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Cartelera Segovia: La forma del agua y Yo Tonya

Ya veremos quién gana los Oscar esta noche. De las películas que compiten a la mejor del año o al mejor director, y aunque me faltan por ver Déjame Salir (que no pienso) o Lady Bird (que tampoco me seduce mucho), la única que me ha parecido sobresaliente es Dunquerke, de Nolan. Apuesto por ella.

Tres Anuncios en las Afueras, está bien y poco más. Los Archivos del Pentágono tiene el atractivo del dúo actoral, la extraordinaria Meryl Streep, camino de su enésimo Oscar (espero). Y lo mismo puedo decir de las últimas que he visto, La forma del agua y Tonya. Están bien, y para de contar.

La de Guillermo del Toro parte como favorita a mejor película o, tal vez con más merecimiento, a mejor director, y vale, es una película muy bien dirigida, con una ambientación extraordinaria, momentos visuales de campanillas, y hasta ahí… Porque la historia no termina de cuajar ante lo plano del guión. Es un cuento, una fábula, protagonizada por un tritón a la manera de la Cosa del Pantano, esa deliciosa serie B de Craven, cautivo de perversos militares americanos en tiempos de la Guerra Fría. Surge el romance entre una humilde limpiadora y la cosa, lo que permite a Del Toro meternos en El Sirenito, donde se invierten los papeles, el príncipe es una humilde limpiadora muda, y la belleza es un horripilante tritón parlanchín. Es un buen punto de partida, pero estas fábulas quedan cojas si no logran trascender la linealidad de la historia. Malos muy malos, buenos muy buenos, poco enredo, poco jugo… Queda la cosa como una bienintencionada fantasía que emociona más bien poco y termina por aburrir.

Anatomía de la palurdez

Casi que me gustó más Yo Tonya, De Graig Gillespie, y que opta al premio a mejor actriz (Margot Robbie) y mejor actriz de reparto (Allison Janney). Yo Tonya es un ensayo sobre la palurdez en grado superlativo. Una madre palurda (y más mala que el cáncer) descubre en su palurda hija a todo un talento del patinaje sobre hielo. La palurda hija, apenas adolescente, se casa con un palurdo maltratador, amigo de un palurdo tarado, protagonistas de una palurda historia, y he aquí lo más palurdo del caso, verídica.

Corre 1994 y la gran esperanza del patinaje artístico americano Tonya Harding es detenida por encargar a un sicario romperle la rodilla a su principal rival, Nancy Kerrigan. El hecho es rigurosamente histórico (aquí pueden ver el vídeo de Inter Sport en el que se ve a la Kerrigan, recién agredida gritando y preguntando why? why?) y durante meses se convirtió en cabecera de la prensa sensacionalista, hasta que el caso O. J. Simpson (tela también) lo mandó al cementerio de los culebrones mediáticos.  La historia de Yo Tonya es sensacional. Un perfecto retrato de una criatura desestructurada, juguete de chupópteros sin escrúpulos, que no cae en el maniqueísmo del ¡oh pobre niña pobre víctima del sistema! pero que viene a denunciar de lo que es capaz el sistema para triturar a pobres niños pobres.

Lo único que chirría en Yo Tonya es, precisamente, Margot Robbie. Y no porque lo haga mal, ¡que va!, está estupenda. El problema es que Robbie no se parece en absolutamente en nada a la verdadera Tonya. A diferencia de la patinadora, la actriz es un mujerona de 30 años, de físico poderoso. Asi que ponerla a hacer el papel de una minúscula gimnasta de metro sesenta y apenas adolescente es como encargar a José Luis López Vázquez que haga de Tarzán. Rompe todo el pacto de credibilidad con el espectador. No puedes meter a una señora estupenda de treintaytantos a hacer de niñita borde.

Así las cosas, me quedó con Allison Janney (la madre), un papelón de los de recordar, además un estupenda actriz de reparto que brilla allí donde actúa (en el Ala Oeste de la Casa Blanca, sin ir más lejos). Janney es la gran favorita al Oscar de la categoría y espero que lo obtenga, pues la única estatuilla que le falta en el palmarés. Me alegraría mucho que se lo dieran. Y a Dunquerque como mejor película y director. Esa es mi apuesta.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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