La Piel Fría es una muy sugestiva y recomendable novela de Albert Sánchez Piñol, mezcla de historia zombi y alegoría del mito de la sirena. Una infrecuente fusión de aventuras y reflexión sobre la soledad, la locura y la ambivalente relación con el otro. La historia tiene algo del Verne del Faro del Fin del Mundo entremezclado con la Bestia del Pantano. En septiembre de 1914, a las puertas de la IGM, un hombre sin historia decide abandonar la sociedad y recluirse como oficial atmosférico en un remota isla del oceáno Austral, donde estará un año hasta su relevo. En teoría le toca sustituir al antecesor, del cual no se encuentra ni rastro. Hay otro habitante en la isla, el farero Gruver, un hombre loco por la soledad. Al objeto de no incurrir en spoilers poco más se puede decir: La isla es el reino de una extrañas criaturas anfibias.
Es una película rara, fría como el nombre indica, con pocos personajes para ser de acción, con muchos tiros para ser una reflexión intimista. De modo que se queda ahí, entre dos mundos, pecando acaso de cierta monotonía visual. Planos y más planos de una asolada isla volcánica en la que no queda ni un mal pájaro pero que se aguanta por el buen hacer del trío protagonista, con mención especial para los efectos especiales. Aconsejable para intelectuales adictos a las aventuras.
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