El lenguaje no es neutral. La sociolingüístia estudia como los contextos ideológicos se infiltran en el lenguaje y como se contribuye desde la semántica y la gramática a la transmisión de valores. Es así que el lenguaje sigue siendo una herramienta anclada en un contexto patriarcal, donde lo femenino se asocia a lo peyorativo y lo masculino a la excelencia. “Hombre público“, un hombre de éxito. “Mujer pública“, puta. Hay, desgraciadamente miles de ejemplos.
Con el “todos y todas” se pretende establecer un formalismo igualitario que conciencia de la necesidad de erradicar comportamientos excluyentes. Es útil ideológicamente. Además, es un uso más preciso. Si en lugar de “niños” usamos el término “niñas y niños” en una clase de párvulos estamos simplemente reconociendo una realidad: una niña no es un niño.
Por lo demás, la supuesta complejidad añadida, la economía de medios en la que se escuda la Real Academia para considerar incorrectos estos usos lingüísticos no es tal. El castellano tiene la suficiente riqueza como para sustituir sin problemas en la mayoría de ocasiones el sustantivo genérico masculino, por ejemplo “ciudadanos”, por el concepto, “ciudadanía”, sin que conlleve mayor confusión.
El lenguaje no es inocente. En tiempos, la palabra “subnormal” era el término técnico para describir una incapacidad mental, fuera de ese contexto, se usaba igualmente como término ofensivo. No es casualidad que el reconocimiento de la dignidad y derechos de las personas haya corrido paralelo a la demonización social de esa expresión. Un lenguaje no sexista sirve para avanzar en la noble causa de normalizar la situación de la mujer en nuestra sociedad, aún lejos de la igualdad de facto.
Como dice la Real Academia Española de la lengua, es un uso artificioso del lenguaje e incorrecto. Por supuesto que la gente es libre de hablar como le plazca. Sin embargo, una gramática, la manera como se estructura un lenguaje, debe responder exclusivamente a criterios científicos de sencillez, claridad expresiva, coherencia, racionalidad y uniformidad idiomática del conjunto de hablantes. Cuando no se ajusta a eso, simplemente fracasa, divide a los hablantes y termina siendo superada por una gramática que se ajusta a esos condicionantes.
Un buen ejemplo es la gramática catalana. Pompeu Fabrà la articuló en los años 20 del siglo pasado desde un paradigma romántico hoy desfasado de pureza lingüística, desdeñando determinadas formas dialectales y priorizando aquellas “más puras” de contaminaciones españolas. El resultado es que la gramática de Pompeu Fabra es hoy objeto de una profunda revisión y ha terminado por fragmentar la comunidad de hablantes, con diferentes gramáticas “legales” en función del color político del territorio. Ese es el peligro de las malas gramáticas hechas desde las buenas intenciones y no desde la mera lógica.
Por otro lado no es cierto que sustituir el sustantivo genérico “ciudadanos” por “ciudadanía” sea equivalente. Semánticamente refieren a cosas distintas y en según que contextos radicalmente distintas. En español, el sustantivo genérico referido a seres animados suele coincidir con el masculino por defecto. No está nada claro que subyazgan en ello procesos ideológicos histórico-culturales sino patrones innatos y universales de simplificación informativa. Si digo “todos los españoles son tontos” no creo que se esté menoscabando a la mujer. Si en su defecto uso la expresión “todos los españoles y todas las españolas son tontos y tontas” lo único que consigo es alargar la frase, gastar más palabras para decir lo mismo y de manera más enrevesada. Complicar, no simplificar. Si la RAE no reacciona contra el uso de estas perífrasis anti-lógicas lo único que consigue es dar por buena la incorporación de reglas absurdas dificultando el aprendizaje idiomático, y en consecuencia, fomentando la aparición de gramáticas paralelas más ajustadas a las mecánicas comunicativas.
No es útil políticamente. Todo lo más, el “lenguaje no sexista” ha servido para sufragar estudios y fomentar “comisariados” de género para justificar nóminas. Felizmente el proceso de equiparación de hombres y mujeres en las sociedades más progresistas no ha precisado, en ningún país, este tipo de excesos. Es más, son precisamente las dictaduras las que más empeño ponen en usar eufemismos, en prohibir expresiones y en tutelar gramaticalmente las lenguas para evitar un uso crítico de la comunicación. Despolitizar la gramática es parámetro indicativo de la calidad de un idioma. Una gramática despolitizada es una gramática que ampara la libertad del hablante frente a los intentos de controlar su capacidad crítica.
El lenguaje “no sexista”, aplicado a reglas gramaticales, como la sustitución del genérico cuando coincide con el masculino por una doble expresión masculina y femenina o el concepto abstracto que designa, es simplemente, una estupidez. Se usará la doble expresión “todos y todas” solo cuando sea semánticamente necesario: “Todos podéis usar el servicio de la primera planta y todas el de la planta baja”.
La ideología es el pus de la ciencia. La gramática, ante todo, debe ser ciencia.
23 octubre, 2016
Vale, como idiotas e idiotos. Pero que nadie se preocupe en dos días no habrá signos ortográficos, ni acentuación, ni distinción ‘b’ o ‘v’ (no hay distinción), acortaremos las palabras, la informática y los yankis son el futuro… Con la que está cayendo en el mundo, esta es la mejor polémica. Saludos, con la mano y saludas, en papel 😉