Posted By Luis Besa on 7, Dic, 2015

Película de Spielberg, escrita por los hermanos Cohen. ¿Hay que añadir algo más? Con tanto talento la noticia sería que El Puente de los Espías no fuera la película fabulosa que es. En esta ocasión, el genial director y productor de Cincinnati vuelve al mundo de la Guerra Fría, que ya tratara impecablemente en Munich, con una magistral recreación tanto del Nueva York de finales de los 50 como el depauperado Berlín Oriental, en plena crisis por la construcción del muro. Hay tal detallismo (hasta las cajas de cerillas respiran el sabor de la época) y una vocación por la reconstrucción del pasado reciente que hasta el argumento podría pasar perfectamente desapercibido. Que no es el caso.

Pues estamos ante la historia del canje del mítico coronel de la KGB, Héroe de la Unión Soviética, Rudolf Abel, por el piloto de la CIA y del avión espía  U-2, Francis Gary Powers, recuperados para sus respectivos servicios secretos en el puente de Postdam, Berlín, en febrero de 1962.  Para que se hagan una idea de este Abel, baste decir que era el centro de transmisión del espionaje comunista en los Estados Unidos entre 1947 y 1957. Por sus manos pasaron los microfilms que permitieron a los rusos copiar partes esenciales de la bomba atómica.

Pero la película pasa olímpicamente de eso (algo menos del incidente del U2), para centrarnos en el intermediario, un solvente Tom Hanks, abogado de seguros, que sin quererlo ni beberlo se ve inmerso en una negociación críptica entre dos potencias que se ignoran y que no pueden hablar abiertamente de sus tapujos. Casi todo queda en manos del negociador, que tiene que emplear su pico de oro para convencer a tipos retorcidos y desconfíados para quienes lo mejor sería fusilar sin contemplaciones a los espías capturados. Y a otra cosa.

Es la historia del hombre normal inmerso en una situación excepcional. Pero el hombre normal se impone porque no renuncia a su normalidad de tratar de sacar adelante con su verborrea de vendedor de seguros a dos marionetas de la historia. Simplemente brillante. Y si la historia es de traca, la realización, el ritmo, la capacidad narrativa, nos retrotrae al insuperable Spielberg de toda la vida. Una máquina de contar en imágenes, que pasados los sesenta sigue deleitándonos con espectáculos como El Puente de los espías. Un genio.

Película larga y contundente, que casi es aconsejable saborear con el mando a distancia y el pause a tiro, para saborear la monumental recreación de un tiempo y de una época siniestra, felizmente pasto hoy de peliculones como el que nos ocupa.

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