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Debate: ¿Debe dimitir un político tras un positivo en alcoholemia?

El caso de Rosa Valdeón, que de valor en auge del PP de Castilla y León pasó a presentar la dimisión y prácticamente pasar al retiro por un positivo en un control de alcoholemia (bien es cierto que probablemente entremezclado con alguna temeridad al volante), trae a colación hasta qué punto es exigible ejemplaridad a los políticos. Como siempre, argumentos pros y contra en el Club del Debate y los comentarios abiertos a los lectores de acueducto2.com

AfavorSí, qué duda cabe. Tratándose de un político con responsabilidades en la legislación (diputados, senadores, procuradores) no tienen excusa. No pueden exigir a los demás lo que ellos no cumplen. Más tratándose del asunto del alcohol al volante, y más siendo cargos representativos que comportan un plus de ejemplaridad. Esta mismo situación es extrapolable, por idénticos motivos, a ministros, presidentes autonómicos y, como es el caso, a consejeros. Con mayor motivo si el consejero en cuestión es portavoz de la Junta de Castilla y León. Qué debe pensar un periodista frente a un portavoz autonómico sabiendo que el buen señor o señora tiene problemas con la bebida. ¡Un poco de seriedad! En el caso de un alcalde, aunque no reciba una prestación económica por su representatividad política, hay que pensar en términos de ejemplaridad. Si el alcalde es el primero en saltarse la ley, apañados vamos. Además, los ciudadanos tenemos derecho a ser representados por personas a las que no se les salgan los colores, que puedan ir representando a sus vecinos con la cabeza alta.

El alcóhol al volante es una cosa seria. Cada año mueren decenas de personas, muchas de ellas víctimas de conductores incívicos. Aunque vivamos en una cultura del vino, en la que tradicionalmente se ha sido condescendiente con el abuso del alcóhol, la cruda realidad es que cada año muere gente por esta causa. Estamos hablando de un problema social de trágicas implicaciones. Así, aunque el político marcara unos niveles mínimos de intoxicación etílica, y del mismo modo que sería intolerable que siguiera en el cargo tras ser sorprendido agrediendo a su pareja, ni que fuera una agresión leve, la lucha contra el alcóhol al volante implica un sobre-esfuerzo de ejemplaridad por parte de los ciudadanos, y más por quienes les representan, precisamente para que deje de percibirse como una cuestión sin importancia.

Por último, conducir borracho es moralmente reprobable. Denota una falta de auto-control y un cinismo social impresentable en un servidor público. Incivismo, como desperdigar basura por la calle, con el agravante que pone en riesgo vidas ajenas en la carretera.


en-contraTodos podemos tener un mal día. Y no es lo mismo “caer” en un control por pasarse un mínimo de los porcentajes permisibles, que multiplicar varias veces la tasa de alcoholemía tras haber protagonizado un comportamiento temerario al volante. Lo segundo es un delito penal, lo primero una sanción administrativa. Si admitimos el principio general de “dimisión por positivo”, así, sin discriminar los contextos, legalmente también podría reclamarse una dimisión por circular unos kilómetros hora por encima de lo permitido o por aparcar indebidamente. Dependerá por tanto de las circunstancias.

Por otra parte, ¿despediría el lector a un buen trabajador porque, fuera del horario de trabajo, en su esfera particular de ocio, conduciera borracho? ¿Lo despediría aunque el hombre solo hubiera tenido ese positivo? Desde luego, no es ninguna causa de despido legal. Y lo mismo cabe decir de los políticos; siempre que su actuación no rebase unos “mínimos” éticos ¿hasta qué punto debemos juzgar su validez profesional como servidor público por su conducta estrictamente privada?

También es importante señalar la diferencia entre cargos. No es lo mismo la portavocía de la junta que la concejalía de cultura de un pueblo que paga apenas dietas por asistencia al pleno a sus corporativos. No se puede juzgar a toda la clases política por el mismo rasero. Intervienen aspectos como medios, sueldos, si tiene coche oficial o si no lo tiene, áreas de trabajo. Los ciudadanos nos quejamos de que los políticos forman una casta, les pedimos cercanía, proximidad, pero también que sean “faros morales”, ciudadanos ejemplares. Tal vez deberíamos conformarnos con que hicieran bien su trabajo.

Author: Opinion

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3 Comments

  1. Mientras el sueldo se lo pague el ciudadano es su obligación dimitir.
    En cualquier otra época cualquier error se pagaba de forma más trágica.
    Además las diferencias de clase las imponen los políticos.
    Sin más comentarios Sres. del club de opinión.

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  2. Asunto grave, es conducir con la capacidad metal reducida, y asunto gravoso (para el contribuyente), es la utilización (no es este el caso) de coche oficial para asuntos no oficiales.

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  3. Lo que está claro es que el político necesita vehículo oficial y conductor,aplicable a político con capacidad mental reducida y con plena capacidad mental, por si acaso….jijiji

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