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De la tumba de Franco a la demolición del Acueducto

En su blog Diario de una quiebra, Jesús Arroyo se define como “Economista. Analista económico. Tertuliano en medios nacionales e internacionales”, ha participado en las tertulias de Intereconomía, en tiempos en que el medio se erigió en baluarte mediático contra el zapaterismo (lo digo por situarlo). Precisamente, y para evidenciar las contradicciones de la ley de Memoria Histórica de Zapatero, Arroyo ha lanzado con notable éxito una campaña para demoler el Acueducto como “símbolo de la represión romana en Hispania”. Felizmente, cuando digo “éxito” me refiero a éxito mediático; solo 346 entre cachondos y descerebrados han rubricado la petición en change.org, hasta que el propio Arroyo ha puesto fin a la campaña, según dice, porque estaba siendo utilizada por independentistas castellanos y catalanes (?).

El tema de fondo, claro, es la recurrente batalla cultural relanzada a sotto voce desde del Gobierno, necesitado de gestos de izquierda (y más que estará), sobre qué hacer con la tumba de Franco en el Valle de los Caídos.  Partamos de la base de que el conjunto monumental es de Patrimonio Nacional, no de un particular, ni siquiera de una orden religiosa (los benedictinos allí acogidos lo están de prestado, por así decir). Esto es importante, sí alguien yace en una iglesia (como Miguel Primo de Rivera en Jerez de la Frontera), la iglesia está obligada a custodiar los restos, pues desde el catolicismo al menos, ya nos juzgará Dios en el final de los tiempos. Si este templo es un préstamo, en cambio, el titular siempre puede desahuciar a los monjes y hacer en él lo que le plazca.

Yo creo que la cosa está bastante clara; debemos preservar todo monumento. Y el “valle” es una muestra remarcable de aquella  arquitectura historicista de aires imperiales, tan cara a los totalitarismos. Ahora, lo que se ponga dentro, eso ya, depende de la época. Del mismo modo que las iglesias cristianas se levantaron sobre los templos paganos, bien que se le puede cambiar el enfoque. Por tanto, mantener en un sitio de honor público la sepultura de un dictador, por relevante que fuera históricamente, me parece una anomalía histórica y no veo nada extraño o extemporáneo en que el Estado coja los restos del Caudillo y le diga a la Fundación Franco, ahí lo tenéis… Siempre que se tenga claro que, de momento, la cripta es un espacio gestionado por los benedictinos. Ojo.

Franco en Segovia.

Se mire por donde se mire Franco se engloba en la categoría de “dictador sanguinario”, no llega a la categoría genocida de un Hitler,  un Pol Pot o un Stalin, pero está por deméritos en el top de gobernantes cafres del siglo XX. No solo dirigió una cruenta guerra con multitud de crímenes en vanguardia y retaguardia, sino que en los años posteriores se dedicó con saña a fusilar disidentes, redujo a mínimos los derechos cívicos y si bien es cierto que el sagaz gallego supo luego acomodarse a los tiempos de las dictablandas auspiciadas por los Estados Unidos, el franquismo es, en sí mismo, indefendible desde un punto de vista coetáneo. Impresentable, por más que el hombre gozara de la “adhesión inquebrantable” de parte de la ciudadanía. Que esa es otra, voluble es el corazón del pueblo, el que ayer era un ladrón, mañana es un mártir. Y al revés (más bien al revés).

Frente al “sí procede”, suelen argumentar Arroyo y los que piensan como él que por la misma razón deberíamos mandar a la fosa común a todos los reyes y políticos españoles desde los tiempos de Roma. Que, en equidad, el traslado de restos debería suscitar una especie de migración masiva de momias.

Francamente, no veo la relación en este o “todos moros o todos cristianos”. Guste o disguste, la dictadura de Franco sigue condicionando la actualidad, la de Primo de Rivera no, y la del emperador Calígula, menos. Es Franco el que estorba, no el Acueducto.

Reconozco que es un debate complejo y en el fondo estéril. Que lo quitan bien, que no lo quitan, pues bueno… Pienso, por ejemplo, en el en muchas cosas ejemplar marqués de la Ensenada, ilustrado a la vez que factotum de la Gran Redada contra los gitanos, y al que no sin motivo hoy tildan de genocida los colectivos calés. Por no hablar de los idealizados monarcas que promovieron la expulsión de moros y judíos o promovieron la esclavitud. Siendo cierto lo anterior, la cuestión es el contexto, que es bien distinto. Somos los que soportamos a Franco y los hijos de quienes lo soportamos (o al menos muchos de ellos) los que estamos por sacarlo de allí. Que sea la iniciativa privada, sí quiere, la que le dé culto o subaste la momia. Que lo envíen a Despeñaperros, al restaurante Pepe España, que monten francolandia, si quieren. En una democracia no merece el menor boato público ningún dictador.

 

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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2 Comments

  1. Con la que está cayendo…. Yo no removería los restos del “caudillo”. Recuerden la peli de “la momia” a ver si se vuelve a liar… Y por mucho revanchismo que se pretenda la historia es inamovible, más que les pese a algunos. Dediquense a gobernar, si es que saben, y dejen de hacer gilipolleces.

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  2. Muy chulo el restaurante casa Pepe, se come un jamón esquisto a precios razonables, carne de caza de la zona sabiamente preparada, salmorejo de calidad…trato esquisito y amable, aunque seas de podemos, yo por ejemplo entre con una camiseta del Che Guevara y nos invitaron al café,no es broma, es totalmente cierto, tolerancia total..la decoración un poco monótona, pero también lo son los documentales del canal historia y no por eso dejan de tener atractivo..ves gente de todo tipo ,siempre lleno y buen ambiente…si alguien no lo conoce y pasa por despeñaderos que vaya, al lado de venta Cárdenas, totalmente recomendable..

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