su jubilación, como yo he disfrutado recordando alguna anécdota de su mandato y de su capacidad intelectual y humana.

Esto fue lo escrito tras su jubilación. Hoy quiero quedarme con una reflexión del que fuera mi vecino muchos años: “…en nuestros tiempos, particularmente desde el triunfo de la burguesía, la imagen del Crucificado ha pasado de ser, en muchos casos, sólo una obra de arte, para el puro y simple disfrute estético y un adorno sin más. Para convertirlo en un objeto de ‘consumo cultural’…”. Alguien indicó, en una curiosa opinión, que, hoy día, monseñor podría haber añadido al ‘consumo cultural’ el electoral. R.I.P.

 

Author: Juan Pedro Velasco Sayago

Blog de montañismo y excursionismo sobre el Guadarrama, a cargo de Juan Pedro Velasco Sayago. (Coordina el Blog 'Retrosegovia', publicando temas relacionados con la tarjeta postal ilustrada de Segovia).

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2 Comments

  1. Gracias por las menciones Juan Pedro, y enhorabuena por tu artículo

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    • Las gracias a usted por esos ensayos tan cuidados y documentados. Un saludo, JP

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